¿Es la salud mental el coladero del absentismo?

Maite Sáenz6 junio 20256min
El binomio salud mental-absentismo es una bomba de relojería, una mina anti antipersonas y antiempresas que ha hecho clic y que unos no saben, otros no pueden y otros no quieren desactivar. La dimensión es tal que está acrecentando el problema, porque ahora no es sólo la salud mental de los trabajadores la afectada sino también la de los empresarios y mandos que son, a la vez, personas sufridoras y sufrientes.

 

“Ya no puedo más, ahora soy yo el que tiene una ansiedad que no puedo sobrellevar”. Así se ha dirigido a mí uno de los asistentes a la jornada Changing your Prevention 2025 de Acció Preventiva, celebrado esta semana en la sede de Foment del Treball. Un 30% de absentismo de media, me contaba este empresario con 200 personas en plantilla. Otro me habló de su plan de bienestar corporativo, de los beneficios flexibles que ofrece, de los programas de liderazgo empático que imparte a los mandos… y de que lo que mejor le funciona es no complemementar las bajas por IT. Hubo alguien que hasta me confesó que ya no sabía cómo dirigirse a los empleados, que siente que tiene que tener las disculpas preparadas antes de hablar con ellos. Y ciertamente yo me sentía igual antes de empezar mi intervención, porque no iba a ser nada normativa hablando de un tema pandémicamente trivializado y eso, hoy en día, es digno sólo de los que murieron con las botas puestas.

Para empezar, dos básicos:

  • El trabajo no puede ser malo para la salud y las empresas no deben perjudicar la salud de nadie.
  • El empleado es -y debe serlo- corresponsable de su salud.

 

Las empresas llevan camino de quedarse vacías y yermas como un erial, pero atiborradas de leyes laborales y políticas de bienestar.

 

Para continuar, los sesgos, paradigmas y estereotipos sin contrastar:

  • Reflexión 1: El absentismo no es el problema, es la consecuencia y una oportunidad para actuar.
    • Es la consecuencia de muchas responsabilidades y no sólo empresariales, sino tb institucionales, legislativas, sociales y personales.
  • Reflexión 2: Detrás de cada trabajador ausente hay sufrimiento personal, bien sea por necesidades de conciliación, falta de satisfacción con el trabajo, liderazgo tóxico…
    • ¿Detrás de cada trabajador ausente de su trabajo siempre hay un sufrimiento personal o laboral?

Para aterrizar, los datos:

Las causas que se aducen para justificar los altos niveles de absentismo y, en especial, las bajas relacionadas con la salud mental necesitan un poquito de estadística fina…

  • Envejecimiento de la población. Envejecer es de valientes por partida doble: porque personalmente es difícil asumir el paso del tiempo y porque profesionalmente se corre el riesgo de quedarse fuera del mercado de trabajo. ¡El combo del riesgo emocional! Pero las estadísticas demuestran que los que más se abstienen de su trabajo son los jóvenes…
  • Ciclo económico de bonanza. Tradicionalmente el absentismo crece cuando la economía tira básicamente por exceso de confianza del trabajador respecto de sus condiciones laborales actuales o potenciales. ¿Cómo cuadra esta actitud con una salud mental quebrada?
  • Gestión estructural de las bajas: Yolanda Díaz, Ministra de Trabajo, acusa a las autoridades sanitarias de las CCAA de ineficiencia en la gestión, cuando sabemos que la competencia de movilizar los recursos de las mutuas de trabajo son de la Administración central del Estado. La ideología resta valor a la ciudadanía y recursos para atenderla como se merece, además de que tensiona el ya maltrecho sisterma de salud, cuyos profesionales están a la cabeza del absentismo por patologías mentales y son los primeros que no tienen ni herramientas ni protocolos para un buen diagnóstico temprano.
  • Cambio en la cultura de trabajo: ¿Tiene algo que ver el absentismo con la resiliencia de la población? ¿Y con su nivel de compromiso, de responsabilidad, de esfuerzo? ¿Sin propósito personal se puede tener propósito en el trabajo?

Y para finalizar, un desahogo: confesé que iba nerviosa porque siempre me impone respeto no hacer perder el tiempo a quienes me dedican su tiempo y porque, como decía al inicio, me iba a salir, y mucho, de lo políticamente correcto. Somos el primer país del mundo en consumo de benzodiacepinas y sólo eso debería bastar para analizar la situación con la responsabilidad que merece, porque estamos ante un problema-país que compromete nuestro futuro y no aborda de manera adecuada, ni médica ni socialmente, el problema de la salud mental. 

A los problemas hay que mirarlos desde todos las perspectivas que pueden apuntalar sus posibles causas y el del binomio salud mental-absentismo debería huir de interpretaciones simples y politizadas, al menos por respeto a quienes de verdad tienen quebrada su salud psicológica. Su sufrimiento es real y necesita de unos recursos de calidad que, lamentable, les restan quienes simulan.


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