¿Se puede enseñar la felicidad? No, se puede aprender

Maite Sáenz20 junio 20254min
Para saber estar hay que saber ser. Si no eres no puedes ni siquiera parecer, al menos todo el tiempo y para todas las personas. Pues lo mismo pasa con la felicidad: para estar feliz hay que saber ser feliz. La felicidad es una actitud y un hábito. No sólo las premisas religiosas hablan de la felicidad más como una actividad que como un estado, las filosóficas también lo hacen al igual que las sociológicas, e incluso la neurociencia nos revela que la química de nuestro cerebro se activa para bien cuando hacemos determinadas cosas. ¿Qué haces tú para ser feliz?

 

A ser feliz se aprende. ¿De dónde? ¿De quién? De todo: de lo extraordinario y de lo pésimo, de lo que nos impulsa y de lo que nos frena, de los desengaños, de las satisfacciones, de los amigos y de los enemigos… se aprende a ser feliz viviendo. Lo curioso es que en la Universidad de Harvard la clase que más se llena es la optativa que imparte el profesor Arthur Brooks sobre “Liderazgo y felicidad”. Pero, ¿la felicidad se puede enseñar? Brooks dice que enseña felicidad porque esa es la materia de la vida, y, me perdonen Harvard y Brooks, sólo coincido en el predicado de la frase. Lo que enseña es la psicología de la felicidad, los mecanismos que nos hacen sentir esa sensación mezcla de gozo, satisfacción y sentido que él llama los macronutrientes de la felicidad. Lo triste es que busquemos la fórmula de la ídem porque cuando nos damos cuenta de que no existe como estado permanente ya hemos dejado pasar los momentos excepcionales, úinicos e irrepetibles que dan sentido a nuestra vida cuando la vemos en perspectiva. Por eso pienso que hay que vivir para generar recuerdos, porque llegará un momento en el que vivamos rodeados de ellos.

Supongo que los alumnos de Books buscan claridad de ideas en un mundo embarullado de ellas. Por ejemplo: que el gozo y el placer no son sinónimos pero que ambos son necesarios, porque el placer nos inyecta subidones para ir tirando y el gozo nos ancla a experiencias y a sentimientos. A una y otra cosa contribuye la satisfacción, ¿pero en qué medida? ¿Cómo se mide la satisfacción? ¿Hay una media óptima de satisfacción? Me imagino la cara de frustración de más de un estudiante cuando  Brooks les propone resolver el enigma matemáticas mediante: controla el denominador (el todo) sin aumentar el numerador (las partes). o lo que es lo mismo, condensa sus aspiraciones en unas pocas y decide, y esto es lo más importante, a cuñales renuncias. Y por último y todavía más importante que todo lo anterior, ¿qué sentido tienen las aspiraciones, los deseos, los objetivos? Una por una y todas sumadas. ¿Aportan gozo, placer? ¿A costa de qué? ¿A costa de quién? ¿A costa de cómo?

Buscamos ser felices sin saber qué nos hace felices y por eso no somos felices. Y lo malo de no serlo es que no queremos que lo sean tampoco los demás. Por eso la gente feliz ilumina y no fastidia.

– «No tengo más que decir, señoría».
– Veredicto: culpable de soberbia, envidia, «ego-ismo» y mala fe.
– Sentencia: ya tiene bastante con ser un/a infeliz.

 


Observatorio de Recursos Humanos

ORH | Observatorio de Recursos Humanos

Desde 2006 trabajamos para ofrecer contenidos e información de valor para el profesional de la gestión de RRHH, con el convencimiento de que el conocimiento, en sus vertientes de creatividad, innovación y aprendizaje continuo, es el principal valor de una dirección eficaz.



Contacta con nosotros


Nuestros Otros Proyectos


Suscríbete al boletín

* campos obligatorios
Acepto las condiciones de uso y la política de privacidad


Síguenos en Redes Sociales