La Norma ISO 10667, un bien necesario

Nacho Torres23 marzo 20159min

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Se ha escrito mucho ya en torno a las bondades de la Norma ISO 10667. El propósito que persigue este artículo es diferente: mi deseo es reflejar una opinión acerca de la Norma, fundamentada en la propia experiencia de implantación y certificación de la Norma, y hacerlo de un modo práctico.

Llevo más de una década trabajando casi exclusivamente en el ámbito de la selección y evaluación de personas. Durante este tiempo me he acercado a este apasionante mundo desde ámbitos tales como la investigación, la consultoría, los departamentos de Recursos Humanos, la formación… Y durante este mismo tiempo he podido observar las dificultades y los «fantasmas» que hostigan a la selección desde hace años: subjetividad, disparidad de criterios, dudosa ética, descortesía, ausencia de cientificismo, etc. Reconozco que los principales responsables de esta imagen deteriorada somos los mismos profesionales que nos dedicamos a ello: no hemos sabido ponernos de acuerdo entre nosotros para formar un grupo homogéneo, no tenemos un cuerpo común de conocimientos que nos ampare y adolecemos de una exasperante permisividad que licita casi cualquier intrusión o injerencia por parte de otros profesionales en el ámbito de la evaluación. Un claro ejemplo de ello es que en España seguimos sin tener una formación específica y de relevancia que nos cualifique y acredite para ejercer la profesión de Seleccionador de Personal y evaluador en contextos laborales, que nos distinga cualitativamente de la natural acumulación de experiencias y, por descontado, que destierre la idea de que cualquiera puede hacer selección, o evaluación.

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Desde su aparición, la Norma ISO 10667 es la piedra de toque de la evaluación de personas en contextos laborales, es el medio por el que ahuyentar muchos de esos fantasmas que aún rondan a nuestro alrededor. La Norma proporciona homogeneidad, obliga a asumir responsabilidades, exige unos criterios y estándares de calidad y pone en valor las actividades de evaluación de personas en el ámbito laboral, así como (sobre todo) a los evaluadores. Además, se diferencia de iniciativas análogas por su origen multidisciplinar y su aproximación imparcial, lo que facilita su adopción por todos los profesionales implicados en el ámbito de la evaluación en entornos laborales.

En 2014 tuve la oportunidad de participar en la implantación y la certificación de la Norma ISO 10667 en una empresa del sector nuclear. Este sector, por razones evidentes, tiene la «obligatoriedad» de gobernarse de un modo altamente estructurado, donde prácticamente todo esté regido en base a procedimientos y en el que se deje poco margen a la ambigüedad y al subjetivismo. Por ello, es un sector en el que la Norma ISO 10667 es bien acogida de inicio; no en vano, la primera empresa española que se certificó en la Norma, en 2013, fue la Asociación Nuclear Ascó-Vandellòs II (ANAV), organización que opera y explota estas centrales nucleares.

En la experiencia en la que participé el primer acercamiento a la Norma distó de ser idílico: nuestro principal cliente entonces era ANAV y nos sugirió que siguiéramos sus pasos en la certificación. Fue un inicio tan legítimo como cualquier otro pero, sin duda, con un coste de oportunidad real. En cualquier caso, el proceso comenzó.

Primero, tuvimos que estudiar la Norma en profundidad. Nos topamos con un texto monótono y redundante -esto no es ninguna sorpresa-, pero que nos permitió identificar un proceso estructurado y un desarrollo práctico subyacente. En el texto pudimos comenzar a entrever procedimientos, formatos y registros, el pan de cada día para cualquier sistema de gestión basado en la calidad.

El segundo paso fue recibir formación especializada. En mi caso asistí a la 2ª Edición del Curso de Experto en Norma ISO 10667, organizado por el Colegio de Psicólogos de Madrid. Fue en ese momento cuando los procedimientos y formatos se hicieron tangibles, los procesos se materializaron y la Norma cristalizó.

A partir de ese momento, comenzamos el proceso de implantación. Hubo que revisar procedimientos, adaptarlos, actualizarlos y, en algunos casos, crearlos; establecer nuevos canales formales de comunicación entre los diferentes actores en cada una de las fases, estrechando el compromiso y la relación laboral con el Cliente, y optimizando las comunicaciones con los evaluados; se revisaron metodologías y métodos, dotándolos de mayor rigor y validez de contenido, además de incrementar sustancialmente la validez aparente; se enfatizó en la formación de los evaluadores, un aspecto habitualmente relegado al ostracismo, y generó una visión común mucho más robusta; se confirmó, una vez más, el cumplimiento legal y el alineamiento con los códigos éticos y deontológicos profesionales; y se desarrolló un sistema de revisión post-evaluación que supuso una de las mejoras más significativas respecto al sistema que veníamos implementando con anterioridad. Todo este proceso se llevó a cabo en 4 meses.

Por último, la certificación, el punto más sobresaliente del proceso. La auditoría fue favorable, obtuvimos el justo reconocimiento y la satisfacción para el equipo. En este punto, destaco que hubiésemos esperado por parte del auditor una valoración más precisa del sistema y recomendaciones de tipo técnico, con objeto de mejorar, pero su formación y experiencia eran específicas de Calidad, no en Evaluación de Personas en Contextos Laborales.

A diferencia de otros procesos, la certificación no es –no debe ser- el momento culminante del proceso, sino el nacimiento y los primeros pasos de un sistema comprometido con la profesionalidad, la calidad, la objetividad y la ética, y que necesitará ser atendido con consistencia en aras de su efectividad.

En resumen, lo que en un primer momento fueron dudas, al cabo del tiempo se transformaron en respuestas. La Norma nos obligó a revisar de manera crítica nuestro sistema de evaluación presentándonos unos estándares de organización y cumplimiento que hasta entonces no iban más allá del buen hacer, algo común en las empresas españolas; incrementó la credibilidad de nuestros clientes, internos y externos, y nos proporcionó unos cimientos sólidos, fiables y objetivos, en los que asentar nuestra actuación.

Hoy en día no es extraño escuchar que obtener un sello de calidad, certificar un sistema de gestión como éste, no es más que una acción de marketing destinada a aumentar el número de clientes o la reputación de la compañía. Y es posible que en algunos casos así sea. Sin embargo, independientemente del fin, la implantación de la Norma nos ayuda a mejorar el proceso, a identificar nuestros puntos débiles y atenuarlos, y a estar comprometidos con la excelencia en la evaluación.

Al igual que en nuestras entrevistas de selección buscamos en los candidatos evidencias que nos den una medida de sus competencias, nuestros sistemas de evaluación no están exentos de mostrar esas mismas evidencias que garanticen su competencia. La Norma ISO 10667 contiene los anclajes que acreditan la competencia de nuestro sistema de selección y evaluación, y de nosotros mismos frente al escepticismo. No podemos permitirnos desoír las benevolencias que se desprenden la Norma. Transitar hacia ella impedirá que los fantasmas de la evaluación sigan rondándonos y fortalecerá nuestro día a día, nuestra profesión y los resultados que caben esperar del trabajo bien hecho.

José Luis Martínez Soria, Responsable de Selección y Evaluación en la Fundación Universitaria San Pablo CEU.


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