Para que funcionen, las metodologías agile hay que vivirlas

Maite Sáenz7 marzo 20244min
La medida del éxito o el fracaso de “lo agile” no está tanto en la aplicación disciplinada de sus procesos sino en interiorizarlo como una manera de “vivir” el trabajo. Es una mentalidad, una forma de concebirlo y de experimentarlo que, cuando fluye, imprime velocidad y eficiencia. Gallup ha analizado durante cinco años los usos y costumbres de las metodologías agile en empresas de Estados Unidos y Europa y ha logrado identificar ocho impulsores a los que ha denominado Agile8.

 

La investigación de esta consultora revela también los efectos colaterales de crear cultura de agilidad ya que cuando los empleados la viven piensan que “su empresa está por delante de la competencia, que el futuro financiero de la empresa es seguro y que su empleador tiene éxito y está creciendo”. De ahí a correlacionar la agilidad con un mayor engagement del empleado hay un paso que se evidencia en mejor rendimiento y adhesión.

 

La agilidad en acción hace pensar a los empleados que están en disposición de satisfacer mejor las demandas de los clientes y que su empresa tiene en ella una fortaleza sobre la que sedimentar su competitividad.

 

Los datos de esta investigación sobre agilidad mostraron que las percepciones de los trabajadores estadounidenses y europeos sobre la mentalidad, los sistemas y los procesos necesarios para una verdadera agilidad están impulsados por ciertos factores que permiten respuestas rápidas a las necesidades empresariales. Gallup descubrió ocho “impulsores clave de la agilidad” y los denominó Agile8:

  • cooperación,
  • velocidad de toma de decisiones,
  • tolerancia de prueba,
  • empoderamiento,
  • adopción de tecnología,
  • sencillez,
  • el intercambio de conocimientos,
  • enfoque de innovación.

No todos están presentes en las empresas que se dicen “ágiles”. De hecho, más del más del 50% de los encuestados no están plenamente identificados no ya con todos ellos sino al menos con alguno. El margen de mejora es evidente y estos ocho impulsores son, a su vez, los indicadores sobre los que trabajar la mentalidad, los procesos y la filosofía agile. Por ejemplo:

  • Cooperación: ¿Cómo capacitamos a los mandos para favorecer la colaboración entre los miembros del equipo? ¿Qué tipo de formación les damos? ¿Qué habilidades de comunicación se trabaja con ellos? ¿Cómo es la calidad de su feedback?
  • Toma de decisiones: ¿Qué tecnología proveemos para que la toma de decisiones se acerque lo más posible al tiempo real?
  • Tolerancia de prueba: ¿Es la cultura del error una cultura de aprendizaje continuo?
  • Empoderamiento: ¿Cómo favorecemos el empoderamiento de los empleados respecto de su desempeño profesional?
  • Adopción de tecnología: ¿Acompañamos la digitalización con un proyecto de gestiñon del cambio robusto? ¿La implementación es ágil? ¿Qué beneficios ve el manager en utilizarla?
  • Sencillez: ¿Los procesos agile contemplan la experiencia del usuario?
  • Intercambio de conocimientos: ¿La agilidad es un atributo de la gestión del conocimiento interno? ¿Cómo incorporamos los aprendizajes individuales y colectivos en el repositorio de coocimiento corporativo? ¿Somos una organización que aprende?
  • Enfoque de innovación: ¿Cómo desaprendemos para salir de la caja? ¿Tenemos espacios de trabajo para la innovación?

 

 


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