Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Pan, leche, canela, limón, azúcar, huevos y aceite. Las torrijas se hacen en un pis pas. Su receta es sencilla, con pocos ingredientes y elaboración básica: se mezclan, se fríen y ya. El toque de azúcar y canela al gusto le pone la guinda final para que la torrija de todos sea mi torrija particular. Con una receta tan sencilla parece fácil atinar, pero el secreto está no sólo en el pan.
La innovación culinaria ha hecho de una receta mil posibilidades: de miel, de vino, rellenas, de horchata, con chocolate, caramelizadas, saladas… ¡hasta torrijas veganas podemos comer! Pero incluso sin revolucionar la receta tradicional podemos hacer de la torrija nuestra torrija: ¿Pan de ayer, brioche, de molde? ¿Leche entera, semidesnatada, desnatada, de soja, de almendra, de arroz? ¿Con canela, con miel, jalea real o sirope de arce? ¿Con limón, naranja o nada? ¿Con azúcar blanco, moreno, estevia, panela? ¿Con aceite de oliva, de girasol, margarina, mantequilla? ¡Ah! Y no nos olvidemos de los tiempos, que del remojado previo depende el punto del frito posterior.
Para hacer torrijas hay que tomar decisiones. Son decisiones algorítmicas con ponderaciones de n elementos. Desde fuera tiene forma de mapa en árbol y desde dentro se aprecia el arte del bien elegir. La vida es como una bandeja repleta torrijas aun por hacer: no basta con llenarla de aspiraciones, expectativas, objetivos y deseos, desde que te levantas hasta que te acuestas has de elegir qué hacer entre un sí, un no y cientos de opciones en gris.