Tarde noche de jueves. Un día con su colección de piedritas en el zapato. Noto el cansancio. Un día muy apretado de una semana muy apretada. Hasta aquí me han traído varios. Clientes empoltronados en sus funciones. Cansinos. Conocidos que utilizan el whatsapp como un medio de comunicación síncrono. Cansinos. Familiares alrededor de los cuales orbitan las vacaciones de verano. Cansinos. Bancos que aburren con su ortodoxia contable. Cansinos. Corro el riesgo de que entre cualquier otra en esta cansina lista. Dejar todo ordenado antes de ir a la cama se convierte en una tarea titánica. Desisto. Me pongo el despertador a las seis para hacer todo lo que queda pendiente. Me desmayo antes de tocar la almohada.
Suena el despertador. Salto de la cama. Como siempre. Nunca me ha costado. Soy golondrina más que buho. Lo que ayer era la muralla china hoy es una construcción de arena. Me quito de encima las tareas pendientes mucho antes de lo que pensaba ayer. Lo que parecía media hora se convierte en cinco minutos. 300 segundos. Y listo. Hay veces que el tiempo y un poco de reposo nos cambia el ánimo. Y nos ayuda a afrontar la vida con más energía. Fundamental para buscar la excelencia. Aquello, que como dice Mario Alonso Puig, es el resultado de ocuparse más de lo que otros consideran lógico, de arriesgarse más de lo que otros consideran seguro, de soñar más de lo que otros consideran práctico y de esperar más de los que otros consideran posible. Por ese más es por lo que hay que luchar. Sin que nos cargue la conciencia retirarnos a nuestros nidos para volver más tarde recuperados. Pura biología.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras.