El conocimiento colectivo

Redacción7 octubre 20195min
aula
Por Licenciado Marcelo Méndez Rocha, Operations and Logistics Manager en Pro3Implant.

Hay una frase que se le atribuye al Dalai Lama “cuando pierdas, no pierdas la lección” y éste es un punto a considerar cuando una empresa apuesta al trabajo en equipo. Si hiciéramos referencia al concepto de grupo de Pichon Riviere, además de la constante de tiempo y espacio, los objetivos en común es una característica sobresaliente. Trabajar para cumplir objetivos en estrecha sintonía sobre la misión (el hoy) y la visión (el mañana) es algo por lo cual se necesita conocer y hacer foco. Leyendo el libro “Capitanes” de Sam Walker, me topé con un rasgo muy distintivo entre los equipos deportivos más exitosos del mundo al que Walker denomina “conocimiento colectivo”.

Ese “conocimiento colectivo” hace referencia, no solo a la asimilación, esfuerzo y enfoque hacia los objetivos del equipo; sino que también se manifiesta sobre el conocimiento que el propio equipo tiene de cada uno de sus integrantes. Es decir; en el orden del juego y las planificaciones tácticas en la cancha, el saber qué movimientos hacía cada compañero era una marca distintiva que destacaba notablemente en la alta competencia. La conciencia colectiva y la identificación del equipo es total; además, como no podía ser de otra forma, el sentido de pertenencia es total. Están conectados.

A nivel empresarial, el trabajo en equipo tiene un impacto grande a la hora de analizar los resultados. También, en los equipos más sólidos, existe un “conocimiento colectivo” y las tendencias de eficiencia, eficacia y rentabilidad del negocio suelen ir ligadas al comportamiento unísono del equipo de trabajo. Sin dudas, en ambos casos (en lo deportivo y en lo empresarial) la figura de los líderes es una cuestión de éxito o fracaso cuando refiguramos los extremos. Es un comportamiento de ida y vuelta; de lo que puede hacer el equipo por cada uno de sus miembros y lo que puede hacer cada persona por el equipo; el cuidado es mutuo.

Armar, formar y consolidar al equipo es una tarea ardua y que sin lugar a dudas tiene sus bemoles. Es ahí donde los picos de tensión deben ser moderados por el equipo por aquello del “ganamos y perdemos todos” o, desde un perfil justiciero; no hay que capitalizar las ganancias individualmente y socializar las pérdidas. Elegir a los miembros del equipo es un diferencial; generalmente un buen equipo se regula así mismo, pero en ocasiones nos sumergimos en “La Ley de Parkinson” y esto profana cualquier idea loable del concepto “equipo”. A su vez, “El Principio de Incompetencia de Peter” queda sobre el tapete como un fantasma destinado al fracaso si no es solucionado a tiempo.

En Marketing se suele decir que tiene un costo mucho más elevado conseguir un cliente nuevo que mantener a lo que ya tenemos. La idea de cuidar lo que se tiene lleva consigo un peso muy grande; trabajar para proteger lleva dedicación. Cuándo un equipo de trabajo sólido y consolidado pierde a uno de sus integrantes; ¿cuál es el impacto real sobre los resultados? Y la respuesta no debería apuntar únicamente sobre el servicio o el producto por el cual el equipo trabaja; sino que además, sobre el impacto emocional humano. El colectivo vive y siente como propio los acontecimientos.

En términos netamente comerciales, que un equipo de trabajo exitoso, con buenos resultados se desarme, tiene un alto precio. En un equipo consolidado no significa lo mismo que un miembro esté fuera o dentro del equipo; la conciencia colectiva como fuerza unificadora, colapsa. Si bien, nada es para siempre y todo tiene un final, hay rasgos distintivos a los que no se les pueden fijar precio; confianza, identidad, sentido de pertenencia, empatía, compromiso, actitud, responsabilidad, formación y el “conocimiento colectivo”. No obstante, la revisión y mirada hacia adentro es un buen síntoma de maduración del equipo; la conjugación perfecta entre lo intelectual y el equilibrio emocional. En todo esto no hay secretos; simplemente, aprender bien la lección.


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