
Caminan entre nosotros, con la mirada abstraída y la pisada lánguida. El colega que se desploma en la cafetera, el gerente de proyecto que mira por la ventana… Ellos son la fuerza laboral zombie: un ejército de empleados que no encuentran inspiración en el trabajo. Hay más «muertos trabajando» de los que imaginamos. Según un estudio reciente de Aon Hewitt, menos de la cuarta parte de los empleados del mundo están clasificados como «altamente» dedicados a sus trabajos, mientras que solo el 39% lo están de manera «moderada». El resto, los 5 millones de personas encuestados por esta consultora, se encuentran en el limbo de los «sin compromiso». Alguna vez fueron valiosos para la organización, se sintieron parte de ella y estuvieron llenos de vida y grandes ideas pero ahora son sólo “cadáveres reanimados” que transitan por ella sin ánimo y sin alma.
Este párrafo lo hemos extraído del artículo “Is your colleague a zombie worker?”, escrito por Anna Bruce-Lockhart, Editora del blog del World Economic Forum, y en él la autora se formula las preguntas que esta realidad, tan cierta como triste, obliga a hacerse: ¿Por qué esto importa? ¿Qué está socavando la vitalidad de los trabajadores? ¿Qué lección podemos aprender de todo ello?
Vayamos por orden. A la primera cuestión, Anna recuerda que aparte de la tragedia humana de empleados que pasan ocho horas al día sin sentirse satisfechos, la distancia que establecen con sus empresas se filtra a la sociedad infectándola del mismo mal: cuando los niveles de compromiso entre los empleados son bajos, las empresas reportan una mayor rotación del personal, más absentismo y menor satisfacción del cliente. Esta debilidad del sector empresarial conduce a una disminución de la prosperidad nacional y después una caída de los niveles de vida colectivos de las personas. En cifras, esta reacción en cadena cuesta a los negocios estadounidenses 550 mil millones de dólares al año, según Gallup. Todo tiene que ver con la competitividad, explica un economista del Foro Económico Mundial, Xavier Sala-I Martin: «Las naciones que son más competitivas son más productivas y, por lo tanto, son más capaces de satisfacer las necesidades sociales de sus personas». En resumen: el compromiso conduce a la productividad, ésta a la prosperidad, y todo ello deriva en sociedades más justas y felices.
Respecto a la segunda pregunta, la autora habla de la creciente ansiedad causada por la naturaleza cambiante de los empleos y el auge de las máquinas. Ken Oehler, de Aon Hewitt, lo explicó así en la web HR Drive: «Junto con los rápidos avances en tecnología que amenazan cada vez más la seguridad laboral hay también menos empleados comprometidos y esperamos que esta tendencia continúe».
También influye la falta de formación adaptada a los cambios. Las organizaciones ha de recualificar a su personal a medida que cambian los roles, los contratos laborales se acortan y las credenciales CV tradicionales se vuelven obsoletas.
Luego están los derechos de los trabajadores, o más específicamente, la alarmante falta de ellos. No es de extrañar que el entusiasmo de los empleados se haya atenuado ante el estancamiento de los salarios y la inseguridad laboral. La flexibilidad puede ser el futuro, pero es ampliamente aceptado que esto no debería hacerse a costa de la estabilidad económica. En este sentido, «la competitividad se mejora, no se debilita, combinando grados de flexibilidad dentro de la fuerza de trabajo con una protección adecuada de los derechos de los trabajadores», dice Alain Dehaze, consejero delegado de Adecco.
UN POCO DE OPTIMISMO
La tercera pregunta es un balón de oxígeno ante este panorama tan poco alentador. Todavía nos quedan opciones para no caer víctimas del contagio zombie. El “truco” para evitarlo, de acuerdo con Stephane Kasriel, CEO de Upwork, es aplicarse una evaluación firme. «Pregúntate: ¿mis habilidades todavía están en demanda? ¿Cuál es la perspectiva para ellos? ¿En qué habilidades podría trabajar hoy para aumentar mi potencial de ingresos en los próximos años? Haz este ejercicio cada pocos tiempo y ten en cuenta que la vida media de una habilidad laboral es de unos cinco años. Adelántate a esa disminución de tu valor».