Las horas trabajadas siguen cayendo, pero no estamos preparados para la semana laboral 4 días

Maite Sáenz23 febrero 20235min

Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Esta semana hemos tenido conocimiento de dos estudios opuestos pero complementarios. Uno de la Universidad de Cambridge, que da a conocer los resultados de una prueba piloto con la que se ha evidenciado que la semana laboral de 4 horas no está reñida con la productividad sino todo lo contrario, que la puede incrementar. Y otro del Banco de España, que plantea las dificultades que tiene nuestro país para que la fuerza del trabajo sea un motor de competitividad vía productividad.

El informe patrio recopila las series estadísticas que recogen la evolución del número de horas trabajadas por persona ocupada en España desde 1987 hasta 2022 con datos extraídos de la Encuesta de Población Activa.

Según esta fuente, las horas trabajadas al año por ocupado cayeron entre mediados de los años ochenta y 2019 entre 200 y 300 horas, lo que en términos porcentuales significa un descenso de más del 14% y que en cómputo de días puros y duros se traduce en una reducción de la jornada semanal media desde las 37 horas hasta 31,8.

¿Significa esto que ya podemos decir que estamos preparados para abrazar la semana laboral de 4 días? ¡Por Dios, no, rotundamente no! Es como si pensamos que a base de seguir cayendo las horas trabajadas terminaremos por no trabajar. El paraíso tendrá que esperar porque la realidad nos da una buena bofetada.

 

Sí, trabajamos menos pero no todos, ni tampoco trabajamos mejor porque no somos más productivos. ¿Por qué siempre nos pasa lo mismo? ¿Por qué este lastre acompaña secularmente a nuestro modelo productivo, laboral y económico?

 

No soy economista ni experta en estadística, ni siquiera conocedora en profundidad de los entresijos de nuestro mercado laboral, pero soy española y sé de nuestra cultura. Para empezar, el informe pone el foco en la temporalidad, problema secular de nuestra cultura de contratación que está íntimamente ligada a sectores cíclicos propios de nuestro sistema productivo; en el acceso de la mujer al mercado de trabajo, sempiternamente asociado a las jornadas parciales y/o reducidas; y ahora también, con el advenimiento en seniors de los baby boomers, en el envejecimiento de la población y la opción de nuevas alternativas de relación laboral para el abandono progresivo de la etapa activa.

Yo añadiría además, a riesgo de pasarme de lista, que hay una tendencia buenista en nuestro diálogo sindical a reducir las jornadas anuales de manera lineal, sin pensar en otros factores que no mermen la competitividad empresarial porque trabajar menos sin hacerlo mejor es lo que trae. La tecnología, por ejemplo, sería un habilitador de esta mayor productividad a cambio de mayor bienestar (y de un esfuerzo de las partes para hacer de la formación una estrategia-país de competitividad), pero para eso hay que abandonar la tendencia facilona a pensar en horizontal, desde la linealidad y sin la capacidad de ver la multitud de causas y efectos satelitales que rodean el complejo sistema en el que vivimos.

Photo by Kama Tulkibayeva on Unsplash.

 


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