Exposición a factores de riesgos psicosociales de los trabajadores tras una catástrofe
Por Sonia Cienfuegos, técnico de PRL, y Juan Saldaña, psicólogo experto en salud laboral.- La contundencia del término «catastrófico» se queda corta para definir el estado anímico de quienes han visto su vida arrasada por la DANA de Valencia y Castilla- La Mancha. Todas las personas tenemos mecanismos tanto físicos como psicológicos y sociales para hacer frente a situaciones límite, pero en ocasiones pueden ser insuficientes. Si nos centramos en las posibles consecuencias negativas relacionadas con la salud psicosocial, pueden aparecer estrés postraumático, depresión, trastornos de ansiedad e ideas suicidas entre otras. Y si lo acotamos al entorno laboral, hablamos de riesgos psicosociales.
De todos los factores que componen un trabajo, existe un grupo llamado factores psicosociales que abarcan las condiciones laborales relacionadas con la organización del trabajo y su entorno social, con el contenido del trabajo y con la realización de las tareas. Estos factores pueden afectar positiva o negativamente a la salud, el bienestar, el desempeño o el desarrollo personal o colectivo.
Un factor psicosocial se convierte en un factor de riesgo psicosocial en el trabajo cuando aumenta la probabilidad de que se generen consecuencias negativas para nuestra seguridad y salud.
En una situación laboral normal, los principales riesgos psicosociales son el estrés laboral, la violencia laboral y la fatiga laboral. Pero tras la DANA, los trabajadores se enfrentan a otros “riesgos psicosociales” que se van a entrelazar con los propios que padecen las personas en estas situaciones: sensación de abandono, indefensión, futuro incierto, pérdida de seres queridos, inseguridad física y financiera, entre otros.
Recuperar la normalidad suele ser un factor de ayuda. Ya lo vivimos tras la pandemia de 2020. Y un buen liderazgo por parte de los empresarios también es un factor positivo. La resiliencia del liderazgo y sus principales atributos, como la influencia y la visión estratégica entre otros, se ponen a prueba en situaciones críticas, demostrando que es capaz de asumir la adversidad y ser el primero en movilizarse para superarla. Las miradas de todos, de su equipo directivo, de los trabajadores, incluso del entorno social, se concentran en él, buscando la voluntad necesaria para trabajar juntos en la recuperación. El líder tiene la responsabilidad de transmitir esperanza (con visión de futuro) a través de la acción (con la toma de las decisiones adecuadas). Además, ha de ser capaz de convertirse en inspirador de logros que movilizan a otras personas hacia un liderazgo más local, a su nivel, para conseguir un liderazgo global.
Realmente no existen recetas sobre qué tipo de liderazgo debe aplicarse en una u otra ocasión porque no existen dos situaciones iguales, y se utilizará en cada momento el estilo que considere más correcto y adecuado siguiendo la máxima de que “la acción más influyente de un líder es su ejemplo”. Y sea cual sea el que se aplique, ha de ser consciente de las cuatro etapas tras una catástrofe: shock-alteración-duelo-recuperación, un ciclo que puede durar entre un año y medio a dos y que afecta a cada persona de manera desigual.
Propuesta de líneas de acción
- Centrándonos en los trabajadores, es fundamental que sepan identificar su estado psicofísico, aprender a reconocer los síntomas negativos en uno mismo y en los compañeros, poner en marcha acciones de ayuda y recuperación cuando sean necesarias, ver los estilos de afrontamiento que tenemos, cómo se gestionan las emociones a nivel personal y grupal y trabajar la seguridad psicológica en el entorno laboral. Todo ello aplicando una de las cualidades esenciales de conexión entre las personas: la empatía.
- Restablecer la actividad laboral y recuperar los puestos de trabajo va a implicar en muchos casos, realizar antes otras tareas. Como ya se ha dicho, se debe realizar una evaluación adecuada de la nueva situación o situación laboral transitoria hasta llegar a la normalidad. Tener que realizar tareas que no eran las habituales en nuestro puesto de trabajo puede hacernos sentir incapaces, inútiles, poco hábiles o desperados al no poder realizarlas en las condiciones adecuadas o no avanzar tan rápido como deseamos. Esto nos puede llevar a un estado de frustración, abatimiento, rabia, ira, etc. que nos haga discutir con los compañeros, no acatar la autoridad, tener conductas de riesgos, etc.
- Un buen plan de acciones sencillas pero eficaces sería tener pequeñas sesiones en grupo para comentar cómo nos sentimos, desahogarnos, expresar nuestras opiniones, etc. y todo ello en un entorno de seguridad psicológica en el que las personas se sienten cómodas para expresarse y ser ellas mismas; sobre la máxima de que “hablar es una necesidad, pero escuchar es un arte”. Más concretamente, cuando las personas tienen seguridad psicológica en el trabajo se sienten cómodas compartiendo preocupaciones y errores sin miedo, vergüenza o temor a represalias. Confían en que pueden hablar sin ser humillados, ignorados o culpados. Saben que pueden hacer preguntas cuando no están seguros de algo. Suelen confiar y respetar a sus compañeros.
- Trabajar en disminuir y eliminar el estrés postraumático también es necesario. Este trastorno psicológico se caracteriza por la aparición de unos síntomas muy específicos tras la exposición a un acontecimiento extremadamente traumático. La sintomatología asociada más común es:
- La reexperimentación del evento traumático. Podemos tener pesadillas, flashbacks y reacciones emocionales y físicas muy alteradas ante situaciones que asociamos con el evento vivido.
- Una elevada activación que nos dificulta conciliar el sueño, problemas de concentración, irritabilidad, agresividad, etc.
- Conductas de evitación y bloqueo emocional rechazando determinados lugares, sensaciones o conversaciones relacionadas con el evento traumático.
- También pueden presentarse otros trastornos como: ataques de pánico, depresión, agresividad y abuso de drogas/alcohol entre otros.
- Identificar el estilo de afrontamiento es igualmente útil. Debemos reconocer si nuestro estilo es huir o evitar la situación, o por el contrario nos mostramos pasivos o nos enfrentamos a la situación desde el ataque directo. Dada la magnitud del suceso, en muchos casos habrá que dirigir los esfuerzos a modificar los propios pensamientos, a cambiar la forma de interpretar la situación y los pensamientos generados al respecto para, en un paso posterior, tomar el control sobre ella.
- Relacionado con el estilo de afrontamiento estarían “los tóxicos”, mecanismos de defensa que utilizamos cada uno de nosotros, y que se activan en momentos en que percibimos un entorno hostil, o que no sabemos manejar, y que nos puede provocar estrés.
- La culpa.
- La defensa.
- El muro.
- El desdén.
Finalmente, damos algunas claves para que los trabajadores y empresarios que están intentando poner en marcha de nuevo las empresas y los puestos de trabajo puedan hacerlo poniendo barreras a los riesgos psicosociales.
- Encuentra tu motivo para vivir. Incluso en la adversidad hay halos de esperanza. Déjate ayudar y ayuda a los demás.
- Ten equilibrio entre los pensamientos positivos y negativos. El pensamiento negativo es necesario para anticiparnos a lo que podría salir mal y encontrar la solución, mientras que el pensamiento positivo nos mantiene motivados y nos da fuerza.
- Sé compasivo contigo mismo. Trátate con respeto, amabilidad y compasión.
- Aprende a reírte de ti. Las personas con una buena fortaleza mental son capaces de reírse de sí mismas y no tomarse las cosas como algo personal.
- Cambia lo que puedes cambiar y acepta lo que no puedes controlar. Hay que conseguir responsabilizarse de las acciones de uno mismo, pero no culpabilizarse. Hay que ser conscientes de que hay cosas que se pueden cambiar y otras que no se pueden controlar.