¿Luchan las empresas contra la hiperconexión de sus empleados?
Por Fernando Calvo, director de People & Culture de HAYS para el Sur de Europa – La transformación digital ha revolucionado el mundo y nuestras vidas, empezando por nuestro ámbito laboral, donde la conectividad constante a dispositivos digitales se ha convertido en un hábito. Esto repercute en nuestro día a día y, a veces, lo hace de forma negativa.
Por ejemplo, en forma de fatiga informática derivada de la falta de una necesaria desconexión digital, y es que llega un momento en que, por muy comprometidos que estemos con nuestro trabajo, debemos saber apagar e irnos.
Si hasta hace pocos años las limitaciones tecnológicas establecían claramente una línea divisoria entre lo laboral y lo personal, los avances en el ámbito TIC han terminado por difuminar esos límites y nos abocan a un escenario en el que podemos seguir estando operativos mucho más allá de nuestro horario laboral. Nuestras organizaciones, nuestros clientes, nuestros proveedores, saben que la tecnología actual nos permite estar al otro lado en cualquier momento, y esta conexión permanente nos expone a la posibilidad de sufrir el llamado “tecnoestrés”, o el estrés derivado del uso de medios digitales —principalmente el correo electrónico— con fines laborales durante nuestro tiempo libre.
A esa disponibilidad ilimitada cabe sumar el hecho de que vivimos hiperconectados a diversas redes sociales con las que apuntalamos y proyectamos nuestra imagen social. Uno de ellas es LinkedIn, mediante la que reforzamos nuestro valor como profesionales. Y, de nuevo, nos encontramos mezclando nuestro ámbito privado con el laboral, haciendo desvanecer los límites y exponiéndonos a incrementar nuestro nivel de estrés y dañar nuestra salud mental.
Seis de cada diez
Según el estudio “Working anytime, anywhere: the effects on the world of work”, publicado en 2017 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 61% de los encuestados invierte tiempo extra, con respecto al establecido en sus contratos, en seguir trabajando a través de dispositivos electrónicos.
Otro reciente informe de la consultora Kantar revela datos impactantes, apuntando que el empleado promedio enfrenta una abrumadora media de 1.602 correos electrónicos sin leer y 47 mensajes de WhatsApp sin responder. Mientras que una encuesta de 2022 realizada por InfoJobs refuerza esta realidad al indicar que seis de cada diez españoles (una cifra muy similar a la del estudio de la OIT) continúan atendiendo llamadas, mensajes o correos laborales incluso durante sus vacaciones. Además, según el mismo estudio, a lo largo del año, el 72% de los trabajadores se conecta al trabajo fuera de su horario laboral.
Todos estos estudios corroboran la creciente tendencia hacia esa desaparición de la barrera entre vida laboral y tiempo personal, que si no se controla adecuadamente puede repercutir en la salud y bienestar emocional de las personas.
Fomentar la desconexión digital
Así pues, que las organizaciones favorezcan esta constante conexión al trabajo de sus empleados es mayormente un falso mito. Lo saben muy bien los profesionales de los Recursos Humanos de tantísimas empresas que han implementado protocolos internos para garantizar la desconexión digital de sus plantillas. Medidas que evitan que efectos como el mencionado tecnoestrés —y el consiguiente burnout— causen efecto en su performance. Porque, como humanos que somos, necesitamos desconectar, y nuestra salud mental nos va en ello.
Que las organizaciones favorezcan esta constante conexión al trabajo de sus empleados es, mayormente, un falso mito.
En sectores altamente competitivos, donde la constante presión por la disponibilidad del personal ha generado la fuga de talento, hemos observado una respuesta más rápida: las organizaciones han adoptado con mayor celeridad medidas enfocadas a preservar el bienestar de sus trabajadores. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer en una vida que, a todos los niveles, es cada vez más digital. Ante esta realidad, cada empresa debe desarrollar sus propias dinámicas para lograr un equilibrio óptimo entre sus trabajadores. Y estas dinámicas pasan necesariamente por establecer unos límites claros de desconexión que no comprometan su bienestar y, por ende, la calidad de su trabajo.
Ejemplo de ello son herramientas como el Servicio de Apoyo Psicológico que, bien gestionado, funciona muy bien. Pues, más allá de identificar dificultades o irregularidades en el entorno laboral, ayuda a gestionar preocupaciones, inquietudes y aspectos personales de los profesionales lo que, al final, contribuye a su bienestar emocional. Una fórmula básica para dar lo mejor de sí en el trabajo, y en la vida.