¿Está la IA realmente al servicio del bienestar laboral o se está convirtiendo en un generador de presión?

En plena expansión de la inteligencia artificial en el entorno laboral, surgen señales de alerta que invitan a la reflexión. Aunque la IA promete eficiencia y optimización, según Forbes, el 77% de los empleados que la utilizan afirma que su carga de trabajo ha aumentado. Esta paradoja se agrava en un contexto regulatorio cada vez más exigente: el Reglamento Europeo 2024/1689 clasifica el uso de IA en el trabajo como de “alto riesgo”, exigiendo a las empresas transparencia, supervisión humana y respeto por los derechos fundamentales. Ignorar estas condiciones no solo compromete el cumplimiento normativo, sino que puede derivar en entornos laborales opacos y emocionalmente desgastantes.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
La inteligencia artificial ha irrumpido con fuerza en el entorno laboral español, pero su implementación está lejos de ser homogénea o plenamente funcional. Aunque el discurso dominante la presenta como una herramienta para aliviar la carga de trabajo, los datos revelan una realidad más compleja.
Según el estudio de Cegid y OpinionWay, el 73% de los empleados en España ya ha utilizado herramientas de IA en su trabajo, lo que sitúa al país como líder en adopción frente a otras economías europeas como Francia (58%). Sin embargo, esta adopción no siempre se traduce en una mejora de la experiencia laboral.
Uno de los factores que explican esta paradoja es la falta de formación. A pesar del entusiasmo por la IA, apenas uno de cada diez empleados ha recibido formación específica por parte de su empresa para utilizarla correctamente. El informe del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) refuerza esta idea: el 78% de los trabajadores considera necesario formarse en tecnologías digitales e inteligencia artificial, lo que evidencia una brecha entre la disponibilidad de herramientas y la preparación para usarlas.
En cuanto a la adopción empresarial, el 20% de las empresas españolas ya utiliza sistemas de inteligencia artificial, aunque en su mayoría se encuentran en fase exploratoria o de prueba, según el ONTSI. En contraste, el uso personal de la IA —especialmente en sectores como fintech e insurtech— alcanza cifras del 91%, de acuerdo con Cegid y OpinionWay. Este dato sugiere que los empleados están más familiarizados con estas tecnologías en su vida cotidiana que en sus entornos profesionales, lo que puede generar una brecha entre expectativas y experiencia real en el trabajo.
Este desfase entre lo que se espera de la IA y lo que realmente aporta genera tensiones internas. Las empresas invierten en IA como palanca de crecimiento —el 85% ya ha invertido o prevé hacerlo en los próximos meses, según PwC—, pero sin una estrategia clara de integración, acompañamiento y rediseño de procesos, el resultado puede ser contraproducente: más tareas, más presión y menos sentido de control por parte de los empleados.
¿Por qué los empleados sienten más carga?
La promesa de la inteligencia artificial en el entorno laboral ha sido clara: automatizar tareas repetitivas, liberar tiempo y permitir que los profesionales se centren en actividades de mayor valor. Sin embargo, la experiencia de muchos empleados revela una realidad más ambigua, incluso contradictoria.
Según el informe People at Work 2025 de ADP Research Institute, solo el 13% de los trabajadores españoles cree que la IA influirá positivamente en su trabajo durante el próximo año. Esta baja expectativa contrasta con el entusiasmo empresarial por la tecnología y apunta a una brecha entre lo que se proyecta desde la dirección y lo que se vive en el día a día.
Uno de los factores que explican esta percepción es el aumento de la presión operativa. El estudio de The Valley y Nature indica que la adopción de IA está acelerando los ritmos de trabajo, generando estrés y obligando a los empleados a procesar grandes volúmenes de datos en menos tiempo. En España, más de la mitad de los profesionales reconoce sentirse presionado al trabajar con datos y un 54% tiende incluso a evitarlos, muy por encima de la media global, según Factor Humano.
La falta de formación específica agrava el problema. Esto genera inseguridad, errores y una sensación de improvisación constante. En lugar de liberar tiempo, la IA se convierte en una fuente adicional de tareas: revisar resultados, corregir automatismos, interpretar sugerencias y adaptarse a nuevas interfaces.
Este contexto ha contribuido al aumento de las bajas por salud mental, que ya representan el 17% del total en España, según datos de la Unión General de Trabajadores. La sobrecarga no proviene solo de la cantidad de trabajo, sino de la complejidad añadida por herramientas que no siempre están alineadas con los flujos operativos ni con las capacidades reales de los equipos.
En definitiva, la IA no está generando más trabajo por sí misma, sino que está revelando carencias estructurales en la forma en que las organizaciones gestionan el cambio tecnológico. Sin rediseño de procesos, sin acompañamiento formativo y sin una cultura que integre la tecnología desde lo humano, el resultado es una paradoja: más herramientas, pero menos bienestar.
¿Qué pueden hacer las empresas para que la IA no genere sobrecarga laboral?
- Estrategia y rediseño organizativo: La clave no está en la tecnología, sino en cómo se implementa. La inteligencia artificial puede ser una aliada poderosa para liberar tiempo, mejorar la toma de decisiones y aumentar la eficiencia. Pero si se introduce sin estrategia, sin formación y sin rediseño organizativo, el resultado puede ser justo el contrario: más presión, más tareas y más desconexión.
- Prevención: Según el informe Global Talent Trends 2024 citado por Forbes, más del 80% de los empleados corre el riesgo de sufrir burnout, especialmente en entornos donde la IA se ha implantado sin acompañamiento humano ni adaptación de los ritmos de trabajo.
- Formación: Por otro lado, se observa una falta de confianza y preparación para interactuar con sistemas inteligentes. Esta situación puede revertirse si las empresas invierten en formación práctica y contextualizada. Plataformas como SocraTech y Founderz ofrecen programas que aumentan hasta en un 40% la productividad de los empleados cuando aprenden a usar herramientas como ChatGPT, Copilot o Midjourney de forma aplicada.
Además, el Código de Buenas Prácticas para la IA publicado por la Comisión Europea en 2025 recomienda medidas concretas para evitar impactos negativos:
- Establecer estructuras de gobernanza para supervisar el uso de IA.
- Garantizar la transparencia en los procesos automatizados.
- Formar adecuadamente al personal en el uso ético y funcional de estas herramientas.
- Evitar el sesgo algorítmico y proteger los datos personales.
En definitiva, las empresas deben dejar de ver la IA como una solución mágica y empezar a tratarla como un proceso de transformación que requiere liderazgo, escucha activa y rediseño organizativo. RR.HH. tiene aquí un papel clave: acompañar, formar, medir el impacto y garantizar que la tecnología esté al servicio del bienestar, no del agotamiento.
