Las meta competencias nos hacen libres

Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Además de convertirnos en un candidato con posibilidades o en un empleado con potencial, las meta competencias nos hacen libres. ¿Y cómo puede ser eso si, como nos desengañó Sócrates, “sólo sabemos que no sabemos nada”? ¿Atados a nuestra ignorancia? No, precisamente por lo contrario, porque nos hacen conscientes de la grandeza del todo y de la insignificancia de las partes. Si somos capaces de entender esta relación de causalidad, ubicando la libertad en nuestra propia capacidad para decidir cómo llegar a ella, ya estaremos en posesión de una de dichas meta competencias: el pensamiento crítico.

En las empresas -y en la sociedad todita toda pero ahí no me quiero meter- está perdida en combate y con ella lo está también la capacidad de hacer frente a los complejos problemas, retos y oportunidades que tenemos ante nosotros. La innovación es consecuencia del pensamiento crítico, la resolución de problemas también, y qué decir de la capacidad de adaptación. O pensamos más allá de la caja, poniendo en entredicho lo que vemos y lo que sabemos, o no descubriremos lo invisible a nuestros ojos y lo por descubrir en nuestro razonamiento.

Cuando tenemos la voluntad de cuestionarnos el porqué de lo que vemos y de lo que nos dicen que tenemos que ver adquirimos una mirada propia, formada e informada, que nos permite decidir por nosotros mismos, acertar, equivocarnos, dar la vuelta, insistir, abrir nuevas puertas, hacer un descanso… ¿Acaso hay un mayor signo de libertad que la autonomía de ser únicos de pensamiento que no de pensamiento único?

Al pensamiento crítico se llega cuando hay afán de saber, curiosidad por entender y valentía para disentir bien armado de argumentos. Pensar desde la crítica es pensar desde el análisis, la reflexión, el contraste de ideas, la búsqueda consciente de los opuestos y no necesariamente la conciliación (o reconciliación). No es la duda como negación, la duda sempiterna que no quiere avanzar, es la duda como descubrimiento de la consistencia de las ideas. La maleta del pensador crítico es parca pero poderosa y a una isla desierta sólo se llevaría una cosa: humildad. Parece poca cosa porque es un concepto que, a pesar de que en su etimología latina, humus, nos recordaba que polvo somos y en polvo nos convertiremos, precisamente trabajar las manos con ella, con lo que nos alimenta, redujo su significado a lo pobre de nacimiento y de conocimiento. En las empresas necesitamos a mucha más gente que trabaje la tierra, que siembre, que riegue, que abone, que ponga un tutor a esta rama y que pode aquella otra para que el tronco crezca más fuerte. Si os dais cuenta aquí hay alusiones para todos: los de abajo, los de en medio y los de arriba. Más humildes y menos soberbios, no por excelentes sino por parcos.

Las metacompetencias tienen mucho de disciplina porque no son fruto de la ciencia infusa. Siguiendo el símil de la tierra, se cultivan, y siguiendo otro símil, el del arte, se perfeccionan. Curiosamente tuvo que ser un prusiano, el emperador Federico II de Prusia, quien lo expresara con tanta exactitud: “Conocimientos puede tenerlos cualquiera, pero el arte de pensar es el regalo más escaso de la naturaleza”.

Si somos capaces de entender esta relación de causalidad, ubicando la libertad en nuestra propia capacidad para decidir cómo llegar a ella, ya estaremos en posesión de una meta competencia: el pensamiento crítico.

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