Por Raquel Roca, HR Blogger de GlocalThinking.
Eudaimonia. Probablemente el deseo más anhelado por los corazones humanos, envuelto en una palabra prácticamente desconocida. Como creo firmemente en el poder de las buenas ideas cuando vienen acompañadas de la adecuada narrativa, propongo revisar, para revalorizar este concepto.
‘Eudamonia’: término griego comúnmente traducido como felicidad, bienestar o vida buena, más correctamente asociado a «florecimiento humano» o «prosperidad». Etimológicamente es la suma de las palabras ‘eu’ (bueno) y ‘daimon’ (espíritu). Para Aristóteles, la vida eudaimoníana (¡pido!) es una vida de «actividad virtuosa según la razón». El problema de su definición está, para nuestros oídos modernos, en que hace unas cuantas décadas, metimos la virtud en el saco de lo moral. Nada que ver con su sentido antiguo. Para los griegos la virtud, por ejemplo, también tenía que ver con la belleza física (salud, cuidado…) o estados como la sabiduría, la compasión y el coraje.
Hoy, el campo de la Psicología Positiva define la eudaimonía como «el autodescubrimiento, el desarrollo percibido de los mejores potenciales, el significado en la vida, la participación intensa en actividades, la inversión de un esfuerzo importante y el disfrute de actividades como relaciones personales expresivas y profundas».
Lo que viene siendo conexión profunda con el propósito. Algo que ya sabemos no es baladí, sino esencial para la supervivencia laboral humana en nuestras nuevas longevas carreras, así como para la obtención de la excelencia en las empresas.
Aristóteles sostiene que vivir de acuerdo con la razón significa alcanzar la excelencia. Además, en sus textos afirma que esta excelencia no puede ser aislada, por lo que también hacen falta competencias adecuadas para funciones afines. Lo que vendrían a ser las conocidas soft skills knowmads, que tienen que ver con lo social y relacional. Estar totalmente comprometido con el trabajo (en este marco, ampliable a otros), cuando éste es intelectualmente estimulante y satisfactorio, es lo que nos lleva al éxito del «florecimiento humano». Algo a lo que debiéramos poder aspirar todas las personas, y que debiera constituirse como derecho constitucional en este siglo, pero que tan terriblemente lejano está aún para la mayoría.
Todos los seres humanos buscamos la felicidad, pero ahora ya sabemos, gracias no solo a la filosofía (que siempre lo supo) sino a la ciencia, que ésta no proviene tanto del mundo material sino de desarrollar una vida con significado y sentido, así como de las conexiones profundas con los demás… y con uno mismo.
Mientras trabajamos en ello, pues como decía Arthur Miller no es posible vivir sin ideal ni sensación de porvenir, hay cosas más «pequeñas», pero igualmente relevantes que podemos hacer con nosotros mismos, nuestros compañeros, amigos, vecinos, padres o hijos.
Llevarlos al campo
Y es que, según el estudio «The Relationship Between Nature Connectedness and Eudaimonic Well‑Being», las personas que están más conectadas a la naturaleza también tienden a tener niveles más altos de bienestar hedónico ¡y eudaimónico! En particular tienen niveles más altos de crecimiento personal.
Podemos decir que la naturaleza y la psique humana están inextricablemente unidas; los riesgos de estar desconectado de la naturaleza son el desarrollo de comportamientos y actitudes que, en última instancia, dañan nuestra salud física y mental, además de un daño irreparable al planeta (a los hechos nos remitimos). Así que, retomando la propuesta, concedámosle a la eudaimonia su sitio. Quizá sea sentándonos a la sombra del árbol donde encontremos ese propósito de vida todavía perdido. La manzana corre de mi cuenta.