La violencia y el acoso en el ámbito laboral encuentran en el trabajo en remoto nuevas formas de expresarse al amparo de la distancia. Los acosadores sofistican sus estrategias de «acoso y derribo» para invisibilizar y arrinconar a sus objetivos, incluso ocultándose tras las necesidades del servicio. Iñaki Piñuel, Doctor en Psicología y experto en abuso emocional, acoso y maltrato psicológico, y Jorge López del Ávila, del Servicio de Intervención Psicosocial del IRSST, han abordado estos fenómenos sobre la que ambos aprecian un claro repunte en el modelo de trabajo actual.
Actuar de manera proactiva en materia de acoso y violencia en el trabajo es una cuestión necesaria porque impacta en la salud de la persona y también en la continuidad del proceso de trabajo.
Los dos expertos han remarcado la idea de que el acoso es un proceso de persecución profesional ante el que las empresas tienen la obligación de actuar de manera preventiva, identificando los posibles factores de riesgo psicosocial y facilitando una intervención eficaz que incluya, también, sanciones explícitas como respuesta contundente. En este sentido, abogan, por ejemplo, por:
- implantar protocolos internos que se complementen con consultas periódicas a los empleados,
- elaborar check-list de indicios que permitan identificar perfiles con sesgos (patológicos o no) potencialmente maltratadores o acosadores
- o, incluso, instaurar un espacio ético en forma de buzón anónimo de consultas,
- también recomiendan ser cuidadosos con la composición de las comisiones de instrucción ya que es imprescindible que se emitan sin sesgos para que los informes de intervención resultantes se ajusten a la circunstancia sobre la que se quiere actuar,
- y, por supuesto, recuerdan la importancia de preguntar no sólo por los factores de riesgo sino también sobre las conductas de acoso, ya que ello permitirá dibujar un mapa del territorio de riesgo de gran ayuda en las tareas de prevención.
Finamente, han querido llamar la atención sobre la diferencia entre acoso y conflicto. Mientras que éste se basa en una diferencia sustancial -y legítima- de opinión en la que es posible una intermediación, aquél es una «violencia de guante blanco» en la que hay una clara jerarquía de víctima y perpetrador. Se puede dar el caso de que para eliminar un conflicto se quiebre la resistencia destruyendo al oponente y entonces sí que se hablaría de acoso, pero no antes.