COMUNICACIÓN- Las claves de la comunicación energética

Maite Sáenz11 marzo 201211min

Angel Olaz, Consultor de RR.HH.

Al igual que “la energía ni se degrada ni se destruye, sólo se transforma”, la comunicación es un proceso que moldeamos con distintos caudales de energía en función de nuestros estados emocionales. El cómo de la comunicación es tanto o más importante que su qué.

LA COMUNICACIÓN COMO FUENTE DE ENERGÍA

Ya lo decían los físicos: “La energía, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. Y es que cuando nos comunicamos no siempre empleamos el mismo caudal de energía porque el estado de ánimo frente al interlocutor varía en función de nuestro estado emocional.

Seguro que en más de una ocasión, cuando hemos mantenido una reunión con nuestros colaboradores más cercanos, ha flotado en el ambiente la sensación de no haber “conectado” lo suficiente para haber trasladado la motivación adecuada y, por tanto, cumplir nuestras expectativas. No olvidemos que, en esencia, la comunicación en el contexto de los equipos de trabajo guarda una estrecha relación con la capacidad para persuadir, seducir e influenciar a nuestros interlocutores.

TIPOLOGÍAS COMUNICATIVAS

Así pues, una cuestión es lo que se dice y otra bien distinta –y, a menudo, puede que de forma divergente– cómo se dice. Pensemos por un momento, en la cantidad de tipos de comunicación que podemos emplear conscientemente o no, en función de la combinación de nuestros recursos comunicativos: la palabra y los sonidos.

De este modo podemos precisar 4 tipos de comunicación (Gráfico 1), algunos más ensayados que otros:

. Comunicación Verbal Oral: Presencia de palabras y sonidos.

. Comunicación Verbal Escrita: Presencia de palabras y ausencia de sonidos.

. Comunicación Gestual: Ausencia de palabras y sonidos.

. Comunicación Paralingüística: Ausencia de palabras y presencia de sonidos.

Entonces, y volviendo a esa falta de sintonía antes apuntada, ¿es posible que un inadecuado equilibrio entre las palabras y sonidos sea la causante? Trataremos de indicar alguna idea en esa dirección y para ello nada mejor que volver a nuestra etapa de estudiantes. ¿Por qué retroceder en el tiempo? Creo que a nadie se le escapan esas largas y tediosas clases en las que, al lado de nuestros compañeros de pupitre, tuvimos que soportar durante el largo ejercicio académico el sopor que producían las largas peroratas del avezado maestro, donde quedaba claramente definido lo que se decía y al tiempo la poca gracia de cómo lo contaba. Claro ejemplo, por tanto, de la sapiencia intelectual del ponente o dicho de otro modo, “lo bien que decía las cosas” y lo poco estimulante de cómo llegaba a los demás.

Dicen que “para gustos están los colores” y por eso no debe olvidarse otro bloque de oradores que, lejos de los eruditos conocimientos de los anteriores, suplían su ciencia con otro tipo de acento, esta vez marcado sobre el cómo decían las cosas y sobre todo cómo, con sus silencios más o menos medidos, “ticks” voluntarios o no, posiblemente no profundizaban de la misma forma, pero lograban con sus gestos mantener una tensión emocional suficiente para que las dos o tres ideas claves de su discurso quedaran fijadas en nuestro corazón y mente por largo tiempo.

Para seguir con nuestro catalogo de oradores no pueden faltar los dos extremos: aquellos que además de saber lo que decían no olvidaban cómo había que decirlo y, por supuesto, la de aquellos que además de no enfocar su qué tampoco sabían emplear el cómo, bloque por desgracia más común de lo esperado.

ALGUNOS RECURSOS CON LOS QUE CONTAR

Según el esquema propuesto, hasta aquí parece más o menos lógico pensar que formemos parte de alguno de estos estilos de comunicación, lo cual se convierte en un acertado punto de partida para, por lo menos, reflexionar si merece la pena acercarnos a ese ideal donde tanto el qué como el cómo se mimetizan.

Buscando posibilidades de mejora sólo dedicaremos unas líneas al qué, porque la variable clave tras la cual éste puede perfeccionarse guarda relación con los conocimientos sobre el tema. No es, por tanto, una cuestión de inspiración sino de transpiración y, mientras no se demuestre lo contrario, eso significa “sudar”, es decir, trabajar en el contenido de los mensajes que se quieren trasladar a los demás.

Pero el “más difícil todavía” viene de la mano del cómo digo las cosas. Todos sabemos que hay personas -y permítaseme la expresión- que “con más razón que un santo” pero sin maneras pueden perder toda su capacidad de convicción. Mientras que otras, con un qué ligeramente debilitado pero arropado con un cómo sugerente, pueden, como antes se señalaba, persuadir, seducir e influenciar al prójimo (próximo).

Es aquí donde la comunicación gestual (ausencia de palabras y sonidos) y la paralingüística (ausencia de palabras y presencia de sonidos) adquieren su verdadera dimensión, resultando curioso que el denominador común de ambas sea el hecho de que las palabras dejen de tener el protagonismo principal del acto comunicacional.

Así pues, si de lo que se trata es de combinar sonidos y gestos, estos son algunos elementos que oportunamente ensayados pueden remarcar nuestra actuación comunicativa:

. La “naturalidad contenida” o, dicho de otro modo, dosificar nuestras emociones atemperándolas  o cargándolas en función de la intensidad de lo que se está diciendo. Es lo que en la comunicación verbal escrita manejamos de maravilla, cuando señalamos un párrafo en negrita se subraya o simplemente ¡se pone la frase entre exclamaciones!

. La “belleza del silencio” o la posibilidad de remarcar una idea tras un paréntesis ( ), antes o después de una idea clave. No olvidemos que el preámbulo de un silencio alerta a los interlocutores de lo que se ha de escuchar y, por otro lado, la cadencia que se produce tras un mensaje invita a la reflexión.

. La “coreografía espacial” o la recreación de posturas y movimientos que enfaticen el contenido de lo que se está pensando y se desea compartir emocionalmente con nuestros interlocutores (temor, ira, bondad, comprensión, placidez, empatía…).

. Los “espejos transparentes” o la imitación de gestos, posturas o “ ticks “ que representa nuestro interlocutor, como si se tratara de reproducir la imagen que proyecta sobre nosotros (espejo), aunque devuelta de forma suavizada -nuestro contertulio debe parecernos una ventana a la que asomarnos- evitando posibles susceptibilidades.

CONCLUSIONES

Todos poseemos importantes y a menudo ignorados “depósitos comunicacionales” que, lejos de estar vacíos, pueden suministrar energía de manera continua al desarrollo de nuestros comportamientos. Por ello, si cuando nos comunicamos somos capaces de regular nuestro caudal  energético, es probable que si nuestro qué no es de los mejores un buen cómo pueda ayudarnos a compensar nuestras carencias, buscando siempre la efectividad del mensaje.

Expresiones del tipo “no existe comunicación entre nosotros” o “la comunicación está rota” no dejan de ser afirmaciones demasiado extremas porque alternativamente:

. la comunicación puede no desarrollarse de forma tan continua como antes (pero sigue existiendo aunque de otra forma) y/o,

. la comunicación está interrumpida (pero ello no niega la existencia de otros elementos tales como emisor, receptor, canal, contexto, medio, etc.) y/o,

. la conexión se ha visto alterada en alguno de sus componentes, lo cual requerirá examinarlos más detenidamente o potenciarlos de forma más efectiva.

Es como si esa falta de “sintonía” no fuera más que una cuestión de “banda” y “dial”, pero no necesariamente del “aparato emisor / receptor” que interactúa.

Hablando de energía, la comunicación es algo que nos rodea e involucra continua e incesantemente en el desarrollo de los quehaceres profesionales (que en el fondo son personales), dependiendo de nuestras necesidades, pero también de nuestro convencimiento y de la capacidad de encender los “motores” de un vehículo que nos permitirá recorrer ese largo camino laboral con el mínimo repostaje posible.

Y es que ya lo decían los físicos: “La energía ni se crea ni se destruye solamente se transforma”.

BIBLIOGRAFIA

. Kinsey, C. (2008): Sin Palabras. La fuerza de la comunicación no verbal en el trabajo. Integral. Barcelona.

. Davis, F. (1971): Inside Intuition – What we knew about non – verbal Communication. Mc Graw Hill Book Company. New York.

. Estulin, D. (2005): Sabiduría China para Hablar en Público. CIE Dossat 2000. Madrid.

. Gladwell, M. (2005): The Power of Thinking Without Thinking. Inteligencia Intuitiva (Edición en castellano). Taurus Pensamiento. Madrid.

. Goleman D. (2006): Inteligencia social. Kairos. Barcelona.

. O’Connor, J. y Seymour, J. (1993): Introducing Neuro–Linguistic Programming. The Aquarian Press. London.

. Pease, A. (1981): Body Language. How to Read Others’ Thoughts by Their Gestures. Sheldon Press. London.

. Punset, E. (2005): El Viaje a la Felicidad. Ediciones Destino. Barcelona.


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