Cómo espantar a tus empleados: los diez mandamientos
Por Jesús Alcoba, director creativo en La Salle Campus Madrid. Autor de “Diseña Experiencias que Enamoran”.- Por ese asuntito tan humano del eterno crecimiento siempre intentamos hacer las cosas hoy mejor que ayer. También en el trabajo. O eso decimos. A veces porque nos lo ordenan, a veces porque nos miran y otras porque nos miramos a nosotros mismos y encontramos algo que nos mueve hacia delante. Y para ello, conscientes del escalón en el que estamos, tratamos de elevar la mirada hacia gradas superiores. Nos fijamos en pensamientos estructurados, en teorías sólidas, en citas memorables y, por supuesto, nos fijamos en quienes lo hacen bien: buenas prácticas, biografías o lo que se tercie.
Sin embargo, decía Taleb que es más eficaz encontrar antimodelos. Es decir, personas a las que no queremos parecernos. El motivo por el que esto funciona es que mirar hacia arriba presupone que el camino que llevamos hecho es bueno y verdadero, y eso no es siempre cierto.
Es el principio de las croquetas de la abuela: no entiendes por qué están tan bien hechas hasta que te metes en la boca una croqueta congelada. Pues en el mundo de las relaciones con personas es lo mismo: es importante identificar cómo hacerlo fatal para darse cuenta de cómo hacerlo bien.
Así pues, estos serían los diez mandamientos del mal hacer con las personas en las organizaciones:
- Habla en jerga. Forwardea mails desde tu inbox, trabaja el briefing con el staff de cara al workshop y, entre call y call, pásales a los partners un update. Todo barroquito y retorcido, para que la gente no te entienda bien. Es fundamental que todo les resulte más difícil.
- Delega hacia arriba, dispara hacia abajo. Cualquier problema que tengas, pásaselo a tu jefe. Y cualquier problema que tenga él, pásaselo a los de abajo, insistiendo siempre en que todo viene de arriba y que nada es responsabilidad tuya.
- Apúntate a cualquier moda sin pensarlo. Da igual si es IA o mindfulness, o cultivar Tamagotchis. Si estás en lo nuevo, molas. Piensa que el verdadero poder es anticiparte cinco minutos a cualquier tendencia, aunque no esté demostrada ni sea efectiva. Para cuando se den cuenta, tú ya estarás predicando otra cosa.
- Piensa en tus empleados como en un enjambre de abejas. O mejor, como hormigas. Solo existen colectivamente, como ladrillos en el muro, que diría Pink Floyd. Y por supuesto jamás ambiciones sueños para tu equipo. Limítate a pastorearlos como si fueran ovejas y todo irá bien.
- Interpreta el talento como una sustancia: cómpralo, gestiónalo, retenlo o expúlsalo. Así se te olvidará que hay personas detrás de las capacidades. Lo único que te interesa de ellos es su contribución al resultado. De lo demás te puedes olvidar.
- Pase lo que pase, intenta encajar a los empleados en sus puestos. Si el empleado es cuadrado y el puesto es redondo, empújalo hasta que lo que sobra quede fuera, como hacía Procusto.
- Conviértete en el salvador de tus empleados: escucha sus moñadas y dirígete a todos con una sonrisa. Acógelos beatíficamente aunque sean perezosos y traicioneros. Y, por supuesto, trata a todo el mundo por igual. Ese pequeño grupo que realmente está sacando las castañas del fuego son exactamente iguales a los absentistas injustificados. Felicita a todo el mundo por todo, aunque sea una insignificancia.
- Jamás te prepares a conciencia lo que vas a comunicar: improvisa, que tú lo vales. No tienes más que dejar caer lo que se te ocurra. Eso que decía Virginia Woolf de le mot juste es una memez. Y por supuesto no informes jamás de nada importante. Actúa como si la gente te leyera el pensamiento.
- Compórtate siempre como si los empleados fueran socios: por tanto, lo que importa a la empresa les importa a ellos. Habla a menudo de “la compañía” o “la empresa”, como si no hubiera otra. Desconsidera lo que ellos buscan en la vida, lo importante es el beneficio de los que son socios de verdad.
- Asciende a los buenos técnicos a jefes, a los jefes a directivos y a los directivos al nivel C. Da igual que no tengan habilidades de liderazgo para tener éxito en el nivel siguiente. Y por supuesto no les formes para ello. Los sistemas, los numeritos y, sobre todo, tu bonus, es lo que realmente debe importarte.
Todos estos mandamientos se podrían resumir diciendo que solo hay dos verdades en el mundo del trato con personas en las organizaciones:
- Las empresas fabrican valor. Cuanto más valor retengan para sí mismas y menos retornen al empleado, su experiencia será más pobre y más ganas tendrá de irse.
- Las conductas y actitudes de las personas en los grupos dependen exclusivamente de lo que se haga para desarrollarlas.
Dicen que el 65% de las personas preferiría un cambio de jefe a una subida de sueldo, y que el 70% del compromiso de un empleado depende de esos jefes. Hasta que no nos despeguemos de todas las prácticas y concepciones que ya no tienen cabida en la nueva gestión de personas, seguiremos espantando a los empleados y nos seguiremos preguntando por qué se van.
Nota: Ilustración de Antonia Iftene.