No, no es una frase que esté escrita en el Quijote, pero me juego la izquierda (honrando a su autor) que nuestro querido Hidalgo se lo hubiera dicho a su buen Sancho si cabalgaran juntos por estos lares. Como he comentado en alguna ocasión, es bueno recurrir a los clásicos para recuperar algo de esa cordura que, al igual que a nuestro Hidalgo, se nos queda por el camino malograda por mucho ruido mental y algo de zafiedad comportamental. Entre esa búsqueda de la cordura perdida está la de recuperar algunos comportamientos “virtuosos” que aplicar y usar en el día a día. La virtud es esa disposición del ánimo que nos invita a actuar reiteradamente de forma adecuada como resultado de una “elección”, y se define y cobra sentido siempre con relación a otros, con el comportamiento que tenemos en sociedad, en equipo y, cómo no, en nuestra vida laboral. En concreto me gustaría hoy hablar de la templanza, una virtud que implica actuar con moderación, sobriedad, continencia, equilibrio y mesura.
Puede que hablar de virtud hoy les resulte a muchos desfasado y de un romántico trasnochado, pero a mi modo de ver es una cuestión de pragmatismo contemporáneo y necesario. Lo que nos lleva a la pregunta de ¿para qué nos sirve hoy la templanza? Analicémosla desde 5 puntos de vista para entenderla.
- En clave económico-social
En un mundo que vive en la polarización, donde se dan los extremos, el exceso y el defecto, donde se premia la instantaneidad, donde el sentimentalismo y el victimismo han cobrado fuerza, la templanza se presenta como un elemento equilibrante que nos puede guiar hacia una satisfacción más duradera, aunque más moderada, frente a un placer volátil y una felicidad efímera.
La templanza nos ayuda a mejorar nuestra salud física y mental disminuyendo un estrés autoimpuesto con la contención del exceso de algunos consumos en especial del abuso de las redes sociales, del enganche a la propia exposición y al hedonismo exacerbado, de la adicción a los “likes”, o de nuestra anulación de identidad bajo dependencia de la validación de otros. La templanza nos da la oportunidad de realizar un uso más racional de nuestro estilo de consumo y la gestión de nuestras emociones y relaciones.
Por otro lado, nos ofrece, cual “bálsamo de Fierabrás” que diría nuestro Quijote, una defensa ante cualquier tipo de polarización intransigente y absurda que nos impide discernir o juzgar con al menos cierta imparcialidad, que impida que nos arrastre a “solo sentir” haciéndonos esclavos de la emoción en lugar de ser dueños de ella.
- En clave filosófica
Aristóteles nos habla de que tres son las disposiciones: dos son vicios, una por exceso y otra por defecto, y una virtud, la que se encuentra en el término medio. Pongamos el ejemplo de la ira, con la que nos encontramos diariamente de muchas formas y con diferentes intensidades. El exceso sería la iracundia y el defecto la resignación; el término medio lo resumo con una de sus citas “Cualquiera puede enfadarse, es algo muy sencillo; pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”, doy fe de ello. La templanza entonces no nos obliga a ser tibios, sino a ser precisos y adecuados en la aplicación del comportamiento. Y para apuntalar aún más este precepto recordemos a otro clásico, en este caso del S.XIII Tomás de Aquino, que lo resume de forma magistral “El que no se enoja cuando hay causa justa para enojarse, es inmoral. Porque el enojo busca el bien de la justicia. Y si puedes vivir en medio de la injusticia sin enojo, eres inmoral además de injusto”.
Así pues, la virtud de la templanza entendiéndola como un término medio, requiere de ser un artista del equilibrio, de la adecuación del comportamiento y de mucha “buena elección” en la aplicación del mismo. ¿Acaso esto no es algo que anhelamos en nuestros líderes?
- En clave de talento
“El talento se forja en la calma, el carácter en la tempestad” Johann Wolfgang von Goethe. Y la coyuntura actual está más cerca de la segunda que de la primera, así que tenemos una oportunidad magnífica para forjar “carácter”, y cuando este logre la templanza, en esa calma podremos forjar talento. ¿Esto nos dice algo de lo que valorar cuando hablamos de talento?
La templanza en el liderazgo nos muestra el equilibrio, la sobriedad en uno mismo, nos habla del autogobierno previo para poder gobernar a otros y esto implica comportamientos que muestren ejemplaridad, como la solidez y la serenidad en sus decisiones o la confianza en sus colaboradores. Aunque no es solo esperado en el líder, el colaborador puede y debe emular estos comportamientos y regular también las reacciones con compañeros frente a errores, malos entendidos y una comunicación directa, transparente y honesta pero respetuosa.
Esto es lo ideal, pero ¿es realista? ¿es una utopía? Es comprensible el escepticismo, pero me resisto a caer en él y como soy una “creyente del ser humano”, con sus luces y sombras, me ubico en un “realismo esperanzado”, lo que me sitúa en el término medio entre un entusiasmo ilusorio (exceso) y un pesimismo derrotista (defecto).
- En clave artística
Me apasiona la pintura porque manifiesta el significado trascendiendo al significante. Nos hace “ver” lo que “es” sin palabras. Piero del Pollaiolo en 1470 pinta la virtud clásica de la Templanza en un segundo plano, con un fondo arquitectónico, creando una sensación de profundidad, equilibrio y armonía que refleja la virtud que representa. Muestra una mujer que mezcla agua fría y caliente, simbolizando la moderación y el control de los impulsos. Elegancia, precisión y calma es lo que nos transmite esta obra.
Piero del Pollaiolo. Galleria degli Uffizi, Florencia, Italia
- En clave de humor
El humor nos permite reírnos de nuestras sombras, y como no, de la cruda realidad en la que se generan. En esta ocasión dedico este espacio a crear un término que describa la invisibilidad de la templanza y de aquellos que la ejercen, la evasión del término por la escasez de su impacto mediático, porque “las gentes prefieren el exceso, por notorio” porque “Nos mola un drama…”. Voto por…
”InviTemple”: invisibilidad del “Temple”, acción y efecto de templar el comportamiento humano. Invisibilidad por disposición apacible de una persona. Imperceptibilidad de la valentía serena. Firmeza no vista. Coraje incorpóreo.
- Ejemplo práctico: Paco sufrió un ataque de “InviTemple” en la reunión, obviaron su planteamiento de solución por escasez de emocionalidad y notoriedad tanto en su exposición como en el conflicto.
Entrelazo finalmente la templanza con el pensamiento crítico, porque este último ofrece a la virtud los argumentos lógicos, el análisis con criterio, el discernimiento preciso para actuar con un comportamiento firme y sólido bien elegido frente a cualquier situación, afirmación y opinión que pretenda arrastrarnos a los “vicios” polarizados.
P.D: No confundir un comportamiento templado o “con temple” con falta de coraje, ser un tibio, pusilánime o apocado. Recordemos a Aristóteles y Tomás de Aquino, que para eso nos llevan unos siglos de ventaja.