La toma de decisiones es siempre un dilema. Puede ser más banal o más complejo pero siempre nos obliga a elegir entre dos o más opciones que no necesariamente han de ser mejores o peores entre ellas. A veces la respuesta viene implícita en el propio dilema por la lógica de su justificación y otras plantea un auténtico mikado de efectos interconectados. El pensamiento crítico es su aliado necesario porque resolverlo no es cuestión de tener razón sino de razonar para tenerla. Abrimos esta nueva sección de la mano de nuestra colaboradora Yolanda Romero en la que quincenalmente reflexionaremos sobre un dilema contextualizado en el día a día de la toma de decisiones en RR.HH. Síguenos en nuestro perfil de LinkedIn para participar.
A menudo, la mitología sitúa a sus héroes una y otra vez en la disyuntiva de elegir entre morir con honor o vivir sin él. En esta elección simbólica está presente una reivindicación de sí mismo frente a la idea determinista de un destino del que no podemos huir. Aquiles, hijo de la nereida Tetis, una divinidad oceánica, y del rey Peleo, un mortal héroe de la Ilíada de Homero, se enfrenta a una de esas elecciones. Tetis, obsesionada porque su hijo heredara rasgos mortales, intenta protegerle de su condición mortal sumergiendo a Aquiles en la laguna Estigia para otorgarle la inmortalidad, pero deja fuera su talón, de ahí la expresión “Talón de Aquiles” para referirnos a cualquier punto vulnerable. Otro de nuestros héroes homéricos, Odiseo (Ulises), busca al joven Aquiles para reclutarlo en la guerra de Troya y Tetis, para protegerle, le esconde disfrazándole de mujer en el gineceo del palacio de Licómedes, rey de Esciros. Pero los esfuerzos de Tetis son en vano, Odiseo le descubre y es ahí donde Aquiles resuelve su dilema: la elección entre una vida eterna, tranquila, pero sin honor, permaneciendo oculto y bajo la tutela de su madre, o una vida mortal marcada por la gloria y el recuerdo eterno participando en la guerra de Troya. Este dilema simboliza la elección entre la seguridad frente a una vida de incierta de sacrificio, sufrimiento y, a la vez, de fama y propósito.
Aun sabiendo que no volvería con vida de Troya, Aquiles toma la decisión de participar en la contienda renunciando a su inmortalidad, para ser recordado como un héroe con honor, como el mejor de los aqueos. Aquiles aprende a ser mortal con esta elección, donde la vida plena se define no por “ser uno mismo” sino por la significación que se deja en el mundo, aunque eso incluya una renuncia a una parte de sí mismo en favor de los demás, asumiendo una responsabilidad hacia otros, con una conciencia del deber que va más allá de la mera supervivencia individual.
No pretendemos ni mucho menos equiparar los dilemas cotidianos al mundo homérico –por suerte, la mayoría no tenemos que elegir cuestiones diarias laborales de vida o muerte, de gloria y olvido-, pero inspirándonos en este mito nos gustaría plantear un dilema quincenal seguido en la semana posterior de un texto en el que analizaremos la posible toma de decisiones al respecto.
El objetivo del dilema de Aquiles es llevarnos a una reflexión con perspectiva del comportamiento humano individual y colectivo, sobre la ética, sobre el deber y el derecho, sobre la ejemplaridad, sobre las renuncias, sobre la responsabilidad y el precio que implica la toma decisiones asumiendo un papel activo y de referencia para otros.
No buscamos como respuesta “la decisión correcta” sino la reflexión sobre el impacto y consecuencias de la decisión en sí misma, tanto en nosotros como en nuestra comunidad cercana; la necesidad de basarla en valores y principios que nos trasciendan y nos sirvan de brújula y firmeza para seguir forjando nuestro “êthos”, nuestro “carácter” en tiempos de tanta incertidumbre y volatilidad. No se busca tener razón, sino razonar. Al fin y al cabo, al igual que Max Aub dice en su epitafio (“Hice lo que pude”), nosotros también “hacemos lo que podemos”.
El dilema: vacaciones de verano
El papel de los mandos medios en las organizaciones es crítico, más de lo que a muchos directivos les gusta reconocer, y suelen encontrarse en muchas ocasiones en disyuntivas y conflictos entre miembros del equipo en los que dudan como actuar aún teniendo consignas internas. ¿Les dejan solucionarlo entre ellos ya que se les presupone la madurez y sentido común suficiente? ¿Intervienen a riesgo de posicionarse y provocar con ello un conflicto aún mayor? Lejos de ser un dilema épico, el que os proponemos hoy es algo prosaico, pero más complejo de lo que parece por las dinámicas humanas que se generan.
La empresa X, de 250 personas, pertenece a un sector donde los meses de julio, diciembre y enero son problemáticos e intensos por la fuerte carga de trabajo. Internamente la empresa tiene estipulado que en esos meses los miembros del equipo no pueden cogerse vacaciones, el resto del año tanto el equipo como su responsable son libres de organizarse. Esto hace que la distribución vacacional de agosto sea conflictiva y que haya de estar equilibrada para proporcionar solvencia al servicio. Álvaro, el jefe, tiene un equipo de 5 personas:
- María, con 15 años en la empresa,
- Sonia y José, que acaban de cumplir 3 años de antigüedad,
- Eva y Miguel, con 1 año en la empresa.
Todos con buen desempeño, aunque Eva y Miguel algo más noveles en sus puestos.
El año anterior María, la más veterana, escogió primero las vacaciones y luego encajaron los demás, siguiendo el hábito de los últimos años con algún debate puntual pero sin más incidentes. En abril comienza ya a definirse el cuadro vacacional y este año María también se ha anticipado comunicando sus vacaciones, las dos primeras semanas de agosto. Cuando el manager se pone validar el cuadro vacacional se encuentra con un conflicto abierto en el equipo:
- José este año quiere conciliar y cuadrar las vacaciones con su mujer e hijos y reclama las mismas fechas que María. Argumenta que siempre es la primera que cierra sus vacaciones y cree que no es lo correcto. No quiere ceder, a no ser que pueda cambiar una de las semanas por la última semana de julio.
- María argumenta que ella decide primero por conciliación, ya que también tiene niños, y después porque este año ya tiene los billetes pagados y la reserva de hotel realizada. Si cambia las fechas pierde el dinero y la reserva. No quiere ceder.
- Eva y Miguel no tienen necesidad de conciliación, pero argumentan que tiene el mismo derecho que María o José. Eva y Miguel quieren irse la segunda y tercera semana, coincidiendo ellos dos en sus vacaciones y con la segunda semana de ausencia de María o José.
- Sonia aún está eligiendo fecha y manifiesta que a ella no le importa renunciar a las dos primeras semanas e irse las dos últimas, pero entonces exige cogerse una semana en diciembre ya que da prioridad a elegir a otros.
- Álvaro se quiere coger la segunda quincena de agosto.
¿Qué harías en el lugar de Álvaro?
- ¿Intervendrías o les darías un tiempo con fecha tope para que se pusieran de acuerdo?
- Si intervienes y decides:
- ¿Quién se va las dos primeras semanas, María o José?
- ¿Cedes alguna fecha de julio o diciembre para cuadrar las vacaciones y que todo el mundo esté contento?
- ¿Qué impacto y consecuencias podría tener cada una de esas decisiones en el equipo, en la empresa y para Álvaro?
Tienes una semana por delante para razonar y tomar posiciones. Y si te animas, participa aportando tus soluciones -y razones-. En el próximo boletín reflexionaremos sobre las diferentes opciones y su efecto «mikado» en el equipo de Álvaro.