El talento más buscado viene del pasado. ¿En serio?

Por Maite Sáenz.- Os voy a contar la historia de Antonio. Antonio es real, es amigo mío y se llama… Antonio. Trabaja en una tecnológica y es de mi quinta: ya no cumple los cuarenta ni los cincuenta. ¿Carne de prejubilación? No, qué va, hace unos meses puede y no por su voluntad, como luego os contaré, pero ahora faltan tantos ingenieros seniors como los que han pasado a disfrutar de la vida post laboral con más o menos holgura y, eso sí, dejando de cotizar. Que les quiten lo “bailao” y ojalá yo estuviera entre ellos. La cuestión es que a Antonio aún le queda vida laboral por delante.
El enemigo estaba en casa. Las jubilaciones anticipadas, que se planteaban con una manera de aminorar costes de personal a corto plazo, se han convertido en un boomerang que no sólo está noqueando a las empresas sino que las está dejando “sin sentío” ni capacidad de reacción. De tanto adelgazar se han quedado en el esqueleto. No tienen talento ni bueno, ni malo ni mediocre ni del grupo de los “sin identificar”. Les falta, literalmente, mucha, mucha gente para seguir ganando proyectos y para competir en los mercados internacionales, donde está el gran pastel de la facturación de los próximos años.
Los jóvenes STEM no dan ni en número ni en experiencia ni en espectro de conocimiento para cumplir con lo que se necesita porque, amigos míos, en el mundo del trabajo la experiencia sí que es un grado, aunque nos hayan querido convencer de que es un fardo.
Antonio, como os decía, es un ingeniero de los de antes, curtido en mil batallas nacionales e internacionales y orgulloso protagonista de hitos que le llenaron de satisfacción durante años. En los últimos años ha visto llegar, pasar y marchar a muchos jóvenes con motivaciones muy distintas a las suyas y tan legítimas como ellas. Ellos practican el “veni-vidi” y si no “vici”, pues a otra empresa y sin contraoferta que les valga para dar marcha atrás. Los sprints cortos que mueven las decisiones de los Z y los millennials en el fondo le dan un poquito de envidia a Antonio, que en su fuero interno hubiera querido echar al menos una cana laboral al aire en su vida. Pero cuando empezó eran otros tiempos. El compromiso se sobreentendía, no había journey del empleado o, esperad, sí, sí lo había, pero con muchas más dosis de realidad que ahora y menos procesos que la mataran.
A Antonio todavía le quedan unos cuantos años de vida laboral, y envidia por los que ya pasaron a mejor vida no tiene (me refiero a vida laboral no activa). Acaban de asignarle a un nuevo proyecto y se ha puesto a estudiar. Sí y por su cuenta. No ha esperado a que su empresa le ofrezca un curso de reciclaje profesional. Me decía el otro día: “Yo lo que quiero es que en las reuniones del equipo me vean como alguien que puede aportar con conocimiento de causa, y para eso tengo que estar al día de todo lo nuevo que supone echar a andar este proyecto, que es mucho”. Pero es que, además, mi querido amigo se ha lanzado a aprender alemán, porque el cliente es alemán y sabe que “demostrarle que me estoy esforzando por conectar con él desde su cultura y con su idioma será bueno para el proyecto porque me ganaré su confianza”. ¿Un senior con iniciativa, con curiosidad, con learnability? Si nos sorprende es que no tenemos ojos en la cara para apreciar los muchos Antonios que están ahí, que quieren trabajar y que necesitamos que trabajen con sprints de fondo para proyectos a largo.