Una métrica de la productividad que se adapta a la realidad española 

Ángel Peña4 julio 202311min
Cuatro académicos han puesto en evidencia las carencias para el caso español de métricas convencionales de la productividad como la basada en las horas por trabajador. Proponen una corrección con las encuestas de utilización de la capacidad que permite, por ejemplo, mostrar un interesante cambio de tendencia en nuestra productividad a partir de 2007.

 

La productividad probablemente sea la joya de la corona de los datos que manejan los departamentos de Recursos Humanos. ¿Hasta qué punto se le está sacando rendimiento al capital humano? Para extraer este dato de cada organización, sus responsables necesitan métodos fiables, capaces de interpretar la realidad, de elevar los hechos en bruto a la categoría de conclusiones significativas. Afortunadamente, la ciencia se presta a echar una mano.

El blog de economía “Nada es gratis”, ​​credo en 2009 bajo el auspicio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) propone una interesante aproximación académica con el estudio “Una nueva medida del crecimiento de la productividad para España y otros países europeos”. Sus autores son los profesores Diego Comín, del Dartmouth College; Tom Schmitz, de la Queen Mary University de Londres; Antonella Trigari, de la Bocconi University, y el economista del Banco de España Javier Quintana,

Comienza su análisis constatando la importancia de la productividad como “elemento fundamental que sostiene el crecimiento a largo plazo de las economías”. Más concretamente, inciden en el caso de España, donde “revertir la pobre evolución de la productividad durante las últimas décadas se señala como uno de los principales retos para garantizar el crecimiento de la economía”.

Los cambios en la intensidad de utilización que se producen normalmente en las recesiones no suelen quedar registrados en las bases de datos más usadas

El Informe Anual 2021 del Banco de España o la Estrategia España 2050 del gobierno muestran la preocupación al respecto de nuestras instituciones. Además, sostienen los autores, “el efecto de la pandemia y de las nuevas formas de trabajo sobre la productividad” añaden complejidad al asunto.

El gran obstáculo para avanzar en el análisis de un asunto tan acuciante tiene que ver con la medición. Al contrario que otras variables como las ventas de las empresas o los salarios, explican, “la variable de la productividad no es directamente observable”.

El método clásico de Solow

El estudio recuerda el trabajo pionero en 1957 de Robert Solow, que “definió la productividad total de los factores (PTF) como la parte del crecimiento de la producción que no se explica por crecimiento de los insumos”. Así, bajo el supuesto de competencia perfecta, la PTF se puede calcular como la diferencia entre la tasa de crecimiento de la producción y la tasa de crecimiento de cada uno de los insumos, ponderados por el gasto en cada uno de ellos sobre el total de las ventas.

A partir de ahí, y bajo el impulso de autores como Dale Jorgenson, los investigadores han construido bases de datos con series de crecimiento de la PTF tanto nacionales como sectoriales.

Sin embargo, el informe apunta que el trabajo de Solow “ignora una importante fuente de fluctuaciones de la economía en el corto plazo: la intensidad con la que se utilizan los factores de producción”.

En los países europeos, las medidas de la productividad total de los factores son, en realidad, menos volátiles y no se mueven tanto con el ciclo económico

Lo ilustran con el caso de las recesiones (ejemplo muy apropiado, teniendo en cuenta lo que se nos avecina), cuando los trabajadores tienden a tener menos tareas que realizar por hora trabajada y se da también un menor uso a la maquinaria de la que disponen las empresas. “Estos cambios en la intensidad de utilización no suelen quedar registrados en las bases de datos más comúnmente usadas”.

Recuerdan que los académicos Basu, Fernald y Kimball demostraron que, bajo ciertos supuestos, “los cambios en las horas por trabajador tienen una relación directa con los cambios en la utilización de los factores”. Por lo tanto, “los cambios en las horas por trabajador pueden utilizarse para aproximar la utilización y construir una serie para el crecimiento de la PTF ‘ajustada por utilización’, que debería estar más cerca de captar el verdadero progreso tecnológico”.

La productividad y la intensidad del uso de los factores productivos

Comín, Schmitz, Trigari y Quintana han constatado en su paperRevisiting Productivity Dynamics in Europe: A New Measure of Utilization-Adjusted TFP Growth” que, “mientras que las horas por trabajador son una aproximación adecuada de la utilización no observada en EEUU, el caso es menos claro en Europa debido a las diferencias en la regulación de los respectivos mercados del trabajo”.

La economía española, dicen, es un buen ejemplo. Lo ilustran con el gráfico 1, donde las horas por trabajador en España muestran un fuerte descenso durante el auge económico de 2002-2007 y un posterior aumento durante la crisis de 2008-2012.

Si se tomaran las horas por trabajador como una aproximación de la utilización, habría que concluir el absurdo de que los factores en España bajaban durante los periodos de mayor crecimiento, mientas que la utilización era especialmente alta en los periodos en los que se reducía la producción.

Como alternativa, proponen para un contexto europeo las encuestas de utilización de la capacidad. En concreto, creen que lo más útil sería medir el crecimiento anual de la productividad total de los factores a nivel industrial mediante “una regresión instrumental de un residuo de Solow modificado (ponderando los insumos por su coste en lugar de por su porcentaje de ventas) sobre los cambios en la utilización de la capacidad”.

Las encuestas de utilización de capacidad

Con este mecanismo han estimado el crecimiento anual de la PTF ajustado por beneficios y utilización, a nivel industrial y agregado, para las cinco mayores economías europeas entre 1995 y 2018, y para EEUU entre 1988 y 2020. También han construido series trimestrales para España.

Los resultados difieren significativamente de los extraídos mediante métodos convencionales. El gráfico 2 muestra nuestras series agregadas de PTF para EEUU y un agregado de los cuatro mayores países de la zona euro (Alemania, Francia, Italia y España). Y El gráfico 3 hace lo propio con las series trimestrales para los países del área del euro.

Los autores del estudio concluyen que, en los países europeos, las medidas de la PTF son “menos volátiles que las de Solow o BFK, y no se mueven tanto con el ciclo económico”. Las diferencias son más evidentes durante la Gran Recesión y la crisis de la deuda soberana europea: “En estos años, los métodos de Solow y BFK sugieren un drástico descenso de la productividad de las economías seguido de una rápida recuperación”, mientras que la nueva medición “indica que la productividad tuvo un movimiento mucho más suave”.

Por lo tanto, parece que la encuesta sobre la utilización de la capacidad capta mejor la variación de la utilización no observada en Europa que las horas por trabajador.

El contraste con EEUU resulta significativo: allí, utilizar las horas por trabajador o las encuestas de utilización de la capacidad como proxy de la utilización no observada de los factores “no supone esencialmente ninguna diferencia, ya que, por la mayor flexibilidad del mercado laboral, ambas series están fuertemente correlacionadas”.

Cambio de tendencia en España desde 2007

Aunque siguen mostrando que el nivel de productividad de la economía española es hoy significativamente menor que en 1995, los resultados de aplicar esta nueva métrica al caso español introducen un matiz muy interesante. Al contrario que con las mediciones más habituales, aquí sí que se observa “un cierto cambio de tendencia a partir de la crisis de 2007. Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y la Gran Crisis Financiera, la PTF frenó la caída que venía experimentando hasta entonces, aunque dicho cambio se ha traducido en un estancamiento más que en un crecimiento de la productividad”.

Por si sirve de consuelo, el gráfico 3 muestra también que, con la habitual excepción alemana, la productividad de las grandes economías europeas ha tenido también un “pobre desempeño” en las últimas décadas.


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