Manifiesto del auténtico talento para la mejora radical de la productividad

Maite Sáenz20 diciembre 20237min
Por Juan Carlos Cubeiro, experto en management, liderazgo y transformación del talento.- Nuestro problema económico más serio es la productividad y la competitividad. Antes de la pandemia, nuestro país se situaba en el puesto número 36, lejos del quinteto de cabeza: Estados Unidos, Hong Kong, Singapur, Países Bajos y Suiza, y en Europa tras los nórdicos, Irlanda, Alemania, Austria, el Reino Unido, Bélgica, Francia, Chequia, las repúblicas bálticas, Portugal y Polonia. Las causas, según IMD, son los precios (28º), la legislación sobre empresas (37º), la política fiscal (45º), el funcionamiento del mercado laboral (55º) y las infraestructuras científicas (28º).

Por si esto fuera poco, la productividad en España sigue su caída sostenida desde hace décadas. Me temo que se debe a que la mayoría de los empresarios y directivos de nuestro país no tienen claro lo que es el talento y, por tanto, no lo gestionan como debieran. De ahí este «Manifiesto del auténtico talento para la mejora radical de la productividad» en diez puntos:

  1. El talento no es sinónimo de “personas” ni de “recursos humanos”. El talento es poner en valor lo que sabemos, podemos y queremos hacer. Valor es lo que el cliente espera de ti. La excelencia es superar las expectativas del cliente.
  2. El talento no es fijo (se tiene o no se tiene) sino dinámico: el talento se libera. Porque se compone de capacidad (aptitud + actitud), compromiso y contexto.
  3. La empleabilidad de los profesionales depende de definir bien el talento como una inteligencia especial, que “elige bien las metas, maneja la información, gestiona las emociones y practica las virtudes de la acción” (José Antonio Marina). La empleabilidad depende de la “aprendibilidad”, que es la capacidad y voluntad de aprender constantemente, la gran ventaja competitiva.
  4. En el talento, la actitud (nuestra postura ante la vida) es determinante. Viene después de la aptitud (cuidado con los ignorantes “motivados”) y se concreta en el lenguaje que empleamos, en la gestión de las emociones y en nuestra presencia (comunicación no verbal). La actitud determina la “altitud”, la grandeza profesional y personal.
  5. La pandemia debería habernos enseñado a reforzar nuestro sistema inmune a través del compromiso, que es la energía que ponemos al proyecto vital y empresarial. Si la energía física es baja, el talento está agotado; si no dispone de energía mental, el talento está descentrado; si la energía emocional es negativa, está desanimado; y si carece de la energía espiritual, por incoherencia de valores, el talento es anómico.
  6. El liderazgo ya no es lo que era. Hoy, el liderazgo es el talento para influir decisivamente en los demás desde la autoridad moral, la credibilidad y el ejemplo. No tiene por qué coincidir con el cargo. Las nuevas generaciones, milenials y centenials, no soportan a los tiranos, a los jefes cuyo único estilo directivo es el “ordeno y mando”.
  7. El liderazgo de cada un@ de nosotr@s se debe medir científicamente con las herramientas adecuadas. Hemos pervertido los test Covid (primero, porque no disponíamos de ellos; en la sexta ola, para “dar negativo” e ir a las fiestas navideñas). Los test sirven para conocernos (nuestra opinión y a nuestro alrededor, en un doble 360º profesional y personal) para mantener nuestras fortalezas y aprovechar oportunidades. Si no mides, no consigues.
  8. La tecnología sustituye al trabajo (de bajo valor añadido, porque se puede automatizar) y potencia el empleo (el empleo del talento). Es la paradoja “Ironman vs Terminator”. Por eso coexisten en esta “tormenta perfecta del empleo” la escasez, que ya es penuria, del empleo, y tasas insoportables de desempleo que en España doblan, tanto en crisis como en bonanza, la media de la Unión Europea.
  9. El reto del talento individual es convertirse en talento colectivo, generar sinergias. Por ello, un equipo, sea el comité de dirección, un equipo comercial o de proyecto, el “espíritu de equipo” de una organización, no se improvisa. Necesita de visión compartida y diversidad, de confianza y compromiso, de foco y aprendizaje.
  10. Los líderes-coaches deben ser “GeFes”, “Generadores de Felicidad”. La felicidad es en un 40% voluntaria, y depende de 12 actividades deliberadas como la gratitud, el optimismo inteligente y la fluidez; la amabilidad, las relaciones personales y saborear la vida; la resiliencia, dejar de dar vueltas a las cosas y el perdón; los objetivos, los valores y el ejercicio físico y mental. La felicidad lleva al éxito y no al revés.

En palabras de Mark Twain, “no es lo que no sabemos lo que nos mete en líos, sino lo que damos por cierto y no lo es”. Damos por cierto, si no en el discurso sí en la realidad cotidiana, que “las personas son lo más importante de la compañía” y que el talento es fijo, básicamente inteligencia, conocimientos, y que el liderazgo es otro nombre que le damos a la jefatura, que ni se mide ni se desarrolla. Absolutamente falso. Los profesionales y las empresas que sigan ese obsoleto paradigma están acabados.

La mayoría de los empresarios y directivos de nuestro país no tienen claro lo que es el talento y, por tanto, no lo gestionan como debieran.


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