Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Situar a la persona en el centro de la organización es mucho más que un discurso para vestir el employer branding. Hacerlo significa tomar decisiones que lo demuestren traduciendo su intencionalidad en un hilo transversal que se ejecute en todos los procesos internos. De esta manera, el foco en los individuos no se convertirá en un “parque de atracciones” de opciones centradas solamente en las expectativas del empleado sino que adquirirá valor de estrategia de negocio compatibilizando la respuesta a las necesidades de las personas con las necesidades empresariales.
Gartner habla de “human deal” para acotar aún más la intencionalidad de poner el foco en las personas a la hora de construir las propuestas de valor al empleado. La idea es sugerente, pero echo en falta lo de siempre: un aterrizaje mucho más prosaico para que la realidad no arruine una buena idea o, como decimos en mi profesión, para que la realidad no te arruine un buen reportaje. A ver: la propuesta de valor al empleado no es un framework de checks que cumplir. Tampoco es una campaña de comunicación. Da igual que contenga un exhaustivo catálogo de opciones adaptadas al momento vital de cada empleado y a su ciclo dentro de la compañía. Poco importa que sea súper creativa, diseñada interna o externamente o que se base en las encuestas de clima y n consultas a los empleados. Pongo en cuarentena hasta el nivel de adhesión que registren sus condiciones o lo mucho que atraiga el talento externo como indicador de su éxito.
Lo mollar es cómo se lleva la filosofía que la inspira al día a día de la experiencia del empleado y muy especialmente al día a día del manager. ¿Hemos implicado al jefe en la construcción de la propuesta? ¿La ve coherente con la dinámica de trabajo real? ¿Tiene herramientas para convertirla en hábitos y en procesos? Y sobre todo, ¿cómo puede ayudarle en su rol de responsable de equipo?
Publicitar un mensaje de “la persona en el centro” es un riesgo en los tiempos que corren porque es imposible tenerlo todo atado y bien atado. A las empresas les pasa como a los políticos, que siempre están expuestas, y por eso hay que tener cuidado con los eslóganes. Aquí no se trata de vender más sino de vender bien y para todos; el punto de interés no puede estar sólo en el empleado aunque hablemos de propuesta de valor para él, y para eso hace falta complicarse tanto como la verdadera identidad de la organización nos permita.
Cualquier diseño o rediseño en la PVE ha de prever previamente un escaneo de los procesos a los que afecta y de las personas que han de transcribirla en tiempo real, porque, si no, pesará más el coste de su oferta que el retorno de su implementación. Y no, no me vale quedarse en los KPIS’s de la PVE, porque lo que aporta valor es entender el efecto dominó, a veces sutil a veces evidente, que desencadena el ritmo y el rumbo de cada organización.
