La canción del verano: desconectar o aprovechar para desarrollar capacidades

Ángel Peña6 julio 202310min
Los expertos confirman la necesidad de un descanso vacacional extenso para, entre otras cosas, aumentar la productividad. No se trata (solo) de no hacer nada, sino de añadir plasticidad a nuestro cerebro con actividades diferentes a las habituales. Además, fenómenos como el teletrabajo dificultan la desconexión real y hay quien sencillamente prefiere mantenerse activo para mejorar sus capacitaciones laborales.

 

“Descansa. Un campo que ha descansado da una hermosa cosecha”. En realidad, simplemente nos lo merecemos. Y ya. Basta con eso. Nos hemos pasado todo un año trabajando, con motivos extra de estrés últimamente, desde los últimos coletazos de la pandemia a la guerra de Ucrania o las señales de recesión. Pero Ovidio, nada menos, nos recuerda que, además, unas vacaciones bien aprovechadas en el mejor sentido (el del descanso) redunda en una mayor productividad.

Hay quien prefiere afilar esta variante de las vacaciones invirtiendo alguna remesa del tiempo libre veraniego en el aprendizaje. ¿Hasta qué punto es conveniente mezclar el concepto más básico de descanso (no hacer nada) con alguna tarea que implique cierto esfuerzo intelectual?

Un estudio académico revela que los efectos beneficiosos de unas vacaciones demasiado cortas se disipan “al cabo de una semana de volver al trabajo”

Javier Martínez Aldanondo, socio de Knowledge Works, aborda el asunto con precaución. “Ante todo, se trata de algo muy personal: la clave está en cada individuo”. Hecha la salvedad, niega la mayor. ¿Por qué elegir? “Para mí aprender no es trabajar, porque es algo divertido, entretenido, satisfactorio”.

Ejercicio de dosificación

Admite que implica un esfuerzo. “Evidentemente: se trata de un ejercicio de dosificación”. El aprendizaje, dice Martínez, tiene que dejar “espacio para oxigenarse, para limpiar un poco la cabeza, para hacer otras cosas que el día a día uno no nos permite hacer”.

Aunque reconoce que no siempre es posible, el punto máximo (hasta la utopía, podríamos decir) de la desconexión incluiría “meter el reloj en la mesilla de noche y dejarse llevar por los impulsos biológicos del cuerpo. Si quieres dormir, duerme; si quieres comer, come”.

Al ponderar los beneficios de este esfuerzo por no esforzarse, Martínez conecta con el sabio latino: “Cuando logras desviar tu foco de atención y tus pensamientos hacia otros temas, al retomar los habituales, en este caso los laborales, te encuentras con un nivel de claridad mayor al que tienes cuando estás permanentemente dándole vueltas a lo mismo”.

Buscar un contexto distinto del habitual

Por eso aconseja elegir, en lo posible, un destino de vacaciones que suponga “un contexto distinto, que te obligue a ver cosas diferentes, escuchar conversaciones diferentes, moverte por sitios distintos”. Aunque matiza que prefiere las “vacaciones más de descanso que las extenuantes, con un programa ultra ambicioso que te lleva corriendo por todos lados, con una necesidad urgente de ver esto o aquello. Hay que dosificarse y plantearse espacios para estar tranquilo”.

Un artículo académico publicado en la prestigiosa Scientific American explica con detalle por qué nuestro cerebro necesita más tiempo de inactividad. Tras un completo repaso a la literatura científica al respecto, concluye que “los psicólogos han establecido que las vacaciones tienen beneficios reales. Es probable que revitalicen el cuerpo y la mente al distanciar a la gente del estrés laboral; al sumergir a las personas en nuevos lugares y círculos sociales, lo que a su vez puede dar lugar a ideas y percepciones originales; y al dar a la gente la oportunidad de dormir bien y dejar que sus mentes vayan de una experiencia a otra, en lugar de forzar sus cerebros a concentrarse en una sola tarea durante horas seguidas”.

“Si los directivos no se relajan del todo, al menos dales algo de formación para que aprovechen su tiempo”, sostiene Mark Murphy, de Leadership IQ

Aunque, atención, no vale cualquier tipo de vacaciones. Los autores aportan un metaanálisis exhaustivo de unas vacaciones de entre siete y nueve días de duración que desveló que, “al cabo de una semana de volver al trabajo, todos los sentimientos de renovación se disiparon. Un segundo experimento sobre cuatro y cinco días de descanso llegó esencialmente a la misma conclusión. Unas vacaciones cortas son como una ducha refrescante en un día de verano agobiante: una escapada refrescante pero fugaz”.

Las posibilidades reales de desconexión

Pero ¿quién puede permitirse unas vacaciones reales durante el tiempo suficiente, por ejemplo, el mes canónico del veraneo? Aquí surge el debate recurrente sobre la desconexión.

Un estudio de la consultora Lee Group revela que, aunque la mayoría de los jefes encuestados (71 % y 82 % respectivamente) están de acuerdo en que las vacaciones mejoran la concentración de los empleados y alivian el agotamiento, los empleados a veces no consiguen desengancharse del trabajo en sus vacaciones. Las principales razones son:

  • Su carga de trabajo es demasiado grande y nadie más en su empresa puede hacer el trabajo en su ausencia sin temor a quedarse atrás.
  • Les preocupa perderse la oportunidad de participar en un proyecto, decisión o reunión importante.
  • Temen los despidos pendientes, por lo que guardan todo su tiempo de vacaciones para cobrar en caso de que pierdan su trabajo.
  • Se sienten culpables por ausentarse de la oficina demasiado tiempo porque piensan que su equipo podría sentirse perdido o abrumado.
  • A algunos les preocupa que su deseo de tomarse vacaciones los haga parecer menos motivados o dedicados.
  • Otros sienten la necesidad de revisar constantemente el correo electrónico o recibir llamadas telefónicas mientras están de vacaciones.

Además, la cada vez mayor presencia del teletrabajo alimenta la dificultad para aislarse del entorno laboral. El último “Informe sobre Desconexión Digital de InfoJobs” deja una cifra escalofriante: el 75% de los trabajadores españoles no desconecta fuera del horario laboral. Y en su informe “The disconnect disconnect”, Deloitte concluye que “los trabajadores necesitan tiempo libre, pero no lo toman”, e insta a  las organizaciones a que “arreglen la desconexión entre sus políticas de tiempo libre y la cultura en torno a su uso”.

Lo ideal es lograr una desconexión que incluya “meter el reloj en la mesilla de noche y dejarse llevar por los impulsos biológicos del cuerpo. Si quieres dormir, duerme; si quieres comer, come”

Martínez se plantea hasta qué punto puede ser perjudicial estar conectado. De nuevo insiste en que se trata de algo muy personal. “Yo no pierdo de vista el trabajo y creo que no me complica, pero depende de cómo lo gestione cada uno y de su relación con el trabajo y con su trabajo. Para mí es muy satisfactoria, y por eso no lo veo como algo que interfiera. Por supuesto, hay veces que no me apetece, pero también me pasa con salir a correr. Creo que esa separación artificial seguramente debe existir para aquellos que tienen una relación no tan satisfactoria con el trabajo”.

¿Y si no quiero desconectar?

En este sentido, Mark Murphy, CEO de Leadership IQ y autor habitual de las listas de bestsellers de The New York Times, considera que el verano es un buen momento para la capacitación en liderazgo. Una de las razones rompe un tabú: ¿por qué no reconocer que hay directivos que no quieren descansar?

Ante “la objeción más común para impartir formación durante los meses de verano” de que “las empresas quieren dar un respiro a sus directivos, dejarles descansar y recargar las pilas”, Murphy sostiene que “a la mayoría de los directivos (en general), no se les da bien descansar, ni siquiera durante las vacaciones”.

En las investigaciones de Leadership IQ al respecto, dice, han descubierto que “más de tres cuartas partes de los líderes admiten que trabajan mientras están de vacaciones (incluso atendiendo llamadas de empleados y colegas)”. Su conclusión da que pensar: “Si los directivos no se relajan del todo, al menos dales algo de formación para que aprovechen su tiempo”.


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