La economía colaborativa tiene su cara y su cruz. La cara es la naturaleza disruptiva de su modelo de negocio que desintermedia la prestación de un producto o servicio haciendo de cualquiera de nosotros un agente activo e independiente; la cruz es que su eficiencia rompe el principio de autonomía profesional que le caracteriza. El falso autónomo, en este caso, lo es aun habiendo elegido su destino, porque las reglas del juego, las reales, poco distan de las de un esquema tradicional.
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