Cuatro ‘weareables’ para mejorar la productividad en el trabajo

Ángel Peña17 agosto 20238min
Los relojes para disminuir las bajas laborales, las lentillas y gafas de realidad aumentada aplicadas a la logística, los microchips para gestionar los datos con mayor agilidad y los exoesqueletos para los trabajos pesados son ejemplos de dispositivos ya utilizados por empresas concretas como Generali o Audi.

 

Desde el gólem judío a Frankenstein, las posibilidades de alterar la anatomía humana han históricamente causado más temor que ilusión. La era hipertecnológica, internet mediante, está cambiando el paradigma.

La moda de los wearables, dispositivos electrónicos inteligentes incorporados a la ropa o directamente al cuerpo como implantes o accesorios, crece a pasos agigantados. Según GlobalData, su mercado ha crecido el 19% entre 2018 y 2023, y para este año se le prevén ingresos de más de 50.000 millones de euros.

Hasta ahora su uso se había centrado en la salud y la actividad física, pero los expertos de la gestión empresarial ya le ven un potencial más que notable. Así, Lisa Breuer se pregunta en un detallado análisis en Handesblatt “cómo podría cambiar esto el mundo laboral y cuáles son los riesgos” y destaca cuatro tecnologías:

 

1. Relojes y wearables para empleados más saludables (y menos bajas)

El punto de partida básico entronca con el mencionado origen en el sector salud: “A las empresas también les interesa que sus empleados lleven una vida diaria saludable”. No es de extrañar que, en este sentido, los seguros tengan mucho que decir. De hecho, Breuer cita la conclusión de Dirk Brandt, portavoz de Generali, sobre la aplicación en su empresa de estos aparatos: «Los empleados reciben atractivas recompensas por llevar un estilo de vida saludable y, al mismo tiempo, hacen algo por su salud».

El programa es voluntario, pero Breuer recurre al filósofo de la tecnología Oliver Bendel para dar la de arena: «Considero la app una intrusión en la intimidad de los empleados, tanto si la participación es voluntaria como si no». Aunque, como suele pasar, en Estados Unidos van más allá, como ilustra el caso de la aseguradora Aetna, que ha experimentado con rastreadores de fitness que controlan el sueño de sus empleados: si los empleados duermen más de siete horas por noche, pueden ganar dinero extra.

 

2. Lentillas inteligentes y gafas de realidad aumentada para la logística

Breuer pone el ejemplo de Audi para ilustrar el potencial de las gafas de realidad aumentada en logística con hologramas tridimensionales en los almacenes: “Las estanterías, los contenedores o los componentes se proyectan directamente en el campo de visión”, facilitando a los empleados las proporciones.

Más futurista, recuerda que Mojo Vision está trabajando en prototipos de lentes de contacto con micropantallas integradas para “proyectar ayudas a la navegación, mensajes y datos médicos en la retina o reconocer los movimientos oculares del usuario”, que “podrían ayudar a los ingenieros a mantener y reparar máquinas complicadas tomándoles fotos y vídeos y suministrándoles información”.

 

3. Microchips para la agilidad de la gestión datos

Uno de los temas recurrentes de las tecnopesadillas del cine y la televisión actual. Breuer se centra aquí en la tecnología Near Field Communication (NFC), que todos llevamos ya en las tarjetas de crédito para el pago contactless: “Los empleados de la oficina pronto podrían llevar su llave dentro, guardar todas las contraseñas en la mano y hacer pedidos en Internet para la empresa. Lo único que tendrían que hacer es almacenar los datos adecuados en sus implantes”.

Aquí el Pepito Grillo de turno es Marit Hansen, comisaria de protección de datos de Schleswig-Holstein: «Los chips NFC suelen tener un número de serie que puede leerse por medios sencillos», con lo que un implante podría llegar a ser identificable cuando se leyera en voz alta.

 

4. Exoesqueletos para el trabajo pesado

A quién no le vendrían mal unos cuantos huesos y músculos extra, aunque sean de metal o plástico. Tom Cruise utilizó uno, con su pericia habitual, para salvar el mundo en Al filo del mañana. Menos espectacular que la militar pero tremendamente práctica es la aplicación a la logística. Breuer lo ilustra con La empresa de paquetería DPD, que probó el año pasado para un modelo de exoesqueleto activo para “ayudar a los empleados a transportar paquetes especialmente pesados en el almacén”. Tras un año de prueba, en DPD se han pasado a los soportes pasivos porque los otros “son mucho más pesados de transportar debido a los motores que llevan en el cuerpo”.

 

El problema de la privacidad
Aunque nadie duda del inmenso potencial de los weareables, los expertos también avisan del riesgo que conlleva su uso intensivo. En un artículo para el Centre for International Governance Innovation, Marie Lamensch, recuerda un momento clave al respecto: la pandemia. “En tiempos de crisis, el uso de interfaces tecnológicas puede beneficiar al público en general. Y, durante estas crisis, los ciudadanos pueden estar más dispuestos a renunciar a derechos esenciales”.

A continuación, recuerda un libro clave en la polémica sobre la privacidad de los datos, La era del capitalismo de vigilancia. En él, Shoshana Zubof argumenta que esta nueva era que denuncia surgió a raíz del 11 de septiembre de 2001, cuando las autoridades recopilaron la mayor cantidad de información posible para proteger a sus ciudadanos. Lamensch añade que, en el contexto de la pandemia de COVID-19, Apple y Google, por ejemplo, afirmaron que ‘nunca ha habido un momento más importante para trabajar juntos para resolver uno de los problemas más apremiantes del mundo”.

En tiempos de crisis, admite, “el uso de interfaces tecnológicas puede beneficiar al público en general… Pero esta normalización del monitoreo y seguimiento del cuerpo no debe tomarse a la ligera. ¿Cómo equilibramos la seguridad pública y la privacidad en tiempos de tales riesgos para la seguridad nacional?”

Lamensch cita un informe Como descubrieron los investigadores del Centro de Ética Edmond J. Safra según el cual “existen implicaciones a largo plazo para la «vigilancia del cuerpo humano por parte de gobiernos, empresas privadas, gobiernos, empleadores y otras entidades que tienen interés en nuestros datos».


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