La fuerza del querer

Maite Sáenz25 septiembre 20148min

El directivo que quiera ser líder tiene que decidir serlo y para eso debe proponerse realizar un cambio personal que, necesariamente, para que sea firme y duradero debe estar basado en el convencimiento y no en el deseo.

A pesar de que la persona disponga de las más efectivas metodologías, herramientas, entrenadores, etc. para ser líder hay un requisito fundamental y previo: que él quiera serlo. El afamado y ya fallecido Tom Peter en una de sus obras sostenía con toda razón que en cambiar se tarda un nanosegundo, sólo es necesario querer y tener voluntad de hacerlo. Es como de dejar de fumar, hacer régimen o intentar desintoxicarse de alguna dependencia, uno se decide y se consigue al momento. Por tanto, el 99,99% del cambio personal reside en la decisión firme de hacerlo, algo que puede durar segundos, aunque para ello previamente debemos estar convencidos de la bondad de hacerlo y ya habremos valorado lo que perdemos en la situación actual y lo que podemos ganar en la futura. El otro 0,01% dura más tiempo, puede que incluso años o toda la vida.

Un amigo mío que fumó durante años me contó que, aunque hacía muchos años que había dejado de fumar, cada día tenía que hacer grandes esfuerzos por no volver a caer en la tentación y hacer lo de antes: acariciar y encender un cigarrillo. Comentaba además que había ocasiones especiales donde las tentaciones se multiplicaban y las debilidades luchaban contra las fortalezas y estaba a punto de recaer. A pesar de todo, día a día se superaba a sí mismo y conseguía mantenerse firme en la decisión que tomó hace ya más de 15 años.

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Los especialistas en ayudar a toxicómanos a desprenderse de su dependencia saben perfectamente que en este tremendo cambio personal no existen medias tintas: o se cambia de mentalidad o no se consigue nada, es una cuestión de todo o nada. Mi amigo el fumador me decía también que antes de tomar la decisión definitiva de dejar de fumar lo intentó a medias; es decir, reduciendo el número de cigarrillos, fumando sólo por las tardes, etc., sin embargo, en este intento fracasó en tres ocasiones. ¿Por qué? Sencillamente porque no se puede querer a medias. El cambio personal es una cosa de todo o nada. Conseguirlo o no depende de nuestra propia decisión y de la disciplina que tengamos para ser consecuentes con nuestra decisión. Suelo decir con frecuencia que “el cambio es una puerta que sólo se puede abrir desde dentro”; es algo interno y personal que implica tener voluntad de hacerlo.

La voluntad podríamos definirla como esa capacidad psicológica que nos lleva a realizar algo anticipando sus consecuencias, que nos ayuda a hacer algo mirando al futuro; se sacrifica lo inmediato, fácil, efímero y trivial por lo mediato, más difícil, duradero, valioso y superior. La voluntad está sustentada por una serie de principios que pueden no estar muy de moda en este primer tramo de siglo XXI pero que son fundamentales para nuestro crecimiento. Estos pilares de la voluntad son el orden, la constancia, la disciplina y la alegría generada por la superación de las dificultades. El cambio personal exige el cultivo y trabajo de estos principios. Trabajar la voluntad puede resultar costoso y muy duro al principio; es como subir una especie de cuesta empinada para la que no estamos preparados. Significa obligarnos a hacer aquellos que sabemos que debemos hacer aunque nos desagrade y nos moleste. Es como hacer una difícil tabla de gimnasia donde el primer día hacemos un ejercicio fácil, al día siguiente lo repetimos y vamos superándonos hasta hacerlo perfectamente. Obtener un día un pequeño logro en la voluntad puede no tener mucha importancia, pero conseguirlo un día tras otro va conformando una personalidad más fuerte y madura capaz de sacrificar lo fácil y optar por lo mejor aunque sea más difícil.

Mi amigo Enrique Rojas asegura que la voluntad es como una joya que adorna la personalidad del directivo. Una de las tesis de la psicología americana, y recientemente también europea, sostiene que la inteligencia sin voluntad no es nada. La inteligencia es la capacidad de síntesis, es saber distinguir lo fundamental de lo accesorio, es la capacidad para recibir información, procesarla adecuadamente y dar respuestas de una forma eficaz. Sin embargo, la inteligencia y la voluntad son el binomio perfecto para hacer del hombre un ser superior. Una persona sin voluntad es una persona casi enferma sometida a las apetencias más primitivas y tiranizada por los instintos de nuestra parte más animal e inmediata.

La voluntad es esa especie de tesoro que puede ayudarnos, no sólo en nuestra vida profesional, sino también en nuestra vida privada y afectiva. Desde el punto de vista del self-management, de la auto-administración personal, debemos distinguir entre desear y querer. Desear es pretender hacer algo desde el punto de vista sentimental, afectivo, como por ejemplo el deseo mejorar mi vida profesional, de ser mejor, etc. pero sin hacer nada especial para conseguirlo. El deseo es algo que pasa por nuestra mente pero que no suele dejar rastro y no se ve plasmado en ningún cambio de comportamiento. Querer, sin embargo, es pretender hacer algo con la voluntad. Desea el inmaduro y quiere la persona sólida, madura, compacta e integra. Profesionalmente podemos observar aquellas personas casi patológicas que no son capaces de fijarse metas y objetivos de superación y aquellas otras que, teniendo una gran voluntad (querer hacer algo), son capaces de fijarse metas y objetivos más concretos y exigentes. Son estos últimos los llamados a conseguir resultados duraderos.

Podríamos decir, por tanto, que la voluntad es el elemento fundamental del éxito en la vida personal y profesional y uno de los más excelentes rasgos de la personalidad del directivo: hace al hombre valioso y le permite lograr sus objetivos.

Existen muchos directivos a los que les falla la fuerza de la voluntad y que son incapaces de ser líderes porque no quieren serlo ya que no saben fijarse metas u objetivos; un signo claro de una patología de la voluntad.

José Manuel Casado, Presidente de 2.C Consulting.

 


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