Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Tener visión estratégica es ver lo que nadie ve. Nos da la capacidad de proyectar el mundo a largo plazo a partir de la comprensión del corto plazo en cuatro dimensiones: a lo largo, a lo ancho, a lo alto y a lo profundo. Es entender el efecto mariposa de una decisión. Es manejar todas las variables en todas direcciones, todos los tiempos y en todas las velocidades. Puede parecer que el pensamiento estratégico es un súper poder pero no, no lo es porque no es lineal ni constante, y siempre está expuesto a ser puesto a prueba.
Esto es así porque pensar estratégicamente es el ejercicio que más nos obliga salir de la caja. Cada uno tenemos la nuestra, bien cómoda por conocida y controlada. Y cada vez que superamos con éxito una salida de caja creamos otra nueva caja segura. Por eso la pereza y el exceso de confianza son los enemigos número uno de la estrategia y la curiosidad y la valentía sus atributos primarios. No hablo de la valentía épica sino de la valentía consciente, la que surge de aplicar el pensamiento crítico a nuestra propia razón de ser. Y me refiero a la seguridad desde una miríada de significados que van desde reacciones comprensibles como el miedo y la comodidad hasta otras manipuladoras como el apego al poder o la defensa de la ideología.
Un error muy común es confundir la gestión estratégica con la gestión de contingencia y también lo es no ver que ésta, a su vez, también necesita de gestión estratégica. No es un galimatías, sino pura lógica táctica para guiar la orientación a la acción desde las premisas de la eficiencia y de la eficacia.
El auténtico sentido del liderazgo no es influir sino acertar. A veces con hojas de ruta cuyo verdadero impacto aflora en el largo plazo. Incluso trascendiendo el protagonismo de quien las ha tomado y dando frutos en una nueva línea de sucesión. No creo que la generosidad sea un atributo necesario de la visión estratégica pero sí que a veces ayuda a que el líder deje de lado su ego en la toma de decisiones.
Dicho esto, ¿tenemos líderes con visión estratégica, pensamiento crítico, generosidad y valentía? Por supuesto que sí. ¿A ojos de todos son así? Por supuesto que no. Esos líderes no son infalibles, cometen errores y también son a veces soberbios, pero el liderazgo auténtico es como querer ser buena persona, no siempre podemos serlo bien porque caigamos en la tentación de escuchar al lado oscuro de nuestra conciencia o bien porque, sencillamente, nos equivoquemos. Sea como fuere, los líderes buenos inspiran, los hay y los necesitamos. Quizá lo que nos falta a todos los demás es un poco más de dosis de pensamiento crítico, visión estratégica, curiosidad y generosidad para verlos.