Llevo a mi hija al colegio por la mañana. Coreografía automovilística matinal. Trenzas rojas y ámbar en medio de la fragilidad del tráfico madrileño. Hoy la ciudad se ha levantado de buen humor y fluimos hacia nuestro destino. Otros días, sin embargo, intentamos traspasar una atmósfera de melaza. Un blandiblub gigantesco. En nuestro cochecito de juguete. Recordamos cómo un viernes lluvioso, en esos en los que a la gente se le olvida cómo conducir, y que nos congratulábamos de lo pronto que habíamos terminado de desayunar y de prepararnos, tardamos hora y media en llegar. Minutos para avanzar centímetros. Sin causa aparente salvo la climatología y el día de la semana.
Sin causa aparente, algunos días tienen una viscosidad cambiante. Determinados eventos impactan como asteroides sin rumbo en nuestro estado emocional. La reiteración, puede finalizar en una epicondilitis de nuestra animosidad. Doloridos. Incapaces de sujetar peso. Inútiles. La falta de ejercicio no te cura la lesión. Lo sé por experiencia. Tienes que recurrir a un fisioterapeuta. Alguien experto en reparar. En curar. En sanar. En aumentar la entalpía del sistema y cambiar a un estado más gaseoso. Busca a tu terapeuta. Porque sabes quién es. Así podremos seguir manejando nuestra nave en medio de la tormenta galáctica con la habilidad del Capitán Spiff en el universo de Calvin. Y volver a ver trenzas de colores.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras.