Eliminar la complejidad, un imposible; transformarla en claridad, tarea del líder

La vida en la alta dirección es, por naturaleza, compleja. Dirigir nunca ha sido sencillo y en tiempos tan acelerados como los actuales, todavía menos. Los que ocupan esas sillas conviven con una avalancha diaria: correos que no cesan de llegar, reuniones encadenadas, decisiones críticas que no pueden esperar y la presión constante de mantener alineados a equipos diversos.
En medio de tanta demanda, es fácil caer en la trampa: la agenda se llena de urgencias y lo verdaderamente estratégico queda relegado para “cuando haya tiempo”. Pero ese tiempo nunca llega…
El desafío no es eliminar la complejidad –eso es imposible-, sino en conseguir darle forma y convertirla en claridad y foco. Esta es la tarea más estratégica de cualquier directivo. Hacer visible lo invisible
Gran parte del cansancio mental de un directivo proviene de los asuntos que permanecen “dando vueltas” sin estar claramente definidos: proyectos a medio camino, decisiones sin cerrar, conversaciones pendientes… Todos ellos consumen energía aun cuando no se tocan.
La solución es tan sencilla como escasamente puesta en práctica: sacar esos temas de la cabeza y llevarlos a un espacio visible y confiable: una agenda clara, un tablero, un documento compartido… Al hacerlo, la mente se libera y gana capacidad y recursos para pensar con mayor lucidez.
Claves para poner en práctica la claridad
- Distinguir lo esencial de lo accesorio
La presión diaria tiende a igualar lo esencial y lo accesorio. Sin un filtro, es fácil invertir horas en resolver lo que grita más fuerte, aunque no sea lo más relevante. La pregunta clave a plantearse es: ¿qué decisión o tarea, si la resuelvo hoy, tendrá el mayor impacto positivo en la organización? Este tipo de foco ayuda a que lo urgente no eclipse lo importante y que el esfuerzo diario sume en la dirección correcta.
- Parar para ganar perspectiva
La presión por ejecutar puede volverse una trampa si no se acompaña de reflexión. Los directivos que reservan espacios regulares para revisar compromisos, prioridades y avances logran anticiparse a problemas, detectar desvíos y confirmar si la energía se está invirtiendo en lo correcto. Estos momentos funcionan como un “respiro estratégico” que impide que la complejidad se convierta en caos. Parar no es perder el tiempo, es recuperar control.
- Liderar con claridad
Un directivo que mantiene claridad en medio de la tormenta no solo trabaja mejor: se convierte en referente. Su equipo responde con confianza porque percibe orden, prioridades nítidas y foco en lo esencial. Esta claridad, más que un beneficio personal, se convierte en un estilo de liderazgo: ordenar lo complejo para que otros también puedan enfocarse.
- La complejidad no desaparece, pero se puede domar
El futuro de las organizaciones no está en eliminar el ruido sino en crear líderes capaces de gestionarlo. Convertir la complejidad en foco no solo permite tomar mejores decisiones sino también guiar a la organización con visión, incluso en los entornos más inciertos y exigentes.
Carlos Sánchez León es Partner Director de Ackermann Labs. Es experto en gestión de proyectos y personas y gran comunicador con fuertes habilidades analíticas y cualitativas.