Una de las principales consecuencias de la crisis, que se generó con la situación que vivimos y estamos viviendo por la pandemia del coronavirus, es que se están adoptando medidas que se llevaban reclamando hace tiempo. Se trata de la necesidad de la conciliación, la apuesta por el teletrabajo, la eliminación de reuniones innecesarias, la formación e-learning y erradicar el presencialismo y las jornadas interminables, de las que se enorgullecían algunas empresas y trabajadores y que resultaban muy poco productivas.
Pero como suele ocurrir con todo, no es hasta cuando la necesidad ahoga cuando empiezan a impulsarse, de manera rea,l estas medidas y soluciones. A mi juicio, las empresas deberíamos haber sabido mucho antes los beneficios que traen todas las medidas de conciliación, así como ser conscientes de que respetar las horas de las jornadas de trabajo y la flexibilidad es bueno para los trabajadores y para la propia compañía. Parece que ahora ya lo sabemos, nunca es tarde. Las que ya lo sabían han estado mucho mejor preparadas para afrontar esta crisis; las que no, han tenido que tratar de adaptarse en un tiempo récord para no poner en peligro a sus plantillas y a su propia actividad.
Y es que sin llegar a una situación tan preocupante para las compañías y la economía como en la que estamos inmersos, tan solo el hecho de alargar las jornadas de trabajo innecesariamente puede derivar en problemas de salud y en una plantilla que vea mermado su rendimiento. Normalmente, los trabajadores estresados, cansados y descuidados pueden llegar a dejar de cuidarse física y mentalmente, de aprovechar el tiempo libre para formarse y de tener otras actividades que les ayuden a ser más felices o mejorar sus relaciones sociales. Está comprobado que este cansancio repercute en la toma de decisiones, la creatividad, la gestión de conflictos, la comunicación y en otros muchos procesos esenciales del trabajo.
Las nuevas herramientas de comunicación están permitiendo, de manera muy sencilla y a precios muy asequibles, la posibilidad de gestionar mejor el tiempo, flexibilizar horarios, deslocalizar los puestos de trabajo y de hacer que los empleados realicen sus funciones en mejores condiciones, sin que ello repercuta en su eficiencia y productividad, tan necesarias para la mejora de los procesos, de la creatividad y la innovación. Por ello no deberíamos pretender ser más productivos a base de trabajar más horas, sino de aprovechar mejor el tiempo.
Pero como en todo, no existe solo un responsable de esta situación. Y es que todavía hay muchos trabajadores a los que les falta la valentía de romper el “statu quo” de los horarios y apostar por jornadas más flexibles. Prefieren ser valorados por el tiempo que están en la oficina y no por sus resultados. La razón es que las horas y el tiempo se pueden medir y garantizar, pero los resultados dependen de muchas variables y no los podemos garantizar.
En nuestro país, aún tenemos en muchos casos la falsa creencia de que nos pagan por trabajar y luego nos premian por los resultados.
Como en todo proceso de transformación, en los primeros meses de teletrabajo nos hemos encontrado con muchas anomalías: jornadas extraordinariamente largas, dificultades para separar el tiempo de trabajo del tiempo de familia, problemas para conciliar la vida familiar con el trabajo, problemas de espacio, de ruidos, de luz para iluminar las videollamadas… El teletrabajo, en muy poco tiempo, será el estándar de trabajo en muchos sectores e ir a la oficina será algo exótico y circunstancial que haremos de vez en cuando. Este cambio implicará revisar el diseño de las ciudades, de las redes de transporte, el modelo de concentraciones urbanas y rurales, la redefinición del estilo de vida y también de la estructura productiva. Vivimos tiempos inciertos, pero sin duda apasionantes.
Gonzalo Martínez de Miguel, CEO y Director del Acelerador del Talento Directivo de INFOVA.