Optimizar parece ser el verbo de 2025 para el mundo empresarial. La imprevisibilidad económica persiste y la brecha de habilidades de la fuerza laboral amenaza con restar agilidad a la adaptación al nuevo ciclo. Ante todo ello, la «ingeniería de valor» parece ser el mantra para transformarse adelgazando sin perder masa músculo.
Recursos Humanos no se escapa a esta presión, más bien al contrario: si el mandato en momentos de crisis es aquilatar costes, en los de incertidumbre también les aplica y con no mucho más margen de actuación. Han de ofrecer rendimientos medibles y maximizar el impacto de los recursos y las inversiones existentes, y no sólo digitalizándose más y mejor. Tal y como explica Vincent Belliveau, director de Operaciones internacionales de Cornerstone, «si bien la tecnología, la IA y la automatización a menudo ocupan un lugar central en estos esfuerzos, representan solo algunas piezas de una solución más amplia. La verdadera oportunidad radica en adoptar la «ingeniería del valor», remodelando la forma en que se diseñan y priorizan los programas de gestión de personas».
La ingeniería de valor hace referencia a un conjunto de decisiones estratégicas orientadas a replantearse los procesos y priorizar las iniciativas que brindan el mayor valor con el fin de crear una función de RR.HH. ajustada, pero de alto impacto.
El proceso de ingeniería del valor implica un análisis detallado para determinar dónde se pueden minimizar los gastos sin sacrificar las prestaciones esenciales. Mediante el uso de la ingeniería del valor, los responsables de gestión de personas pueden asegurarse de que sus programas de personal optimicen los costes y brinden un valor medible y sostenible a sus organizaciones. En resumen, la ingeniería del valor busca maximizar constantemente el impacto a nivel del diseño en lugar de «simplemente» medir los KPIs de los resultados. Para ello, ha de enfocarse en reducir el desperdicio de los programas, priorizanzo las iniciativas que conjugan la optimización de costes con la creación de valor a largo plazo.
Por ejemplo:
- Se pueden utilizar los mercados de talento basados en habilidades para reducir la dependencia de la costosa selección de personal externa y, al mismo tiempo, impulsar el compromiso al apoyar el crecimiento profesional interno.
- O se pueden aprovechar las experiencias de formación y las simulaciones basadas en IA generativa para reducir la administración y los gastos de formación, al tiempo que mejoran el compromiso de los alumnos y respaldan una cultura de IA.
Esta mentalidad crea un enfoque de mejora continua en el que las organizaciones revisan y ajustan regularmente las estrategias de RR.HH. para garantizar que siguen aportando valor a la organización.
Trabajar con el dúo ROV y ROI permite a las organizaciones tomar decisiones informadas sobre la inversión en iniciativas que se alineen con sus objetivos y su misión a largo plazo, incluso si los rendimientos financieros inmediatos no son evidentes.
«La ingeniería del valor también representa un cambio transformador de los cálculos convencionales del rendimiento de la inversión (ROI) a un retorno del valor (ROV) más persistente -concluye Vincent Belliveau-. Mientras que el ROI mide los rendimientos financieros directos, el ROV pone el valor en palabras. Cuenta la historia del impacto al capturar el valor más amplio de los programas, como la mejora la motivación de los empleados, la reducción de la rotación y la mejora de la marca del empleador. Aunque no se reflejan directamente en los estados financieros, estos elementos tienen un impacto significativo sobre el rendimiento de la organización».
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