por Sara Alcalde España, profesional de Recursos Humanos, especialista en gestión del talento. La figura del recruiter ha evolucionado radicalmente en los últimos años. Ha pasado de un modelo reactivo -limitado a recibir de forma pasiva CVs- con un enfoque transaccional y centrado casi exclusivamente en los requisitos técnicos (formación académica y trayectoria profesional), a un modelo mucho más proactivo, estratégico y enfocado en las soft skills. Con permiso de la inteligencia artificial -aunque siempre con ella presente-, repasamos cuatro puntos clave que refuerzan la idea de que el recruiter es esencial para asegurar la atracción del mejor talento.
El recruiter: la primera impresión de la empresa
El recruiter es, muchas veces, la primera impresión que un candidato tiene de una empresa y, como en la vida real, esa primera impresión puede enamorar… o hacer que alguien salga corriendo. Ya sabemos lo que se dice: solo hay una única oportunidad para causar una primera impresión. El recruiter personifica la empresa. ¿Cuántos de nosotros hemos continuado en un proceso de selección -sin estar en búsqueda activa ni tener intención real de cambiar de empleo- solo por cómo nos presentó el proyecto un recruiter cuando nos contactó? Esa primera toma de contacto es decisiva: el tono, el lenguaje, la duración… todo cuenta.
El recruiter y la personalización
De poco sirve tener una propuesta de valor bien definida si la empresa no es capaz de adaptarla a cada perfil. El recruiter actúa como una llave que detecta necesidades -como en un briefing con cliente en consultoría-, las escucha, las pone en valor y plantea soluciones personalizadas, considerando todo el abanico de opciones disponibles. Además, esta capacidad de escucha y ajuste permite a las empresas construir un análisis del mercado de candidatos muy potente, que ayuda a evolucionar y mejorar su EVP. Aboguemos por una propuesta de valor ad hoc para cada persona, dejemos atrás las generalidades y huyamos del “café para todos”.
El “je ne sais quoi” que no se ve en el currículum
Esto es una realidad: todos los que hemos hecho selección hemos sentido ese algo intangible al ver un CV o hacer una entrevista. Puede que el perfil no tenga la mejor experiencia profesional o las mejores notas académicas, incluso que no haya hecho la entrevista más brillante… pero algo nos dice que esa es “la” candidatura. Encajará bien con el equipo, aportará valor, será un gran fichaje. Ese sexto sentido también funciona a la inversa: currículums perfectos, entrevistas impecables (que parecen guionizadas por el propio ChatGPT), pero… algo nos dice que no encajará. Humanizar el proceso de selección le devuelve sentido y sensibilidad, como la novela de Jane Austen.
El recruiter como hilo rojo
El recruiter es ese hilo rojo que mantiene unidos a la compañía y al candidato durante toda su relación profesional, sea breve o duradera. Ese vínculo puede mantenerse desde la incorporación… hasta la salida. Sí, has leído bien: hasta la salida. La mayoría de nosotros recuerda fácilmente quién fue la persona que nos contactó por última vez para un cambio profesional. Seguro que tú también estás pensando en un nombre concreto ahora mismo. Dinámicas grupales, entrevistas personales y pruebas técnicas aparte, ese recruiter suele convertirse en una figura de referencia, en nuestro punto de contacto, y en el enlace con el resto de las áreas corporativas.
El recruiter ya no es solo un «buscador de CVs», sino una figura estratégica, emocional y humana, clave para atraer, vincular y cuidar el talento. La verdadera llave hacia una relación profesional significativa y duradera.
