¿Está la universidad en peligro, en favor de otras fórmulas formativas más especializadas?

Jaime Rodríguez14 junio 20227min

Fórmulas menos generalistas que las de los grados al uso. Y es que, en un mundo en busca de especialización rápida, la educación superior ¿todavía prepara a las personas para el mercado de trabajo actual? Los directivos y los responsables de Formación y Desarrollo seguro que llevan un tiempo haciéndose esa pregunta, enfrentándose, como lo hacen, a retos como gestionar equipos en diferentes franjas horarias, rentabilizar los cursos llevados a cabo, medir de forma efectiva el ROI o conseguir la óptima retención de la información por parte de sus empleados. El MIT Sloan School of Management aborda el tema sin tapujos: las calificaciones académicas indican cuánto ha estudiado un candidato, pero su desempeño en una prueba de inteligencia refleja su capacidad real para aprender, razonar y pensar lógicamente.

En una era de evolución laboral impredecible es cada vez más arriesgado argumentar que la adquisición de conocimientos, que estaba asociada históricamente con un título universitario, siga siendo relevante para lograr un puesto de trabajo.

Aunque a medida que las certificaciones universitarias se vuelven más comunes, los reclutadores y los empleadores las exigen cada vez más, con independencia de si realmente se requieren para un puesto específico. Y es que ciertas investigaciones muestran que la correlación entre el nivel de educación superior y el rendimiento profesional es más bien débil, y que determinadas capacidades relacionadas con la inteligencia emocional son un indicador mucho mejor del potencial laboral de una persona.

Restablecer la utilidad de las titulaciones

Si tuviéramos que elegir entre un candidato con un título universitario y otro con un elevado grado de inteligencia emocional, cabría esperar que este último supere al primero en la mayoría de los procesos de selección; particularmente cuando sean para trabajos que requieran pensamiento y aprendizaje constantes. Es decir, que según la management school del Massachusetts Institute of Technology, las universidades podrían aumentar sustancialmente el valor de sus títulos académicos si dedicaran más tiempo a enseñar a sus estudiantes habilidades blandas críticas.

Porque a medida que crece el impacto de la IA y la tecnología disruptiva, los candidatos que pueden realizar tareas que las máquinas no pueden llevar a cabo se vuelven más valiosos. Existe una gran oportunidad para que las universidades restablezcan su relevancia al enseñar a sus estudiantes inteligencia emocional, resiliencia, empatía, integridad, capacidad de aprendizaje y habilidades de liderazgo.

A menudo, se escucha a los empleadores y líderes empresariales lamentar la desafortunada brecha entre lo que los estudiantes aprenden en la universidad y lo que realmente se espera que sepan para estar preparados para el trabajo. Esto es particularmente alarmante a la luz de la gran cantidad –que no deja de aumentar– de personas que se gradúan de la universidad: más del 40% de las personas de 25 a 34 años en los países de la OCDE y por encima del 50% en los Estados Unidos.

Aunque la educación está económicamente premiada (según un informe reciente de The Economist, el ROI de un título universitario nunca ha sido más alto para los jóvenes), el valor agregado de un título universitario disminuye –como rezan las leyes no escritas de la oferta y la demanda– a medida que aumenta el número de graduados.

Ser curioso y tener una mente “hambrienta”

Además, señala el MIT Sloan, en una era de disrupción omnipresente hay varios argumentos basados ​​en datos que cuestionan su valor real. En primer lugar, las revisiones meta-analíticas dejan claro que las calificaciones académicas indican cuánto ha estudiado un candidato, pero su desempeño en una prueba de inteligencia refleja su capacidad real para aprender, razonar y pensar lógicamente.

Cuando los empleadores otorgan valor a las calificaciones universitarias, a menudo es porque las ven como un indicador fiable de la competencia intelectual de un candidato. Si ese es su enfoque, ¿por qué no usar evaluaciones psicológicas en su lugar, que son mucho más predictivas del rendimiento profesional y laboral futuro?

Es poco probable que los reclutadores y los empleadores se dejen impresionar por los candidatos a menos que puedan demostrar un cierto grado de habilidades interpersonales. Esta es quizás una de las mayores diferencias entre lo que las universidades y los empleadores buscan en los solicitantes. Si bien los empleadores quieren candidatos con niveles más altos de inteligencia emocional, resiliencia, empatía e integridad, rara vez son atributos que las universidades fomenten (o seleccionen, además de la nota del bachiller, a la hora de admitir estudiantes según numerus clausus).

En una encuesta reciente de ManpowerGroup a dos millares de empleadores, más del 50% de las organizaciones mencionaron la resolución de problemas, la colaboración, el servicio al cliente y la comunicación como las habilidades más valoradas. y en la misma línea, un informe reciente de Josh Bersin señala que los empleadores de hoy en día tienen la misma probabilidad de seleccionar candidatos por su adaptabilidad, adecuación cultural y potencial de crecimiento que por las habilidades técnicas demandadas (por ejemplo, análisis de datos o computación en la nube). Además, empresas como Google, Amazon y Microsoft han destacado la importancia de la capacidad de aprendizaje: ser curioso y tener una mente “hambrienta”, como indicador clave del potencial profesional.

En definitiva, el MIT Sloan considera que las exigencias del mercado justifican claramente un cambio de paradigma. Cada vez mayor número de estudiantes gastan más y más dinero en educación superior, y las empresas pueden ayudar a cambiar la narrativa al poner menos peso en la “educación superior” como medida de competencia intelectual y potencial laboral y, en cambio, abordar la contratación con una mentalidad más abierta.


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