Carteles como el que acompaña este post empiezan a proliferar por las universidades españolas y, oído lo que vivo, me cuentan y me espanta, también deberían hacerlo en las empresas. La falta de madurez ya no sólo es de los jóvenes sino también de quienes se la restan: sus padres, hermanos o el primo «zumosol». En algunas mujeres la cosa empeora, porque recurren al protectorado del marido o del consanguíneo más patriarcal, pero de eso no se habla porque la bomba del acoso hace tic-tac.
Los casos de estudiantes que se presentan a las revisiones de exámenes con los profesores acompañados -o sustituidos- por familiares es sólo el principio de lo que luego llega a las empresas incluso en el mismo proceso de selección. Las situaciones de delirio parental empiezan ahí y, como las historias de la p… mili, suman y siguen en los primeros compases de la vida laboral que, ¡por Dios!, se alargan hasta casi la cuarentena.
- «Vinieron unos padres a hablar con RR.HH. porque su hijo tenía alguna queja sobre el desarrollo del puesto de trabajo. El hijo en cuestión tenía 34 años».
- «Teníamos una trabajadora que desde que la contratamos estuvo más veces de baja que trabajando. Un día su padre se presentó en la oficina dispuesto a agredir al jefe tras una conversación que éste mantuvo con ella para advertirle de su rendimiento».
- «Un padre se presentó en la entrevista de selección porque dijo que su hijo era demasiado tímido para defender su talento”.
- «Una madre envió un correo al departamento de RR.HH. pidiendo explicaciones de por qué no habíamos elegido a su hijo tras la entrevista».
- «Después de tener un desencuentro con una empleada en relación con su desempeño vino su marido con una barra de hierro a agredirnos».
- «En nuestra fábrica, un padre quiso hablar con el encargado para cuestionar el horario de trabajo de su hijo. Decía que el turno no era de su gusto y que trabajaba demasiadas horas».
Recuerdo sin ninguna morriña mis tiempos de AMPA y un escalofrío me retrotrae en el tiempo: ¿Y si tienen un grupo de Whatsapp? Sería como organizar un sindicato de padres en la clandestinidad. En ese caso, y sé que el chiste es malo, tendrían fácil el nombre: el HAMPA.
Pero la cosa no para aquí. Las historias para no dormir en RR.HH. llegan al absurdo cuando menos te lo esperas. Lo último y más increíble es lo que me contaron recientemente: una receta de teletrabajo prescrita por el médico de atención primaria. La cosa veía no del estrés del teletrabajador, sino de una negativa -bien fundamentada y acorde a derecho- a ampliarle las horas de trabajo en remoto, y la respuesta de la pataleta, claro está, no se hizo esperar. ¡Una receta para curar la la falta de responsabilidad!
Y tú, ¿haces la mili en RR.HH? Pues cuenta, cuenta… 🤪