España necesita un 35% de trabajadores extranjeros en 2060 para salvar las pensiones
Entre los grandes retos del mercado laboral de cara a los próximos años y décadas, el sistema de pensiones lleva tiempo siendo un quebradero de cabeza para empresas, trabajadores y administraciones. Más aún cuando el déficit del modelo contributivo actual ya es equivalente al 2,5% del PIB, tal y como explicaba este viernes Rafael Doménech, Head of Economic Analysis de BBVA Research, durante su intervención en el encuentro empresarial ‘Perspectivas 2023: ¿nos espera un futuro más humanista?’, organizado por la Fundación Más Humano.
«Estamos hablando de un déficit de unos 2.000 euros al año por pensionista. Y, ahora mismo, si los afiliados a la Seguridad Social tuvieran que hacer frente a este déficit, tendrían que aportar alrededor de 1.000 euros anuales más», exponía Doménech. El problema es que este problema puede agravarse «como consecuencia del aumento de la esperanza de vida, que en sí es una noticia maravillosa, y de la jubilación de los Baby Boomer en las próximas décadas. Esto nos va a costar otro 3% o 3,5% adicional, lo que haría aún más insostenible el sistema. Alargar la vida laboral de las personas será clave para evitarlo, tal y como está sucediendo en toda Europa».
Pero incluso así, seguiría sin corregirse ese déficit, debido al progresivo envejecimiento de la población. Por eso, «para poder hacer frente a este problema vamos a necesitar cubrir posiciones a todos los niveles en toda la población activa. De hecho, de aquí a 2060 un 35% de la población que viva en España no tendrá que haber nacido en nuestro país. Tenemos que ser un lugar aún más atractivo para captar ese talento extranjero y no poner más barreras», en opinión de Doménech.
Cabe recordar que en 2021 establecieron su residencia en España 600.000 personas nacidas en el extranjero, según los datos de Funcas. Una cifra que tendría que acelerarse con planes específicos como la contratación en origen para que en las próximas cuatro décadas pasemos de 15,8% de migrantes viviendo en España hasta ese ansiado 35%. En este sentido, la competitividad en materias como la fiscalidad será clave.
Durante la jornada, Doménech abordó otro de los grandes problemas para el futuro del mercado laboral: el desempleo. Por un lado, porque según las previsiones de BBVA Research señalan que «la tasa de desempleo en España, por su modelo económico, no debería superar el 6%. El problema es que las políticas activas de mercado de trabajo no están siendo efectivas. Y la gran paradoja es que en España haya un 13% de paro y haya cientos de miles de puestos de trabajo«.
Derivado de este problema, el desempleo juvenil se erige como otro gran escollo. Sin embargo, Doménech apuntaba a que se trata de un problema estructural de Europa, «donde el paro juvenil suele ser siempre aproximadamente el doble que la tasa de desempleo general». Es decir, que el problema con las inserción laboral en edades tempranas sería menor si el nivel de desempleo de España no fuese de los más altos en la UE. Por eso, «el gran reto es cómo conseguir darles a esos jóvenes un futuro profesional atractivo, tanto a nivel laboral como salarial».
Un contexto económico en «suave desaceleración», también para el empleo
En este punto, Doménech quiso dejar claro que la creación de empleo, como la creación de riqueza en general, seguirán más o menos estables a lo largo de un 2023 en «suave desaceleración», con un crecimiento del PIB menor que en 2022, pero que mejora en cada nueva actualización de previsiones. En este sentido, los últimos datos de BBVA Research, que se harán públicos en unos días, revelan un «crecimiento moderado en 2023 en la Eurozona, en contraste con las previsiones anteriores, que apuntaban a un decrecimiento del 0,1%», tal y como explicaba Doménech.
En parte, porque «los cuellos de botella [en la cadena de suministros] y los precios de la energía han disminuido, mientras que la demanda sigue siendo relativamente resistente. Solo hay que ver que un año después del inicio de la guerra en Ucrania, nos encontramos con precios del petróleo y del gas menores que antes del conflicto». Algo que a Doménech le anima a pensar que tanto la FED como el BCE subirán los tipos hasta un máximo del 5,25% y del 3,75%, respectivamente, y que «luego los dejen sin cambios durante bastante tiempo».
Esto implica una minimización de los efectos de la inflación, también en España, que «en 2023 previsiblemente será la mitad que en 2022». Una inflación que no debería afectar a los salarios, porque «el peligro es que si se equiparan las subidas salariales a esa inflación, corremos el riesgo de entrar en un ciclo infinito de encarecimiento generalizado de precios».
Por todo lo anterior, Doménech apuntaba cuatro riesgos que pueden provocar una desaceleración más brusca y, por lo tanto, turbulencias financieras y más subidas de tipos:
- Inflación más persistente de lo previsto
- Que continúe o se recrudezca la guerra en Ucrania
- Aterrizaje forzoso en el sector inmobiliario de China
- Tensiones sociales que deriven en nuevos populismos
Los ‘polirriesgos’ del nuevo escenario geopolítico
También influirá en el futuro, tanto económico como del empleo, la polarización geopolítica que vivimos desde el nacimiento de la guerra comercial entre China y EEUU, tal y como apuntaba Manuel Pimentel, Of Counsel de Baker McKenzie, durante la jornada: «En este contexto nace un nuevo modelo en el que la deslocalización se frena para no contribuir a la expansión económica y tecnológica de China».
Por eso, su idea del futuro es una suerte de Guerra Fría adaptada al siglo XXI: «Vamos a vivir en un mundo en el que China y EEUU no tienen ganas de entrar en guerra. Y Occidente ha decidido seguir la misma estrategia que con la URSS: ir apretando y apretando para que el rival implosione desde dentro porque no pueda competir con un modelo económico que es mucho más solido. Y en ese ajuste nos encontramos todos actualmente».
Una incertidumbre que Tomás Pereda, subdirector general de la Fundación máshumano y moderador de una de las mesas redondas del evento, calificaba de «policrisis». Sin embargo, Iñigo Sagardoy, presidente de Sagardoy Abogados y de la propia fundación, quiso rebautizar el término: «Quizás, deberíamos hablar más de los ‘polirriesgos’ a los que nos enfrentamos. Algo que tiene un impacto muy directo en el talento».
Para Sagardoy, «las empresas tenemos un cambio de prioridades claro. Y en el área de talento y RRHH ese cambio es notable». Para ilustrarlo, se refirió a los datos de Gartner sobre la evolución de las prioridades de RRHH durante la última década. Por ejemplo, si en 2010 las principales áreas de mejora eran los planes de compensación, incrementar la excelencia e imagen corporativa o la optimización de costes, durante 2022 eran otras completamente distintas, desde el liderazgo en todas sus formas, hasta la experiencia de empleado o la atracción de talento. Y, cómo no, la gestión del cambio en las organizaciones.