Por Maite Sáenz, directora de ORH.- El modelo sindical está caduco y hay que buscarle una salida que le dé “sostenibilidad”. Por eso y no por otra cosa nos los quieren meter, a sus inquilinos, en los consejos de administración. La solución propuesta es la solución perfecta para quienes, desde la más vergonzante vagancia, buscan en las puertas giratorias su modo de vida; o peor aún, en la patada en la puerta, ahora que vivir a gastos pagados por otros es un derecho de los no currantes y una pesadilla de los cotizantes. ¡Madre-del-amor-hermoso, okupas de moqueta y sillón!
La idea decayó en un primer round rechazada por la comisión de Trabajo del Congreso de los Diputados, pero no olvidemos que está recogida en el acuerdo de Gobierno entre PSOE y Sumar. ¿La volverán a sacar a pasear? No sé si les va a dar tiempo. Es lo que tiene gobernar desde el activismo sindical, que cae en el suma y sigue de una incontinencia ideológica sin solución de continuidad. Ahora se han entregado desaforadamente a la deslocalización y al modelo rider del empleo doméstico, pero hace nada fue a la jornada laboral, la temporalidad, los despidos a la carta… y todo con un discurso de lucha de clases que nos quiere retrotraer al lumpemproletariado marxista. Quizá lo que esté viviendo su edad de Oro sea la lumpempolítica.
Vivimos en un peligroso escenario de sindicalización de la regulación laboral que quiere resolver los problemas del empleo, que los hay numerosos y profundos, como si la digitalización fuera un clon de la máquina de vapor. Metafóricamente funciona para entender la dimensión de la transformación, pero no aporta ni una idea para ejecutar el cambio. Tampoco para hacer evolucionar los derechos de los trabajadores en un entorno, el de la globalización, que es un oxímoron del proteccionismo cuyos diques de contención están saltando por los aires.
Escribo esto y fuera hay un cielo azul de primavera sembrado de nubes que anuncian tormenta. Son grises, nubarrones en toda regla. A sus pies la vida parece ser la de siempre. Me puedo imaginar la locomotora en el horizonte, con el caballo delante avisando de su llegada. Mi vecino del bajo es el jinete preocupado porque le quedan cuatro días de futuro laboral. El del sexto es su jefe, también preocupado por cómo “transicionar” hacia una economía “infernal”. Y el del ático… ¡ay, el del ático! Es que ese es un okupa; solo piensa en legislar. Nos ha pintado la finca de proclamas y poco más.