Flora y fauna del ecosistema de la consultoría y la formación

Por Yolanda Romero, experta en liderazgo y gestión de equipos.- Soy consultora y formadora de cuna, si más aditivos y ¡a mucha honra! Y senior, al menos que haber comenzado en esto en el S.XX tenga una recompensa. Lo digo porque los expertos en marca personal nos recomiendan a los profesionales liberales no utilizar esta nomenclatura “tradicional”, porque si lo haces te sumerges en ese océano rojo donde eres uno más, porque los conceptos están ya más que manoseados y, como pasó en su momento con la nomenclatura “comercial”, hay un sinfín de pseudo-denominaciones más “pro” que todos conocemos por LinkedIn. Como si lo del “nombre” lo fuera todo.
Los que hemos sido “criados en el oficio”, sobre todo los que hemos vivido en consultoras de diferentes tamaños e incluso trabajo en empresas de “línea” como decimos en selección, sabemos que construirte como profesional en este mundo implica mucho más que ser hábil en “ponerte un título”; exige saber estar con el cliente, los equipos y el negocio en primera línea, en la trinchera, lo que supone morder el polvo muchas veces para poder, en ocasiones, saborear alguna miel.
Pero no todo son contras, ser consultor te permite acceder y conocer muchos tipos organizaciones en relativamente poco tiempo, con tamaños y sectores muy diversos, llevando a cabo proyectos de diferente índole, con realidades muy diferentes y no siempre idílicas; comprendiendo, sufriendo y también evolucionando los procesos y procedimientos, las formas de trabajo, la cultura… En el ámbito concreto del talento, el management y RRHH, los consultores nos encontramos, además, con la necesidad de desarrollar la faceta de diseño y formación de diferentes formatos y materias. El amplio abanico de cursos, seminarios, talleres, píldoras, charlas, focus group, entrevistas, cuestionarios, webinars, coaching, mentoring e incluso team building, tienen como objetivo complementar el proyecto que estás implantando, apoyar el cambio y la consolidación del mismo. Unimos a ello las diferentes metodologías que vertebran las soluciones integrales; blended, presencial, virtual, gamificación y ahora con el selfservice de la IA generativa como colofón (a esto último mejor dedicarle otro artículo).
Este eclecticismo de formatos y metodologías es “La flora” de un ecosistema que convive con “La fauna” propia del lugar, esto es, los profesionales que componemos este ecosistema: consultores, formadores y/o expertos, a los que se han añadido otros perfiles, con mayor o menor acierto, que sin haber desarrollado una carrera en el campo de la consultoría o formación han visto en esta área un lugar donde “hacerse un hueco”.
Hoy cualquiera que haya trabajado en “algo”, se atreve a ser consultor, formador, experto y asesor, sobre todo del área de talento y RRHH, o personas, como se dice ahora; aunque ya también se empieza a generalizar en otras áreas, en la IA por ejemplo ya hay miles de expertos y especialistas guiándonos en su uso.
Recordemos que para ser experto, como dice Gladwell, es necesario invertir 10.000 horas en su estudio o práctica. Esto quiere decir que hay que dedicarle 10 horas semanales en 20 años, 20 horas semanales en 10 años o 40 horas por semana en 5 años. No me cuadra, ni en la IA ni en el área de desarrollo del talento, ni en muchas otras; en algunos casos es imposible hasta por edad biológica. Perdonadme si estoy siendo demasiado directa, pero no es nada que no hayáis pensando muchos.
El problema de raíz es que de la consultoría y formación todo el mundo sabe y opina, sobre todo en este área de “personas”; algo así como lo que pasa en el deporte, la política o la religión. Se ha maltratado y desprestigiado su imagen en muchos casos por la propia profesión (hermanos consultores, entonemos el “mea culpa” porque algo de responsabilidad tenemos) y en muchos otros casos por las injerencias externas, allegados e intrusos que confunden la seniority con el hecho de ejercer el oficio de consultor/formador, que también tiene su aprendizaje.
Definamos un poco más de qué estamos hablando en este mundo tan “mezclado”, definiendo algunos términos:
- Consultoría: Se centra en el análisis, diagnóstico y resolución de problemas específicos dentro de una organización o proyecto. Un consultor aporta ideas, experiencia, conocimiento y asesora con el fin de diseñar soluciones concretas, plantear una estrategia y desplegar la ejecución de la misma para lograr objetivos concretos: mejorar procesos, optimizar recursos, mejorar el rendimiento de los equipos, agilizar toma de decisiones y un largo etc. La buena consultoría suele ser personalizada y adaptada a las necesidades particulares de cada cliente, por eso nunca hay dos proyectos iguales.
- Formación: Su objetivo es la enseñanza y el desarrollo de habilidades o conocimientos en personas y equipos para adaptarse a un nuevo contexto. Puede tratarse de cursos, talleres, píldoras o programas de capacitación diseñados para mejorar competencias técnicas y/o el desarrollo de habilidades. Busca espacios para la reflexión y preparar a las personas para afrontar situaciones nuevas, retos, conflictos, y tampoco hay dos iguales.
Ambos procesos pueden y deben complementarse implementando la formación a través de programas alineados con el objetivo del proyecto. Su simbiosis es necesaria para acompañar a las personas en la interiorización de cambios sustanciales en la empresa, y es clave para el éxito del proyecto de origen.
La consultoría para mí es un oficio, un oficio que se aprende durante años, donde un buen consultor crece a través de la diversidad de proyectos y hojas en blanco a las que se enfrenta. Desde junior hasta senior, pasando por la gestión y dirección de equipos y proyectos, la carrera como consultor de operaciones tiende a evolucionar, si se tienen habilidades, hacia el área de ventas bien como KAM, como gerente de desarrollo de negocio o director de ventas, cerrando así todo el círculo de conocimiento y obteniendo una visión global de qué se hace, para quién se hace, porqué se hace y cómo se hace. Esta perspectiva general y estratégica a través del tiempo proporciona de forma natural, si hay voluntad de aprendizaje, las habilidades para poder asesorar al cliente, para dar la solución adecuada. Un consultor se hace de dentro hacia fuera, hay que conocer para saber vender buenas soluciones que se ajusten al cliente. Es por ello que un buen consultor tiene mucho de emprendedor, porque el puesto incluso sin ser senior le exige versatilidad, que a su vez tiene muchas habilidades y actitudes de fondo de armario. No todos los consultores poseen estas habilidades y por eso no todos realizan este último paso hacia la venta.
Y aquí surge otra pregunta: ¿Un consultor puede ser un formador? Y la respuesta en algunos casos es sí y en otros no. Algunos consultores son muy versátiles, tienen habilidades de comunicación, didáctica y pedagogía en la que se van especializando y son capaces no solo de afrontar una hoja en blanco para desarrollar un proyecto, sino afrontarla para diseñar, crear contenido y adaptarlo metodológicamente. En función del área del que estemos hablando: tecnología, RRHH, servicios, industria, los consultores adquirimos conocimientos específicos a través de certificaciones en metodologías, conocimientos y herramientas que van construyendo año tras año lo que llamamos ese know how, realizando un aprendizaje continuo, constante. Un buen consultor es un eterno aprendiz.
Y la pregunta inversa: ¿Un formador puede ser un consultor? Esta opción se da menos tan solo por el simple hecho de que muchos formadores llegan a serlo por diversas coyunturas ajenas a la voluntad propia del interesado; porque dejan sus puestos, porque encuentran de repente esa vocación tras años en otra profesión, porque son profesores universitarios y comienzan también a trabajar para empresas o porque se reinventan laboralmente, etc. Hay muchos y muy buenos formadores que no provienen de la consultoría y son capaces de transmitir ese conocimiento, esa habilidad, esa idea, ese concepto y enganchan a los alumnos, pero cosa distinta es tener el oficio amplio y versátil del consultor que ofrece un plus a la faceta de formador. Como ya sabréis por experiencia, no todos los formadores son iguales.
Y es aquí donde también me gustaría diferenciar algo de esa “flora” formativa, porque no es lo mismo diseñar un proyecto de formación, un programa complejo alineado con objetivos de empresa, que dar una charla motivacional, un taller esporádico o un seminario, etc. Cada uno cumple un objetivo y, por lo tanto, el perfil que lo imparte tampoco es el mismo. Veamos algunos:
- Cursos, talleres, seminarios, píldoras presenciales o virtuales…, todas ellas tienen el objetivo de dedicar un espacio a reflexionar y adquirir pautas, conocimientos o herramientas de forma colectiva, en equipo, que nos ayuden en el desempeño de materias concretas. Varían en su duración y tipo de formato: presencial, virtual o mixto, con o sin gamificación. Los que están bien diseñados poseen una frecuencia en tiempo y duración equilibrado y a la vez constante con el cliente; pueden tener un impacto sostenible en el corto plazo y consolidado en el medio plazo. Van al problema real de negocio, de la empresa, del equipo. Exigen un perfil consultor-formador, no vale un “encantador de serpientes”.
- Coaching y mentoring: Son formatos orientados al “one to one” que buscan cambios más profundos en los perfiles individualmente, por lo que lo mejor es combinarlos en un programa con formación conjunta. ¡Ojo! Tampoco es lo mismo un coach que un formador y un mentor. El coaching necesita de una metodología específica que bien puede ser adquirida por un formador certificándose, y no es lo mismo este caso que el de una persona que se acaba de certificar como coach y no ha sido previamente ni consultor ni formador. El mentoring puede ser interno o externo, aunque creo que surte más efecto el interno porque conoce la cultura y puede acompañar, aconsejar y guiar al mentee de forma más adecuada. Va al problema real de la persona con su contexto, puede ser realizado por un formador con certificación en coaching, en mentoring o por un consultor/formador/coach con amplia experiencia en el área de talento. Matizo, al igual que un coach no debe actuar como un psicólogo, un psicólogo no tiene porqué ser un buen coach. Creo que, aunque se tiende a mezclar, son dos mundos muy diferentes.
- Charlas motivacionales presenciales o virtuales (un ejemplo son las charlas TED) con una duración breve de 20’ o media hora y cuyo objetivo es inspirar y motivar de forma puntual. Son de fuerte impacto inmediato pero de poca duración en el tiempo, al contrario que las herramientas anteriores. Los speakers son los grandes protagonistas de este formato, que en el fondo puede ser realizado por cualquier persona que tenga conocimiento de la materia y posea buenas habilidades comunicativas. El buen resultado de la charla dependerá de eso. Su objetivo es inspirar, por lo que es una mala gestión de expectativas querer que este formato genere un cambio radical en los hábitos de desempeño de las personas. La inspiración es necesaria, pero para bajarla a la tierra necesitamos “alumbrar” además de “deslumbrar”. Un consultor/formador con buenas habilidades comunicativas será un buen speaker, aunque este consultor no sea “conocido”
Podríamos seguir analizando formatos, metodologías y perfiles, pero valga el final de este esbozo sobre este ecosistema para señalar lo curioso que es observar con perspectiva cómo valora el mercado a esta flora y la fauna en torno al mundo del talento y RRHH. Parece ser que son mucho más glamurosas las charlas inspiracionales de speakers de renombre que los programas y proyectos de “pico y pala” llevados a cabo por profesionales del oficio. Son más entretenidos y la asistencia está asegurada.
A mí también me gustan, la verdad y como parte de “La fauna” opino que todo tiene su espacio y su tiempo, y por eso creo necesario que realicemos como organización una buena selección y combinación de formatos, metodologías y de perfiles y pongamos foco en el fondo y no solo a la forma, por aquello de gestionar bien las expectativas y, sobre todo, para que no se siga extendiendo la idea de que todos hacemos lo mismo y vendemos “humo”.