Dificultad para mantener relaciones sentimentales, soledad, complejos regímenes fiscales, el agotamiento que produce trabajar a las órdenes del jefe más exigente posible (uno mismo)… Los nómadas digitales tienen el mundo entero para elegir dónde y cómo trabajar. Sobre el papel todo son ventajas, pero hay aspectos de la presencialidad que pueden echarse de menos. La libertad es un bien tremendamente valorado… siempre y cuando no signifique aislamiento. Antes de optar por un medio de vida conviene fijarse también en los posibles inconvenientes.
Trabajar en un entorno bucólico y barato con sueldo de residente en una capital financiera. El relato básico de los llamados nómadas digitales, que hacen del teletrabajo un modo de vida radical, parece imbatible. Sin embargo, tampoco es oro todo lo que reluce en esta tendencia, cada vez más extendida, especialmente entre los jóvenes.
El informe “El lado oscuro de ser un nómada digital” ha entrevistado a 946 de estos profesionales etiquetados como nómadas digitales centrándose en los aspectos menos agradables de su día a día.
Las principales conclusiones son las siguientes:
- El 41% afirma que su estilo de vida afecta a su capacidad para mantener relaciones sentimentales.
- Un 77% ha experimentado agotamiento laboral al menos una vez. Los empresarios (80%) son los más afectados.
- Un 40% se sienten solos a menudo o siempre.
- El 84% se ha enfrentado a problemas fiscales al menos una vez.
Paradójicamente, los nómadas tienen más presente su entorno laboral, y el estrés que lo acompaña, que sus equivalentes recluidos en las oficinas. Así, el redactor de las conclusiones del informa, Max Woolf, de Passport-Photo.Online, recuerda que si un estudio de Adobe revela que el 76% de estos oficinistas a la antigua consulta el correo electrónico fuera del horario laboral, solo el 8% de los nómadas digitales del informe aseguran que no lo hacen nunca, mientras que un importante 31% dice mirar “siempre” cualquier email de trabajo aunque le llegue fuera de las horas que se ha planificado previamente como de ocio, y el 26% dice hacerlo frecuentemente.
A partir de dinámicas como esta, Woolf resume la sensación que amarga la experiencia aparentemente idílica de trabajar en remoto: “Los nómadas digitales se sienten culpables cuando desconectan del trabajo o se toman tiempo libre”.
Quizá por cierto síndrome del impostor, el nómada digital termina trabajando más que antes. El 44% de los entrevistados confiesan que echa más horas en la modalidad laboral de moda que cuando tenían que acudir a la oficina de turno. Solo el 31% cree que ha salido ganando, mientras que el resto no ve que nada haya cambiado en ese sentido.
El 59% de los entrevistados para el informe trabaja 40 horas semanales o menos, un 30% lo hace una media de 40-60 horas y solo el 12% se va a las 60-80 horas o más. Pero lo interesante es su percepción de estas cifras: un 41% considera que trabaja “lo justo y necesario”, un 31% cree que “mucho” y un 28% que “poco”.
Los efectos negativos trascienden, además, lo puramente laboral. Un 40% de los nómadas digitales se sienten solos a menudo o siempre. Además, la cosa va a más conforme se acaba la novedad: tan solo el 29% de quienes llevan siéndolo menos de seis meses afirman sentirse solos a menudo o siempre, mientras que ese porcentaje se dispara hasta un 41% en el caso de los que llevan más tiempo viajando (entre seis meses y más de cinco años).
En cualquier caso, lo más significativa quizá sea que, a pesar de todo, el 94% tiene intención de continuar con su estilo de vida nómada en 2023 y en el futuro.