Por Maite Sáenz, directora de ORH.- La comunicación tiene sus musas y sus musarañas. En realidad, todos sabemos que no tiene musa propia pero posee un poco de las nueve conocidas. Viajemos a su mundo y descubriremos que las musas guardan un secreto, el ars communicationis, y un juego, el del equilibrio de sus habilidades para que lo practiquemos.
De Calíope, la de la poesía épica, toma la elocuencia y no sólo para hablar bien, ser entendido y convencer; también le inspira para escribir bien, porque quien no sabe plasmar sus ideas en un papel difícilmente las tiene bien ordenadas en la mente.- De la de la historia, Clío, coge la narrativa, la construcción del relato con un hilo que le dé interés.
- A la de la música, que es Euterpe, le coge prestada escucha, porque para tocar como los grandes maestros hay que saber escuchar como los aprendices.
- Erato, la musa de la poesía, le inspira la belleza del relato, el dominio del lenguaje y la calidad técnica del mismo, y le recuerda que cada tipo de comunicación tiene sus artes del buen hacer.
- A la de la tragedia, Melpómene, le coge la sensibilidad para saber comunicar desde la autenticidad.
- De Polimnia, la inspiradora de los himnos y los cantos sagrados, le coge la fidelidad del relato a las ideas propias y ajenas porque comunicar no es interpretar.
- Talía es la musa de la comedia y ella inspira el ingenio y el humor de una conversación cómplice, un texto brillante, un discurso vibrante…
- Terpsícore, la de la danza, es la comunicación no verbal, la que entra por los cinco sentidos para que el sexto nos guíe.
- Y Urania, la musa de las estrellas, abre la mente a contrastar las informaciones para no perdernos en el universo de fake news.
Las musas compiten entre sí por ser las protagonistas de nuestra comunicación pero su fortaleza reside en su equilibrio y la comunicación no se puede dejar llevar por un hilo perfecto pero falto de autenticidad, por poner un ejemplo.
Hoy en día la comunicación no se inspira en estas musas sino que está perdida en sus musarañas. Técnicamente estamos perdiendo la facultad de escribir en sentido literal. Whatsapp está haciendo estragos en el lenguaje reduciendo la RAE a un incunable lleno de telarañas. Las faltas de ortografía, la no concordancia de género y número y la puntuación en modo “voleo” nos dejan sin aliento y sin entendimiento. También estamos perdiendo la capacidad de hablar, a veces con sentido, a veces para escuchar y muchas veces para hacernos comprender.
En realidad, escribimos y hablamos pensando en nosotros mismos, no en los demás, y esto es un problema de tamaño descomunal. ¿Será por eso que cuanto más se nos invita a colaborar menos nos entendemos?
