El tiempo solo se para en los detalles

Maite Sáenz11 noviembre 20223min

Mirar la vida con curiosidad es mirar sus detalles como si fuera la primera vez que nos fijamos en ellos. Paraos a pensar un momento. ¡No hay dos detalles iguales! Incluso en lo más aburrido, monótono y repetitivo podemos encontrar lo diferente simplemente deteniéndonos, respirando y viviendo el momento desde él mismo y en él, no adelantando lo que va a venir porque todos los días son así. Eso hacen los robots, y nosotros, aunque no nos demos cuenta, diariamente nos programamos para parecernos a ellos.

 

Día a día nos olvidamos de que el tiempo sólo se para en los detalles.

De tanto vivir corriendo estamos perdiendo la paciencia y la consciencia; consumimos por impulso, decidimos sin reflexionar, hablamos excesivamente de “lo mío” y escuchamos poco para comprender… y todo ello porque -decimos- no tenemos tiempo. Es cierto. Vivimos al ritmo de un reloj ajeno programado por una vida laboral que acapara nuestro tiempo; por una vida personal hecha de sobrantes de tiempo y por unos sueños que dejamos para cuando tengamos tiempo. Y en esa locura de segundos, minutos y horas que se nos escapan como pompas de jabón al vuelo se van nuestros días, meses y años. La consciencia plena de en qué se han ido la tendremos cuando nos falte tiempo.

El tiempo es nuestro más preciado valor porque por él transita nuestra vida y las condiciones que le damos. Saber administrarlo es un don del que yo carezco pues soy el ejemplo más evidente, reiterado y calamitoso de incapacidad absoluta para dosificar el mío. Pero aún así, siendo como soy un bicho muy raro, los detalles son todo para mí. Le dan sentido a lo que hago, a las personas con las que me relaciono, a los proyectos que acepto y, sobre todo, al sentido que todo y todos tienen para mí. La consciencia de disfrutar el momento evita que me vuelva loca y le aporta calidad y calidez a mi proyecto de vida.

No quiero ser siempre yo. Me gusta ser parte de los demás y de lo que me rodea. Escribo estas líneas desde el tren camino a Sevilla y, a pesar de la cantidad de veces que he hecho este recorrido, me encanta ver que hoy el cielo tiene el azul que me gusta, el que contrasta con el verde terroso del otoño que viste los alcornoques, los olivos y alguna palmera suelta. Estoy trabajando. Este texto es parte de mi trabajo. Y estoy disfrutando como si fuera la primera vez que escribo y viajo a Sevilla porque así es; nada es igual a la última vez.


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