¿Dilema resuelto? Promocionar por adecuación o por afinidad no es sólo justicia vs. comodidad, es profesionalidad

La promoción interna constituye uno de los momentos más reveladores de la ética empresarial, no solo porque pone a prueba los procesos formales de evaluación o las políticas de desarrollo del talento, sino también la coherencia de quienes toman decisiones. Promocionar a alguien es, en esencia, un acto de confianza, pero también un ejercicio de justicia basada en la meritocracia: implica reconocer el mérito, la competencia y el potencial, balanceando las lealtades personales con los principios de equidad y objetividad. Sin embargo, en la práctica, pocas decisiones son tan sensibles como aquellas en las que el reconocimiento profesional se entrecruza con las dinámicas de poder, la afinidad personal o la conveniencia política. En ese punto de tensión, donde lo correcto puede no coincidir con lo conveniente, se revela la verdadera madurez ética de las organizaciones y de las personas que las conforman. Esto va más allá del “compliance” y entra en el terreno de la integridad.
Promocionar a alguien no es solo elegir quién ocupará un puesto, sino una manera de decidir y comunicar qué valores se consagran dentro de la empresa: la meritocracia o la complacencia, la justicia o la conveniencia, la coherencia o la obediencia. En ese cruce de caminos emerge el dilema que se materializa en las dos preguntas que hacíamos en su planteamiento:
- ¿Qué pesa más en una decisión profesional justa, la lealtad hacia quien confía en nosotros para que nos adecuemos a los flujos de poder internos o la lealtad hacia nuestros propios principios, al ajuste al puesto y a la meritocracia real?
- ¿Cómo lograr tomar una decisión justa en sí misma pero que también sea posible que nos perjudique?
Si elegimos la opción A: la comodidad de la conveniencia y la falsa prudencia
Apoyar la decisión de tu responsable directa Sonia y justificar la promoción de Marta puede parecer en principio una decisión pragmática: evita el conflicto, mantiene la armonía interna y protege la relación de confianza con la dirección. Pero bajo la apariencia de la prudencia se esconde una tensión ética de gran calado, que se acerca más a una prudencia institucional, falsa prudencia o conveniencia personal; es decir “no crear problemas” y ser “políticamente correcto”. La opción A es, pues, una decisión que evita el conflicto inmediato a costa de la meritocracia y de la eficacia y sostenibilidad futura.
Desde la mirada de Aristóteles, la sabiduría y templanza del líder radica en encontrar el justo medio entre la temeridad y la cobardía, entre la conveniencia y la justicia. Promocionar a quien no está preparada rompe ese equilibrio y posterga un conflicto que inevitablemente emergerá cuando la falta de competencia se haga visible.
El buen líder es aquel que cultiva la “phronesis” griega, la prudencia práctica que le permite deliberar bien en contextos inciertos. Phronesis es un concepto fundamental en la filosofía estoica que se refiere a la sabiduría práctica, la capacidad de tomar decisiones correctas y actuar de manera virtuosa en la vida diaria. Para los estoicos, la phronesis es la habilidad de discernir lo que es correcto en cada situación específica, de acuerdo con la razón y la virtud.
Si elegimos la opción B: luchamos contra gigantes, sí, pero con valentía, coherencia e integridad
Apoyar la opción B y decantar tu voto para Julia como la candidata más preparada, aunque suponga contradecir a la dirección, encarna la dificultad de actuar conforme a principios. Supone enfrentarse al riesgo real, tanto personal como relacional, de sostener la coherencia entre el juicio técnico, la justicia profesional y la responsabilidad ética. Promocionar a Marta sería cómodo, pero no virtuoso; defender a Julia, aunque incómodo, sería más justo para el equipo y coherente con el fin común del equipo y en realidad, también para los resultados de la empresa.
En la ética aristotélica, la virtud se manifiesta en la acción (y pongo énfasis en la acción) justa y valiente. No basta con saber qué es lo correcto, hay que tener el coraje de hacerlo. Defender a Julia requiere andreia (la valentía moral griega), esto es, la disposición a asumir el coste de elegir el bien.
Ortega vería en esta opción una reafirmación personal. El líder asume su circunstancia, pero no se deja dominar por ella. Decide desde su “yo”, no desde la comodidad del sistema. Actuar así implica riesgo. En palabras del filósofo, “la vida nos exige constantemente decidir quién queremos ser”, y eso se hace cada día. Apoyar la candidatura de Julia, aún sabiendo que puede tener consecuencias, es una manera de reafirmar el propio proyecto ética y profesional. Es una forma de decir: “soy responsable de mis actos, no un engranaje del mecanismo”.
Conclusión
- Elegir la opción A equivale a optar por la tranquilidad inmediata a costa de la coherencia ética. Se confunde lealtad con complacencia, prudencia con miedo y cohesión con silencio y mirar para otro lado. A corto plazo protege relaciones, a largo plazo debilita la credibilidad del líder y mina la confianza del equipo. Es una decisión que posterga la incomodidad, pero también sacrifica la reputación.
- La opción B representa la coherencia personal, el compromiso con la justicia y la autenticidad profesional. No garantiza éxito inmediato, pero construye reputación ética y credibilidad. En última instancia, el líder que actúa así refuerza su “auctoritas”, aunque temporalmente pierda su «potestas», su poder político, porque responde al imperativo categórico de hacer lo correcto porque es lo correcto.
Este dilema nos recuerda que la ética empresarial la construimos entre todos, que no se mide en decálogos, campañas, códigos, ni en discursos enlatados, ni eslóganes virales, sino en los comportamientos y decisiones concretas que se toman a diario, sobre todo cuando lo que hay en juego impacta no solo en nosotros sino en otros. Como diría Ortega, “la claridad es la cortesía del filósofo” y yo creo que también la del líder ético. Promocionar a quien lo merece es más que una decisión técnica, es toda una declaración de intenciones sobre el tipo de organización que se quiere construir.
Yolanda Romero es consultora, formadora y divulgadora experta en transformación cultural, liderazgo y gestión de equipos. CEO de Intalentgy, coordinadora del Campus IA+Igual y del Campus ORH y acreditada en la metodología de roles de equipo de Belbin y en el CTT de Barret.
En esta sección quincenal nos invita a reflexionar sobre un dilema contextualizado en el día a día de la toma de decisiones en RR.HH. Ésta suele ser, generalmente, una encrucijada de opciones. Puede ser más banal o más compleja pero siempre nos obliga a elegir entre dos o más opciones que no necesariamente han de ser mejores o peores entre ellas. A veces la respuesta viene implícita en el propio dilema por la lógica de su justificación y otras plantea un auténtico mikado de efectos interconectados. El pensamiento crítico es su aliado necesario porque resolverlo no es cuestión de tener razón sino de razonar para tenerla. Síguenos en nuestro perfil de LinkedIn para participar.