Cifras de desempleo récord y con la perspectiva de ser la primera generación en ser más pobre que la de sus padres. Los milennials -aquellos nacidos entre 1980 y 2000- se enfrentan a un presente difícil y a un futuro incierto. Aun así, no renuncian a abanderar una filosofía del trabajo que les permita, también, disfrutar de la vida, una aspiración que trasladan a las empresas a cambio de aportar su mejor talento. La pregunta, pues, que se hacen las organizaciones es: “¿Cómo podemos crear un mundo “millennium” para una generación “millennium”? Así la plantea Amanda Zambon, de la consultora British American Business, una de las expertas con las que ha contado del periodista financiero de The Guardian Rupert Neate para analizar la adaptación de las empresas al cambio generacional.
En su trabajo, Neate recuerda cómo en un estudio que PwC realizó entre más de 44.000 personas de 18 países se constataba la necesidad de “con el fin de fomentar un mayor sentido de compromiso entre la generación del milenio, transformar la dinámica del núcleo del lugar de trabajo”. Espacios abiertos, flexibilidad, proyecto, conciliación, comunicación… todas estas son, además de palabras habituales en el vocabulario de los jóvenes profesionales, una declaración de prioridades laborales que anteponen, incluso, a sustanciosas retribuciones o a promesas de carrera de rápido desarrollo. De hecho, la misma encuesta recoge que una de cada cinco mujeres y el 15% de los hombres estarían dispuestos a aceptar un salario reducido o un ritmo desacelerado de su promoción a cambio de menos horas de jornada. Es quizá este vuelco de “lo que de verdad importa” lo que ha descolocado a la jerarquía organizacional y lo que está provocando que la respuesta esté siendo lenta y precavida, tanto que cuatro de cada seis millennials querrían poder trabajar más desde casa y al 66% les gustaría tener libertad para distribuir su tiempo de trabajo.