Si escribes para el bot leerás como un bot

Maite Sáenz20 junio 20224min

por Maite Sáenz, directora de ORH.

Está comprobado. Cuelgas un post, una noticia o un comentario titulado “5 tips”, “10 claves” y demás variantes numéricas reductoras del esfuerzo y tienes el éxito asegurado. El propio algoritmo de posicionamiento nos pone orejeras para ir a lo fácil, tanto a la hora de escribir como a la de leer. Si no logramos el semáforo verde en nuestro speech no somos nadie, pero ¿os habéis dado cuenta de que un texto “verde” tiene siempre la misma musiquilla de fondo? No es difícil escribir para lograrlo una vez que te entrenas para ello. No hay nada más fácil que obedecer a una máquina que te dice qué términos utilizar y cuándo. Pero os voy a confesar una cosa: a mí me importa menos y nada el plácet de Mr. Google. Escribo lo que quiero sin dejarme esclavizar por un puñado de key words. El problema es que lo fácil está de moda y, además, no daña nuestras neuronas (la cultura del esfuerzo traumatiza, gobierno dixit).

Las retahílas de consejos configuran nuestros menús de información. La excusa es que nos ahorran tiempo; el efecto es que simplifican nuestra capacidad de análisis y reducen nuestro repositorio de conocimiento. Hemos dejado de experimentar para hacer “nuestro” salmorejo y nos empeñamos en hacer el mejor salmorejo de otro, el del chef o el del influencer de turno. Está bien como prueba, pero no como hábito. Con la escritura y la lectura pasa algo parecido. Escribir sin reducir exige tiempo para reflexionar sobre qué queremos decir y cómo, para elegir nuestras palabras y no las del bot, y para disfrutar encontrando las conexiones y las emociones que le den vida única a nuestro discurso. Y leer bien es experimentar, es elegir, es contrastar, es fluir dentro del hilo conductor, es descubrir lo que conecta los argumentos y es, ¡por Dios!, disfrutar del viaje. El aprendizaje siempre ha sido eso, una excursión permanente para explorar. Cuando era niña mis tardes de domingo libro en mano y bocata en ristre no me las saltaba por nada del mundo. Yo era un personaje más y el mundo que creaba leyendo era sólo mío. Quizá de aquellos momentos me vienen estos arrebatos.

No se puede aprender sin leer bien, es el básico del aprendizaje (ver la pirámide de Glasser). Los que se esfuerzan no se quedan en el leer, ver y oír, y se complican la vida con una buena conversación. Si debatiéramos más discutiríamos menos. Después están los que se animan a escribir matando dos pájaros de un tiro: ponen en orden las ideas y cultivan su capacidad de expresión escrita, cosa necesaria visto lo visto y lo que está por ver. Y en la base de los que más aprenden están los que enseñan, y me refiero a los que tienen el don y el arte de saber enseñar, no a los que recalan ahí vete tú a saber por qué.

Leer el diagonal no es leer, aunque presumamos de engordar así nuestra biblioteca, y escribir para el algoritmo no es escribir, porque no lo hacemos pensando, de verdad, en lo que queremos decir.


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