La resiliencia ya existía en la prehistoria y era el elixir de la eterna… supervivencia

Maite Sáenz5 marzo 20257min
Éramos más felices cuando éramos homínidos prehistóricos. Sí, cuando vivíamos al aire libre, cuando corríamos para conseguir alimento y huir de convertirnos en él, cuando caminar era parte de nuestro modo de vida para recolectar semillas, frutas y verduras salvajes, cuando vivíamos en comunidades pequeñas donde todos éramos bien recibidos, incluso la pequeña Benjamina de Atapuerca con su discapacidad. Les dábamos a nuestro cuerpo y a nuestra mente las dosis justas de estrés para no comprometer nuestra supervivencia.

 

«Nuestros cerebros están diseñados para un entorno de hace 200.000 años y la forma en que nuestra salud física y mental se desarrollan en el entorno actual lo refleja». Así lo afirmó Michael Platt, profesor de Wharton durante la Conferencia Anual de Neurociencia celebrada en la Universidad de Pensilvania, en la que, entre otros paneles, se ofreció uno en el que se debatió sobre lo que los homínidos prehistóricos sabían que era el elixir no de la juventud pero sí de la supervivencia.

Durante 30 años, Platt ha estado estudiando una colonia de macacos rhesus que viven libremente en Cayo Santiago, una isla frente a Puerto Rico, cuya genética, cerebro y comportamientos son muy similares a los humanos y cuyo modo de vida se asemeja al de nuestros ancestros prehistóricos. Los monos vivían tranquilos y seguían su ciclo biológico natural hasta que en 2017 arreció el huracán María, de categoría 5, matando a más de 3.000 personas. Ninguno de los animales pereció en la tormenta pero la tensión que experimentaron les hizo envejecer prematuramente. “El estrés afectó a su paisaje molecular”, explica Platt.

Pero la afectación no fue lineal. Se observó que los que consiguieron reponerse mejor habían forjado lazos sociales más profundos y eran más cooperativos frente a los desastres, se habían vuelto más amigables, más amables y más tolerantes. El análisis de sus cerebros corroboró que la corteza prefrontal, que es donde residen las habilidades sociales, se había agrandado.

 

La resiliencia se reveló como la mejor vía para la supervivencia en las mejores condiciones físicas y mentales.

 

El cerebro humano dejó de crecer hace aproximadamente 200.000 millones de años. En la actualidad nueve de cada diez personas confiesan haber tenido estrés alguna vez en su vida y un 40% de la población lo sufre de forma continua, según datos de la OMS. ¿Será por eso que en vez de agrandarse nuestro cerebro ha reducido su tamaño un 3-4% en los últimos 10.000-15.000 años?

Platt no dio respuesta a esta cuestión durante su intervención, más bien al contrario, añadió más elementos para la reflexión, tanto sobre el impacto que tienen en los resultados empresariales las culturas que fomentan el bienestar corporativo como muy especialmente en la influencia que ejerce el líder en ello. “Hay una curva en forma de U hacia la felicidad que toca fondo en la mediana edad, más o menos al mismo tiempo que muchas personas se convierten en gerentes o líderes”. Esta insatisfacción, las más de las veces no reconocida o escondida en el típico “no me da la vida”, no es respecto de su carrera profesional sino de cómo viven su vida personal. Confunden el éxito profesional con el éxito en la vida casi de manera literal, porque descuidan los aspectos que hacen de ella una larga, fructífera y lúcida experiencia. O lo que es lo mismo: bajan la guardia de su resiliencia.

Jen Wagner, un médico, atleta y experto en alto rendimiento que participó también en la conferencia, compartió la que llama la Matriz de Resiliencia, un gráfico que contiene los cuatro componentes básicos para una vida más resiliente:

  • mentalidad,
  • recuperación,
  • combustible y
  • movimiento.

«Es volver a lo básico para ver cómo nos cuidamos día tras día. ¿Qué decisión puedo tomar a las 6 a.m. que va a mejorar mis 6 p.m.?», afirmó.

 

Nuestro cuerpo y nuestro cerebro no son partes disociadas de nuestro ser y las consecuencias de no nutrir su química, su física y su biología son las de envejecerlos antes de tiempo.

 

Un cuerpo achacoso limita nuestro desempeño profesional y un cerebro “viejo” (biológicamente hablando) no es productivo. No sólo se nutren de éxitos profesionales sino del equilibrio entre la conciliación de nuestros ámbitos de vida. Esa es la función del tiempo libre, la de ayudarnos a descansar, a desconectar del trabajo y a conectar con la familia y los amigos, a encontrar tiempo para jugar con nuestros hijos o a conversar con nuestros adolescentes, a mantener el vínculo con nuestros padres, a perfeccionar nuestras aficiones…, en definitiva, a experimentar sentimientos de alegría y tristeza con quienes no cruzan las puertas de la empresa y que nunca se quedarán dentro de ella. “Lo que hacemos en nuestro tiempo libre -explica- Wagner- es parte de la caja de herramientas humanas para vivir una vida plena y, sencillamente, no la estamos utilizando».

Cuando los líderes no olvidan los principios de la resiliencia es cuando se puede hablar de organizaciones comprometidas con el bienestar corporativo. Y no porque sean excelentes resilientes, sino porque reconozcan que la plenitud del ser humano se alcanza con un equilibrio adecuado de desarrollo personal y profesional.


Observatorio de Recursos Humanos

ORH | Observatorio de Recursos Humanos

Desde 2006 trabajamos para ofrecer contenidos e información de valor para el profesional de la gestión de RRHH, con el convencimiento de que el conocimiento, en sus vertientes de creatividad, innovación y aprendizaje continuo, es el principal valor de una dirección eficaz.



Contacta con nosotros


Nuestros Otros Proyectos


Suscríbete al boletín

* campos obligatorios
Acepto las condiciones de uso y la política de privacidad


Síguenos en Redes Sociales