Por Maite Sáenz, directora de ORH.- El 8 de mayo se ha celebrado el día internacional del burro e inexplicablemente ha pasado desapercibido. Dicen de los burros que rebuznan muy alto para que se les pueda oír a larga distancia. También que sus coces traseras son traicioneras, que muerden cuando se les lleva la contraria y que comen sin hacer remilgos al pasto propio y ajeno porque todo es suyo. No galopan porque se cansan y no son hermosos como los caballos, aunque sí más resistentes y fuertes. Son muy inteligentes y tienen una elevada capacidad de aprendizaje, pero son tercos, muy tercos. Y humildes también.
A ver, este perfil me suena y no por ser peludo y tener cuatro patas. Vivimos tiempos de empecinamiento, de orejeras descomunales hechas a la medida de cada cabeza, de cada ser, de cada diversidad y de cada individualidad. Y todos rebuznamos a la vez compitiendo en decibelios. Coceamos a traición porque donde dije “digo” digo “Diego” y adaptarse es cosa de hacer la cobra y no el camaleón. No comemos, más bien devoramos, arrasando el plato de tiempo, recursos y derechos no solo nuestros sino también los ajenos y los del mundo mundial. Mordemos ante cualquier «expresión» de libertad de expresión que demuestre libertad de pensamiento discordante con el nuestro. Aprender… ¡Ay Dios, aprender! Nos da pereza porque es cansado y nos despeina, dejamos de ser corcel. Y cargar… cargamos con todo, faltaría más.
Los pollinos del siglo XXI son, curiosamente, las mascotas de los progres teletrabajando en el pueblo. Son tannnn monos… Se han puesto de moda por ser burros. ¡Anda, como nosotros! Cada uno en la república independiente de su yo exclusivo somos influencers de nosotros mismos. Ahora que pienso, el asno también tiene marca personal y la determina su humildad. Lo confieso: yo quisiera ser un burro más.
A quien se sienta ofendido por lo leído, gracias por darme la razón, porque este desvarío va por él y por todos, también por mí, que a borrica me ganan pocos. ¡Feliz día de todos los burros!