Y en el centro de las organizaciones… siempre el negocio

Maite Sáenz20 marzo 20249min
Por Francisco Puertas, presidente de Hastee España y Portugal.- En el vertiginoso y pragmático mundo empresarial de hoy, todavía seguimos viendo y escuchando a muchos autores de la literatura de gestión, e incluso a muchos gurús de RRHH declamar con fervor aquello de “el empleado siempre debe estar en el centro de la empresa”, ensalzando la idea de lo importante que son las personas en las empresas. Este mantra, impregnado de ilusión, aunque muy poco veraz, todavía se sostiene en los momentos de bonanza económica y buenos resultados de negocio cuando el viento sopla a favor. Sin embargo, cuando las tempestades económicas azotan y las finanzas se tambalean, surge una pregunta inquietante: ¿qué lugar ocupa realmente el empleado en la jerarquía de prioridades corporativas?

 

La Realidad: sin un negocio exitoso, no puede haber empleos

El ideal de promulgar a los cuatro vientos que la estrategia de las empresas debe colocar al empleado en el centro de la empresa, aportando un envoltorio «cuqui» y buscando promover un ambiente laboral idílico con políticas de RR.HH. diseñadas para nutrir el desarrollo, la satisfacción y el bienestar del personal, suele funcionar únicamente en los momentos de crecimiento del negocio. Incluso tenemos infinidad de estudios que han demostrado que tal enfoque, en esos momentos de euforia empresarial, puede traer mejoras en la productividad, en la innovación y en la fortaleza cultural. No obstante, la realidad empresarial es frecuentemente menos poética. Cuando las empresas se enfrentan a crisis económicas, a caídas vertiginosas en las ventas o a los efectos de decisiones estratégicas erróneas, la sostenibilidad del negocio se convierte en la prioridad absoluta de la compañía, llevándose por delante la gran mayoría de estos principios dulcemente proclamados.

Según un informe de McKinsey de 2021, durante las recesiones económicas, aproximadamente el 40% de las empresas cortan su fuerza laboral de manera significativa. De igual manera, un estudio de Deloitte afirma que las empresas que tratan de mantener un equilibrio entre la gestión eficaz de la partida de personas y la focalización en la sostenibilidad del negocio tienen un 60% más de probabilidades de sobrevivir a una recesión.

 

Estas cifras no solo ilustran el complejo equilibrio entre mantener una cultura centrada en el empleado y tomar decisiones pragmáticas de negocio, sino que también destacan una realidad ineludible de primero de ADE: El negocio debe prevalecer siempre y, en especial, en tiempos de crisis.

Entre el cielo y el suelo…

Ejemplos de empresas que han tenido que reestructurar drásticamente sus operaciones en tiempos difíciles abundan. Desde gigantes tecnológicos hasta startups emergentes, la historia corporativa está repleta de decisiones difíciles tomadas en nombre de la supervivencia empresarial. Recuerdo las dos últimas e importantes crisis en España: la crisis del 93, después de la expo de Sevilla y las olimpiadas en Barcelona, y la crisis de 2008, en donde la salida de profesionales de las compañías fue abrumadora. En la crisis de 1993, la tasa de desempleo llegó hasta el 24%, y hubo tres depreciaciones de la peseta en menos de 8 meses. La crisis del 2008 fue más larga e intensa. El estallido de la burbuja inmobiliaria, los bancos al borde de la quiebra, la falta de liquidez de las empresas y la incapacidad de los usuarios de hacer frente a las deudas derivaron en una crisis económica generalizada que afectó enormemente a España. Entre los datos más devastadores se encontró el número de parados con más de 3,7 millones de desempleados en España. Nadie durante esos angustiosos cinco años que duró la crisis del 2008 pensó en mejorar la experiencia del empleado ni hacer más atractivo el proceso de onboarding, sino en cómo podríamos ayudar al negocio a mantenerse y a resistir el envite de la recesión, para poder conservar nuestros propios empleos.

La tensión entre mantener una cultura organizacional centrada en el empleado y la necesidad de tomar decisiones difíciles por el bien del negocio plantea no solo un dilema pragmático, sino también ético. Y digo ético porque, como docente en la función de personas, tengo la responsabilidad de hacer llegar tanto a los futuros profesionales de los RRHH como a los actuales profesionales que trabajan en la función de personas, algo que, por básico, se nos olvida: “El negocio es el principio y el final de cualquier empresa mercantil. Todo por y para el negocio”. Incluso los propios accionistas, que son los verdaderos propietarios del negocio, hacen infinitos esfuerzos y sacrificios (no retirando dividendos, ampliando el capital social, apalancándose más…) para que la cuenta de resultados prevalezca por encima de todo… y el negocio sobreviva.

Siempre he creído que el abanico de servicios que manejamos y que desplegamos desde las áreas de Personas hacia el empleado y la organización, va a depender de en qué punto del ciclo y coyuntura de negocio se encuentre cada empresa. Como maestro de orquesta, el director de recursos humanos escogerá los ingredientes que tocan y apliquen en cada momento. Como decía el maestro compositor italiano Giuseppe Verdi, “Ogni cosa ha il suo tempo e il suo momento” (todo a su tiempo y en su momento). Y en este sentido me parece determinante que la transparencia y la comunicación abierta y honesta a los empleados sobre la situación real del negocio y de los posibles escenarios futuros, sea una necesidad constante y un objetivo permanente de la función de personas. Y esta es, sin duda, la manera de gestionar ética e higiénicamente la realidad de la compañía con un enfoque realmente humanístico.

Y finalmente, para darle una respuesta al lugar que realmente ocupa el empleado en la jerarquía de prioridades corporativas, quiero remarcar que el capital humano de las organizaciones sigue siendo y será el factor diferenciador de cualquier negocio empresarial, siendo la pieza vital y diferenciadora del engranaje. Y que aportar una visión humanística a la gestión empresarial es dotar al negocio de personalidad, de color y de vida propia; pero sabiendo que al capital humano también se le aplica de manera literal la teoría piramidal de Maslow sobre las necesidades organizativas: en la base y por encima de todo está la necesidad de supervivencia de la empresa, después vendrá la seguridad, a continuación, las necesidades sociales… etc.

Salvad al Soldado Ryan

Para terminar, creo que la idea de que los empleados deben estar en el centro de todas las decisiones empresariales es un propósito tan noble como deseable. Sin embargo, la supervivencia y el éxito del negocio en cualquier circunstancia debe ser siempre la prioridad. Salvar el núcleo del negocio -aun cuando parezca que se aleja del ideal de poner a los empleados primero- es una estrategia que asegura la supervivencia y el futuro tanto de la empresa como de sus profesionales. Y este debe ser el mantra, no solo de la empresa sino de la propia función de personas, que a veces nos confundimos en un exceso de edulcorar nuestra profesión.

Esta no es una invitación al cinismo, sino un llamamiento al pragmatismo de una realidad que está ahí. Aceptarla no solo asegura la viabilidad a largo plazo de la empresa, sino que fortalece y da credibilidad de la función de personas protegiendo los empleos y el bienestar de los trabajadores en el futuro.

 

En la película de la gestión empresarial, el negocio siempre será el protagonista.


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