El autoliderazgo de la buena persona

Maite Sáenz9 febrero 20245min
el autoliderazgo de la buena persona
Por Maite Sáenz, directora de ORH.- “Que sea buena persona y lo demás ya vendrá”. Eso es lo que solemos anhelar los padres para nuestros hijos quizá porque en el momento en que les vemos abrir los ojos por primera vez comprendemos con nítida claridad qué es la vida. Ahora, el padre de las inteligencias múltiples, Howard Gardner, nos da la razón desde Harvard. En una entrevista a un medio español ha afirmado que no se puede ser buen profesional sin ser buena persona y que la excelencia en el trabajo es impensable sin ética personal. Así dicho queda niquelado pero, ¿os acordáis de lo que se hizo -y se sigue haciendo- con su teoría de la diversidad? Que se reinterpretó para segregar, tal cual. Sumémosle la variable bondad y el resultado me da miedo, la verdad.

 

Para empezar hay que reconocer que este mundo nuestro nos pone muy difícil ser bueno profesionalmente siendo bueno personalmente o, al menos, intentando serlo, que ya es mucho. Cuando las inteligencias múltiples entran en acción en su versión interesada los valores éticos se individualizan; la diversidad escalada al infinito multiplica los yo, y las interpretaciones de todo, incluidas las de lo que está bien y lo que está mal, los alimentan.

Ya seamos empleados, organizaciones o instituciones, conducirnos por la vida tomando decisiones desde la bondad (me refiero a la ecuanimidad, la justicia, la razonabilidad, la proporcionalidad, la empatía e incluso la generosidad, entre otros criterios) supone vivir en un conflicto interno permanente fruto del asedio externo que implica no tener una ética compartida.

Este sinvivir no es nuevo, es tan antiguo como la humanidad y ha ido creciendo a lo largo de nuestra historia hasta llegar a lo que tenemos hoy: un maremágnum de percepciones que día a día nos complica la convivencia.

 

Gardner dice que las malas personas todo lo más que pueden alcanzar es a tener pericia técnica, que no es lo mismo que excelencia profesional. Ya nos ha cambiado el paradigma del éxito. A la mente nos vienen no pocos “referentes” actuales en esto de la magnificencia empresarial que, con las lentes de Gartner, se reducen a tipos listos, inteligentes, zorros como se diría ahora, y poco más.

 

Aquí viene lo fundamental: ¿Qué es ser buena persona? ¿Es ser educado? ¿Ser amable? ¿Es escuchar? ¿Es complacer? ¿Es compartir? ¿Es ser generoso? ¿Es donar? La definición más extendida es la de que una buena persona es aquella que siempre desea lo mejor para los demás y actúa en consecuencia. Ni es altruismo ni es filantropía. Es obrar desde el respeto a los demás, y la buena fe es el resultado de ello. Se puede actuar con mala fe estando convencido de hacer lo correcto, pero eso no te exime de ser mala persona. Ser conscientes de lo falibles que somos es el principio del respeto hacia los demás. Por eso el más bueno desde siempre ha sido, es y será el más humilde, porque crece desde la consciencia de su insignificancia.

Photo by Clay Banks on Unsplash.

 

 


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