El bienestar del empleado en la era poscoronavirus

Redacción7 septiembre 20218min

¿Y ahora, qué? Quizá sea ésta la pregunta más escuchada por quienes nos dedicamos al wellbeing corporativo; y muestra una preocupación generalizada, clara y evidente por la salud. Si analizamos la situación, como empleados no nos preocupa (mucho) si habrá que usar mascarillas o si tendremos que seguir recurriendo al gel hidroalcohólico varias veces al día. Tampoco si nuestros puestos de trabajo físicos tendrán una mampara que nos separe de los compañeros de al lado, o si habrá una distancia de 2 metros entre puesto y puesto. ¿Sabéis por qué? Porque no depende de nosotros. Esperamos instrucciones y las seguiremos del mejor modo posible el tiempo que sea necesario.

Con un programa de wellbeing corporativo efectivo y bien implementado las compañías logran plantillas más comprometidas, sanas, felices, productivas y con un mayor grado de orgullo de pertenencia al equipo y a la marca.

Fran Murcia, ‘wellbeing manager’ de Willis Towers Watson en España.

Lo que sí depende de nosotros es mejorar la capacidad de respuesta que tendremos a la evolución de esta pandemia o a futuras que puedan surgir. Nos hemos dado cuenta de que un virus puede parar el mundo y lo único que está realmente en nuestra mano es la prevención.

La pandemia nos ha enseñado que todos y cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad individual de adecuar muchos de nuestros hábitos al nuevo contexto. Hemos de asumir como habituales, y de por vida, protocolos de higiene que no en todos los países y culturas lo han sido (o lo han sido en distinto grado) hasta la llegada de la Covid-19, como la higiene periódica de manos, guardar distancias de seguridad interpersonal cuando es posible o el  uso de mascarilla ante síntomas que puedan ser causadas por un proceso vírico. Y hemos empezado a tener más consciencia de que nuestro sistema inmunitario es importante y hay que reforzarlo desde ya.

En definitiva, hemos ganado conocimiento y actitud hacia la máxima de que todo lo que podamos hacer por nuestra salud será, en gran medida, lo que fortalezca la barrera de que dispongamos para protegernos de entrar en una UCI. Pero la tarea como individuos no es fácil, especialmente cuando una gran parte de nuestro tiempo lo dedicamos a ejercer nuestra labor profesional.

En este contexto, la pregunta que personalmente me hago, y creo debe hacer pensar a los responsables de recursos humanos de las compañías es: ¿Qué puedo/debo hacer para aportar mi granito de arena en la mejora de la salud de mis empleados? La respuesta es tan sencilla como compleja: actuar. Y el wellbeing corporativo es una de las herramientas idóneas para hacerlo.

Con un programa de wellbeing corporativo efectivo y bien implementado las compañías logran plantillas más comprometidas, sanas, felices, productivas y con un mayor grado de orgullo de pertenencia al equipo y a la marca. No perdamos de vista que el equipo humano es el motor de una empresa. Y para la empresa ese equipo humano ha de ser su familia. Una familia que, a diferencia de la real, eligen ambas partes, y a la que la empresa tiene obligación de cuidar, proteger y potenciar.

Me consta que en algunas empresas sigue existiendo el error de considerar la inversión en programas de wellbeing corporativo como un mero gasto.  Me gustaría poner mi granito de arena para, en base a mi experiencia, ayudar a cambiar esa percepción hacia lo que es realmente un programa corporativo de bienestar del empleado: una inversión rentable con retorno a medio plazo para la compañía y a corto plazo para el empleado.

Lo primero que debe hacer una compañía es conocer qué está haciendo para garantizar el bienestar de su “familia”. Analizar elestado actual de sus programas en esta materia, si los están percibiendo y utilizando los empleados y en qué grado y, sobre todo, si tiene la posibilidad de mejorarlos.

Una vez hecho este análisis, han de incorporarse las herramientas necesarias al alcance de la plantilla. Hablamos de superar acciones básicas, como llevar fruta a la oficina o contratar un plan de acceso a gimnasios, que son tan loables como, por sí solas, insuficientes a la hora de lograr un impacto en la salud el empleado o en la mejora de sus hábitos. Una empresa debe plantear una estrategia real, accesible y sencilla, acorde a sus posibilidades pero, sobre todo, que llegue a todo el mundo (o la mayor parte de él), independientemente de sus preferencias, circunstancias y necesidades.

Implementado el modelo, la compañía ha de acompañar a sus empleados para que tomen todas las ventajas de él. Porque todo aquello que hagamos y a lo que no le demos un seguimiento y un acompañamiento tiende al abandono. El ser humano es así y no podemos luchar contra lo imposible. En la mayoría de los casos necesitamos sentir que alguien con nombre, apellido, teléfono y correo electrónico está ahí para acompañarnos en el camino hacia una vida más sana y productiva. De hecho, de ahí surge el perfil del wellbeing manager, cada día más habitual en las empresas.

Finalmente, es crucial medir los resultados del modelo y sus programas. Sólo con esta cuantificación podremos tener una visión realista de en qué se traduce, en términos de mejora, el gasto que se hizo inicialmente para su implementación y desarrollo. Sin poder cuantificar esa mejora, el perfil responsable de recursos humanos de una compañía no tendrá argumentos para exponer al director financiero que el gasto en bienestar no es simplemente un gasto. Pero si es capaz de mostrar datos de rentabilidad real de la inversión, su entrada a la sala de juntas del comité de la empresa será triunfal.

Aviso para navegantes: antes, y por encima de todo lo expuesto, hay un aspecto clave: querer hacerlo de verdad. ¿Cuántas veces optamos por aquello que me va a costar menos “vender” a mi comité de dirección, aunque tenga serias sospechas de que no funcionará del todo bien? Más de las deseables. Y todos lo sabemos. Pongámonos, pues, manos a la obra. Involucrémonos y argumentemos la rentabilidad de los programas de wellbeing. Porque, en términos de salud, bienestar y productividad del empleado, esa rentabilidad es mucha, deseable y necesaria.

La respuesta a la pregunta ¿y ahora, qué? es clara: actuar ya.

Fran Murcia, coach y wellbeing manager de Willis Towers Watson en España


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