Por David Reyero Trapiello, HR Business Partner en Sanofi Iberia.
Dicen los psicólogos que hay cinco grandes miedos universales que pueden limitar nuestro avance a la plenitud vital: la muerte, la pérdida de autonomía, la soledad, la mutilación y los daños y perjuicios a nuestro ego. Hoy hablaré sobre el miedo a la grandeza, un ejemplo de temor a dañar nuestro ego.
Un temor que nos dificulta desplegar nuestra grandeza, subir nuestro nivel, alcanzar nuestra mejor versión. Una actitud que nos impulsa a jugar a no perder y no a ganar, no sea que a futuro no podamos cumplir esta expectativa que estamos hoy generando. Uno de los miedos más inconscientes y relacionados con el mundo profesional.
Un temor que puede parecer absurdo, irracional, pero muy real y que Mandela describió brillantemente en su toma de posesión como presidente de Sudáfrica. Él fue ejemplar en esto y nos animaba con acierto a no quedarnos por debajo de nuestro potencial, a no renunciar a nuestras ilusiones, a romper nuestras creencias limitantes y techos de cristal.
Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados, sino darnos cuenta de que realmente somos poderosos sin límite. Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?»
En mi experiencia acompañando a profesionales en sus planes de desarrollo me he encontrado más de una vez con este miedo a la grandeza. Personas con excelentes actitudes e intenciones, pero que les incomodaba hablar o profundizar en sus fortalezas, ser sanamente ambiciosas, visualizarse a cinco años vista con una contribución laboral más estratégica (en su rol actual o en un desarrollo horizontal o vertical).
Personas que demostraban de alguna manera “miedo escénico” que diría Valdano, que les costaba jugar a ganar por los riegos de perder algunos partidos y afrontar adversidades.
Temían en definitiva fracasarse a sí mismos y a los demás, no lograr éxitos sostenidos, ponerse demasiada presión, complicarse la vida innecesariamente ensanchando su zona de confort y activando sus mejores capacidades.
¿Por qué nos da miedo nuestra grandeza?
Múltiples razones sustentan este miedo: la constatación de muchos casos de fracasos y de frustraciones de personas que lo intentaron y no lo lograron, lo incómodo del exigente viaje para ser grandes, por la presión que nos metemos hacia el futuro, por nuestros sesgos educativos que no fomentan nuestra excelencia, porque nos pesan nuestras creencias limitantes…
Preocupaciones y excusas naturales y sensatas, pero que nos alejan de nuestros legítimos sueños y de vivir con más plenitud e intensidad.
Creo que vale más la pena afrontar algunos fracasos que no crecer y dimitir de intentar acercarnos a nuestro mejor potencial. Sin duda, es más gratificante si asumimos la responsabilidad con nuestro propósito, estar comprometido con nuestras ilusiones, que mirar la vida desde la barrera. Seguramente no será fácil, probablemente será apasionante. “Quemar las naves” de nuestro nivel actual y sumergirnos en la travesía de nuestra mejora personal.
La vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”, decía John Lennon.
Él nos animaba a vivir plenamente y no a medio gas. A afrontar nuestros miedos y ser fieles a nuestra grandeza personal.
Una actitud para la que no se requiere ser un gran líder sino solo una persona honesta consigo misma, un “héroe cotidiano” que supera sus naturales temores y avanza con luces y sombras hacia un destino vital y profesional más genuino.
Foto de Joshua Earle en Unsplash
